jueves, 30 de enero de 2014

Capítulo 48

Novela: "Al desnudo"
Capitulo 48
Sarah tenía cara de cansada. Jugueteó con su ensalada, pero no comió. Bostezó y dejó el tenedor en el plato.
—Ah, no me apetece.
Yo  había  devorado  mi  medio  sándwich  y  un  tazón  de  sopa,  y  pensaba  ir  al  mostrador  a  pedir  un pedazo  de brownie. Entonces me puse una mano en el estómago, calculé las horas que tendría que pasar haciendo ejercicio para quemar el postre y decidí tomarme un té helado.
—Me gusta este —dijo Sarah, señalando el folleto que yo había sacado de mi bolso. Ella estaba en el descanso de su trabajo, y yo estaba de camino al centro comercial para cubrir mi turno de Foto Folks—.
Me gustan los gráficos.
—A mí también me gusta este —dije. Observé la primera página, y después le di la vuelta—. Tengo algunas fotos buenas que se pueden usar para la parte trasera, pero si tienes algún rato libre esta semana, me gustaría hacer unas cuantas más. ¿Sarah?
Ella no me estaba escuchando. Estaba mirando hacia la fila de gente que había en el mostrador, con los ojos muy abiertos.
—Mierda —dijo en voz baja.
Yo me giré para ver qué ocurría, pero ella me dijo que no lo hiciera.
—¿Qué te pasa? —le pregunté.
Apretó los labios y se tapó la cara con las manos.
—Mierda —repitió.
—Sarah,  ¿qué  te  pasa?  —insistí,  y  me  giré  en  el  asiento  aunque  ella  me  había  dicho  que  no.  Sin embargo, no pude averiguar qué era lo que la había disgustado.
Sarah me miró.
—Es él.
—¿Quién?
Frunció el ceño y movió su silla hacia detrás de la columna, para bloquear su campo de visión.
—Un tío con el que he estado saliendo. No es importante. Tal vez se vaya.
—¿El que aparecía en tu página de Connex?
—Ya no.
—Demonios, Sarah, me has estado ocultando cosas.
Ella sonrió.
—Tú  has  estado  un  poco  ocupada,  cariño.  No  quería  desconcentrarte.  Además,  no  hay  nada  que contar. Ya me conoces. Un tío, otro tío, y otro más.
—No es cierto.
Sarah tenía muchas citas, y no siempre iba en serio. Era solo… amigable. No era una mojigata, pero tampoco se acostaba con nadie a la ligera.
—Se llama Jack —me dijo.
Se le quebró la voz, y eso me dio a entender muchas cosas.
—Ah, nena. ¿Y qué ha pasado?
Se encogió de hombros, y se pasó las manos por los ojos.
—Nada. Ese es el problema. Que no pasa nada.


En  aquel  momento,  una  mujer  de  caderas  anchas  con  un  vestido  de  flores,  con  joyas  vistosas  y  un
maquillaje  exagerado,  pasó  junto  a  nuestra  mesa  acompañada  de  un  hombre  mucho  más  joven,  que  iba tras  ella.  Él  llevaba  una  gorra  de  béisbol  y  una  camisa  de  manga  larga  que  ocultaba  sus  tatuajes,  pero Sarah lo miró de un modo que me lo dijo todo. Él se detuvo en seco al verla.
—Sarah —murmuró. Su tono era de anhelo, pero ella fingió que no lo había oído.
Él  me  miró  durante  un  segundo,  y  ambos  nos  quedamos  azorados.  Siguió  caminando  como  si  no hubiera  hablado.  Lo  vi  charlando  con  la  mujer,  que  le  puso  la  mano  en  la  espalda  y  lo  devoró  con  los ojos. Ella no miró hacia nuestra mesa, pero asintió y siguió caminando hacia el otro extremo del local. Se metieron detrás de un tabique, y no pudimos verlos más.
—¿Quieres que nos marchemos? —le pregunté.
Ella volvió a juguetear con su ensalada.
—No. No voy a permitir que ese idiota me estropee la comida.
Ya se la había estropeado, pero yo no dije nada.
—¿Quieres que hablemos de ello?
—Jack —me dijo Sarah— es prostituto.
—Oh, Dios mío. Entonces, no me lo dijiste en broma.
—No. Se acuesta con mujeres por dinero.
—Oh. Vaya.
Sarah bebió con enfado, y empezó a desmenuzar un pedazo de pan.
—Al  principio  no  le  di  importancia.  Era  solo  un  trabajo.  Yo  tampoco  soy  virgen,  ni  nada  por  el estilo. Me he acostado con tipos a los que no quería.
—Bueno, creo que eso lo hace todo el mundo, algunas veces.
Ella cabeceó, sin dejar de mirar el desastre de su plato.
—Y no me importa que lo hiciera, La. De verdad que no me importa. Lo que me importa es que siga haciéndolo.
Se le quebró la voz de nuevo, y yo tuve ganas de consolarla. Sarah necesitaba un abrazo, pero tuve que conformarme con agarrarle la mano y apretársela.
—Lo siento.
Ella me devolvió el apretón, y después se soltó para quitarse las migas de la palma. Me miró. Tenía la máscara de pestañas corrida, y eso hacía que pareciera más cansada aún.
—Conozo a muchas mujeres que ni siquiera le perdonarían que lo hiciera en el pasado, ¿sabes?
Yo pensé en la primera vez que había visto a Peter.
—Sí. Lo sé perfectamente.
—Sí —dijo ella, asintiendo—. Así que no es que tenga que perdonarle nada, porque no pienso que hiciera nada malo. Pero no puedo estar con él si sigue haciéndolo, ¿entiendes?
—Perfectamente.
Sarah sonrió.
—Sé que me entiendes.
—¿Y  por  qué  no  me  habías  contado  antes  todo  esto,  sos  boba?  ¿Cuánto  tiempo  llevas  así?  —le pregunté,  y  la  observé  con  atención—.  Tienes  muy  mal  aspecto,  a  propósito.  No  quería  decírtelo,  pero ahora que nos hemos puesto sinceras…
—Que te den, Lali —me dijo ella, riéndose. Sus mejillas habían recuperado un poco de color, y mordió un


pedacito de pan—. No lo sé. No quería agobiarte. No quería hablar de esto porque… No lo sé. Con él es diferente, eso es todo.
Estaba muy triste, muy empequeñecida.
—O, por lo menos, yo creía que podía ser diferente.
Sarah me había hablado de otras relaciones fallidas, pero nunca la había visto así.
Ella suspiró.
—No pasa nada. Voy a olvidarme de él, aunque solo sea por molestarlo.
Nos echamos a reír. Cuando nos marchamos, intenté atisbar al hombre que le había roto el corazón a mi amiga, pero él debía de haber salido por otra puerta.
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Mi  madre  llegó  la  semana  siguiente,  con  varias  bolsas  de  comida  en  tarteras  que  metió  en  mi congelador. Yo me eché a llorar cuando me dio un frasco de caldo de pollo casero, porque era el mismo que me hacía siempre cuando estaba en la universidad, para que me lo llevara a la residencia.
Mi madre me abrazó y me acarició la espalda como siempre había hecho. Había llevado sus propios platos y sus propios cubiertos, pero no dijo nada acerca de que mi microondas no fuera kosher. Se quedó durante tres días.
No sé por qué me sorprendía tanto que se llevara tan bien con Peter. Yo sabía que él era encantador. Llegaba  a  casa  todos  los  días  esperando  encontrármelo  en  su  apartamento  del  piso  de  abajo,  donde estaba  durmiendo  durante  la  visita  de  mi  madre,  y  a  mi  madre  con  cara  de  pocos  amigos  a  punto  de echarme un sermón. Sin embargo, mi madre lo adoraba.
Una de aquellas noches entré por la puerta, pensando en sugerirles que fuéramos al cine o a dar un paseo, puesto que ella se iba al día siguiente. Me los encontré en la cocina, junto al fuego. Mi madre le estaba enseñando a hacer caldo a Peter.
—Es el seltzer —explicaba mi madre—. Eso es lo que hace que crezca. Ah, La, cariño. Ven aquí a probar el guiso.
Tomó caldo con el cucharón, y una enorme bola de matzo. Lo sopló para enfriarlo, y me lo ofreció.
Yo miré a Peter, que tenía una sonrisa de orgullo y estaba apoyado en la encimera.
—¿Lo has hecho tú? —le pregunté.
—Pues sí —dijo mi madre—. Yo solo le he ayudado un poco. Pero es un buen cocinero.
—Sí,  ya  lo  sé  —respondí.  Tomé  el  cucharón  y  mordí  la  bolita  de  masa,  que  estaba  muy  blandita  y tenía un delicioso sabor a especias—. Ummm… Es de los que flotan, definitivamente.
Mi madre sonrió.
—Vamos, saca unos platos. Tenemos que tomarnos la sopa antes de que se enfríe.
Cenamos,  y  después  jugamos  a  las  cartas.  Después,  mi  madre  se  disculpó  para  darse  su  ducha nocturna, y nos avisó con un guiño de que iba a tardar un rato.
—¿Lo ha dicho para que no aporreemos la puerta? —me preguntó Peter.
Yo me eché a reír mientras recogíamos la cocina.
—No. Es para que podamos achucharnos.
—Ah —dijo él, y me atrapó entre sus brazos—. No sabía que podíamos hacer eso.
Yo le besé la barbilla, y se la mordisqueé.
—No tenemos tiempo ni para uno rápido.
—Hace tres días —dijo él, murmurándome las palabras al oído—. Sería muy rápido, es cierto.
Un suspiro, un beso, una caricia. Para nosotros era suficiente. Una llama. Me apoyé en él; oí el grifo del baño y supe que mi madre estaba en la ducha. Pensé en arrodillarme ante Peter y hacerle una felación rápida, pero solo el hecho de estar abrazada a él era tan dulce, tan perfecto, que no quise moverme.
—Quiero ir a casa —dijo él, contra mi pelo.
—¿Ahora?  De  acuerdo  —respondí,  acurrucándome  todo  lo  posible  contra  su  pecho—.  Solo  espera hasta que ella salga de la ducha para despedirte.
—No, Lali. No me refiero abajo. Me refiero a casa, a Ohio.
Yo me aparté de él.
—¿A casa de tu familia?
—Sí. Creo que debería presentártelos, ¿no?
A mí se me encogió el corazón.
—Sí. Supongo que tengo que conocerlos antes de que nos casemos.
Él se echó a reír, pero no parecía muy feliz.
—¿Te parece bien el fin de semana del Memorial Day? Podríamos salir el viernes y volver el martes.
Rápidamente, calculé el tiempo mientras lo besaba. Peter sabía lo que estaba haciendo, y me permitió que lo besara. Después se apartó lo suficiente para preguntarme:
—¿Cuándo fue la última vez que te tomaste unas vacaciones?
—Ah, entonces, ¿una visita a tu familia son unas vacaciones?
Peter contuvo una sonrisa.
—Bueno, será todo un viaje, eso sí puedo asegurártelo.

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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D 

6 comentarios:

  1. jajaja,visitar a la familia ,siempre cuenta como vacaciones.

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  2. me encanta quiero más!besos Naara

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  3. enserio, como quieres que te diga que ME VUELVEN LOCA TUS NOVELAS? diria que soy adicta a ellas, te juro jajajajaja te firmé también en el otro blog, espero tus novedades pronto!!! me tengo que marchar a hacer cosas amiga, ya hablamos si? te quiero!!!
    besossss

    novesdepeterylali.blogspot.com

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