martes, 21 de enero de 2014

Capítulo 40

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Novela: "Al desnudo"
Capitulo 40
Nadie me había contado eso.
—Pippa, cariño, ¿cómo supiste tú que era yo?
—Vi a la señora —respondió ella.
—¿Qué señora?
—La señora de las fotos —replicó Pippa, sin dejar de bailar—. También está en algunas de las que has sacado hoy.
Con  eso,  se  alejó,  seguida  de  Leah. Yo  me  quedé  mirándola,  y  después  alcé  la  cámara  y  pasé  las fotografías  que  había  hecho  aquel  día.  Muchas  estaban  borrosas,  y  otras  desenfocadas.  Sin  embargo, había un par de ellas en las que Pippa estaba perfectamente nítida, y al fondo había una vaga sombra que yo había tomado por alguien que pasaba por detrás de la niña en aquel momento.
La señora.
Hacía mucho tiempo que no aparecía en ninguna de mis fotos.
Me sujeté la cámara por encima del corazón, sonriendo.
—Hola. ¿Eres Lali?
Me giré, y vi al hombre rubio con el que había estado charlando Devon.
—Sí, soy yo. Hola.
Él me tendió la mano.
—Chad Kavanagh. Soy el padre de Leah.
—Ah, hola. Acabo de conocer a tu hija. Es preciosa.
Él sonrió.
—Sí, ya lo sé. Devon me ha enseñado algunas de las fotos que le has hecho a Pippa. Mi compañero Luke y yo queríamos saber si podemos concertar una cita contigo para que le hagas un retrato a nuestra hija.
—Oh, por supuesto —dije. Entonces busqué una tarjeta en mi bolso y se la entregué—. ¿Os ha dicho que trabajo en Foto Folks? Por ese motivo, tengo un horario un poco raro.
—No  te  preocupes,  encontraremos  un  momento  que  nos  venga  bien  a  todos  —dijo  él.  Miró  hacia
Pippa y Leah, que estaban comiendo algo de lo que les ofrecía una camarera vestida de sirenita—. Vaya pareja. Yo creía que Leah era una princesa, pero Pippa… vaya.
Yo me eché a reír.
—Es única, ¿eh?
—Es una niña preciosa.
Me pregunté si sabía que yo era su madre biológica. Me pregunté si debería decírselo, o si sería un fanfarroneo por mi parte. A Devon no le importaría. A Steve sí.
—Pues sí, es preciosa —dije.
—Y las fotos que le has hecho son increíbles.
Yo sonreí.
—Gracias.
—¿Cuánto tiempo llevas haciendo fotos?
Durante el resto de la fiesta, hablamos sobre fotografía, arte, niños y trabajo. Hablamos sobre la vida en Pensilvania, y sobre cómo era mudarse a vivir allí desde otro lugar. Chad se había criado cerca, pero había vivido durante muchos años en California. Yo era de las afueras de Filadelfia.
—Llevas un colgante muy bonito —me dijo, después de un rato, mientras observábamos a los niños, que se estaban reuniendo debajo de la piñata.
Yo levanté la cámara para enfocar.
—Gracias. Me lo regaló mi madre.
—¿Eres judía?
Clic, clic.
—Ummm…
Él se echó a reír.
—Mi hermana es judía. Por eso te lo he preguntado.
Tomé  una  foto  de  un  niño  pequeño,  que  llevaba  una  pajarita,  y  que  estaba  aporreando  la  piñata  en forma de estrella de mar con todas sus fuerzas. No le hizo ni la más mínima mella. Entonces, miré a Chad.
—¿Tu hermana es judía, y tú no?
—Ella se convirtió después de casarse.
—Ah.
—Disculpa. No es asunto mío. Es que es poco común. El colgante, quiero decir. Llama la atención.
Yo toqué la estrella con un dedo, y dejé de hacer fotos un momento.
—Gracias. Fue uno de esos regalos que, al principio, me hizo rezongar, pero que después me puse de todos modos.
—Tengo unos cuantos jerséis de esos.
Nos echamos a reír. Hice unas cuantas fotografías más de los niños; al final, Devon, frustrado por la
falta  de  carnicería,  agarró  un  puñado  de  lazos  de  la  parte  posterior  de  la  piñata  y  se  los  entregó  a  los niños. Se suponía que todos debían tirar de los lazos y liberar los caramelos. En mi opinión, ya habían consumido suficiente azúcar, pero bueno, no era yo la que iba a tener que lidiar con ellos después.
—Entonces, ¿tu madre es judía, pero tú no?
Me giré del caos de caramelos.
—Es una larga historia, pero sí. Más o menos. No lo sé.
—Perdona  que  sea  entrometido  —dijo  Chad—.  He  estado  pensando  en  estas  cosas  últimamente, ahora  que  Leah  está  creciendo.  Queremos  que  esté  en  contacto  con  todas  las  religiones  y  las  culturas, ¿sabes? Ninguno de nosotros dos es religioso, y yo quiero que ella tenga algo más que Santa Claus y el conejo de Pascua. Luke es un agnóstico optimista.
—¿Y qué es eso?
—Alguien que no está seguro de que haya un dios, pero que espera que sí.
Volvimos  a  reírnos.  Recapacité  sobre  el  modo  en  que  florecían  a  veces  las  amistades,  en  lugares improbables, y por motivos inesperados.
—Mi  padre  es  católico  practicante.  Mi  madre  es  judía,  y  hace  unos  años  se  volvió  muy  devota.
Cuando  yo  era  pequeña,  ninguno  de  los  dos  era  nada.  Dejaron  que  yo  decidiera  lo  que  quería  cuando fuera mayor. Y ahora, cuando quiero algo… no sé qué creer.
—¿De verdad? —me preguntó Chad—. Eso es exactamente lo que yo intenté decirle a Luke, pero él no está convencido.
Los dos miramos a su compañero, un hombre muy guapo con la cabeza afeitada y una risa contagiosa.
Miré a Chad.


—¿Quieres que te dé mi opinión? Por mi experiencia, claro.
Él asintió.
—Sí, por favor.
—Dale  algo,  una  cosa  o  la  otra.  Cuando  sea  adulta,  elegirá  por  sí  misma,  con  independencia  de  lo que tú la hayas enseñado. Pero si no le das nada, tal vez no sepa qué pensar.
Él asintió de nuevo.
—Gracias, Lali.
Era fácil dar consejos, pero a mí no me servían de nada.
—Creo que a mis padres les gustaría que eligiera lo que son ellos, pero los dos son un poco…
—¿Feroces?
Me eché a reír.
—Sí. Dan miedo.
—Te  entiendo.  Después  de  que  muriera  mi  padre,  mi  madre  empezó  a  ir  a  misa  constantemente.
Siempre  había  ido,  pero  después  de  que  él  muriera…  Parecía  que  el  Papa  en  persona  la  invitaba  a  ir varias veces por semana.
—¡La tarta! —gritó Devon, y una horda de niños salió gritando hacia el salón, mientras Chad y yo nos hacíamos a un lado.
—¿Y cómo se tomó la conversión de tu hermana al judaísmo?
Chad se encogió de hombros.
—No podía hacer nada al respecto, ¿no? Tal y como has dicho tú, mi hermana eligió por sí misma.
—¿Y qué piensa tu madre ahora?
—Creo que ayuda mucho el hecho de que le caiga bien mi cuñado. Pero sé que ha encendido muchas
velas  por  el  alma  de  mi  hermana  —dijo,  en  un  tono  medio  burlón  y  medio  triste—.  Bueno,  y  por  mí también. Aunque no creo que ninguno de los dos lo necesite. Eh. Deberías conocer a mi hermana.
Se me debió de poner cara de desconcierto, porque Chad se echó a reír.
—Ella no da miedo.

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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D 

6 comentarios:

Amor y Paz :D
Si te gusta comenta y sino tambien :D