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Novela: "Al desnudo"
Capitulo 43
A mi alrededor todo era un
zumbido, y no tenía nada que ver con el vino que había tomado durante la cena. Me
había quedado mucho
más de lo
que tenía pensado,
riéndome y hablando
con mis nuevos amigos. Les había pedido prestado un Haggadah
para leer en casa, y Elle me había dado algunos libros más. Yo había vuelto a
casa canturreando Dayenu.
Cuando llegué, el coche de
Peter estaba en el aparcamiento, pero yo tenía las manos llenas de tarteras envueltas
en papel de aluminio y de libros, así que no llamé a su puerta de camino a mi
apartamento. Metí la comida en mi nevera y apilé los libros junto a mi cama.
Todo lo
que había sucedido
aquella noche me
había afectado de
un modo muy
positivo. Les había
encontrado sentido
a las oraciones,
y había comprendido
su historia. No
estaba segura de
qué pensar; solo sabía
que, de repente,
se había abierto
una puerta dentro
de mí. Que
por primera vez,
tenía la sensación de
que había empezado
a encontrar mi
camino. Me alegraba
mucho de haber
ido a la celebración de aquella noche.
Me metí en la ducha y dejé
que el agua caliente me relajara los hombros. De repente, me di cuenta de
que estaba
muy cansada y
de que tenía
que levantarme temprano
al día siguiente
para trabajar varias horas antes de ir a Foto Folks.
Incliné la cabeza hacia atrás y dejé que el agua me corriera por la cara y me
aclarara todo el jabón del pelo y del cuerpo. Después salí de la ducha y me
envolví en una toalla.
Abrí la puerta del baño, y
al ver una figura que se giraba hacia mí, se me escapó un grito.
—¡Aay! ¡Peter!
Él llevaba una camisa rosa
y unos pantalones de algodón color caqui, y tenía el pelo peinado hacia atrás.
Vi su chaqueta colgada en el respaldo de mi sofá. Y percibí el olor acre de la
marihuana.
Di un paso atrás.
—Estás en casa —dijo él.
No parecía que estuviera
colocado. No se movía con torpeza. Más bien, estaba inquieto.
—¿Qué demonios estás
haciendo? —le pregunté yo, con la mano sobre el corazón—. ¡Me has dado un susto
de muerte!
—Lo siento —dijo él, y se
acercó para darme un beso—. Entré y oí la ducha, y no pasé al baño para que no
te creyeras que era Norman Bates.
Desde tan
cerca, yo solo
olía su colonia,
y me pregunté
si me habría
imaginado el olor
de la marihuana. Lo miré a los
ojos, y me di cuenta de que no los tenía enrojecidos. Volvió a besarme, y yo solo
noté un sabor a menta en sus labios. Nada más.
—Me has asustado —repetí.
—Lo siento —dijo él, y
señaló el bajo de mi toalla—. Muy sexy.
Yo apreté los brazos a los
costados para que la toalla no se me bajara por el pecho. Estaba calada y
exhausta, y
todavía me daba
vueltas la cabeza
por todo lo
que había ocurrido
aquella noche. Por
otro lado, también me daba cuenta de que parecía que Peter acababa de
salir de una revista de moda.
—Voy a vestirme.
—Me gustas así —replicó él,
y me estrechó contra sí para besarme. Entonces, deslizó la mano por debajo de
la toalla para acariciarme la piel.
Yo me retorcí, riéndome,
para zafarme.
—¡Para! ¡Tengo que ponerme
algo!
—¿Por qué?
—Pues porque… sí.
Su sonrisa me sedujo.
Separé los muslos. Dejé que él tirara un poco de la toalla hacia abajo para ver
la curva de mi pecho, y Peter movió la mano por debajo de la toalla, hacia
arriba y hacia abajo, con tanta suavidad, que no pude protestar.
—Ven a tomar una copa de
vino —me pidió al oído.
—Peter, mañana por la
mañana tengo que trabajar. Y ya he bebido vino esta noche.
—Yo también, ¿y qué?
Nos movimos
en círculo, bailando
despacio. Yo tenía
la cabeza apoyada
en su hombro.
Estaba
descalza, así
que para alcanzarlo
tenía que ponerme
de puntillas. Al oír
su respuesta, aparté
la cabeza para mirarlo.
—¿De veras? —le pregunté.
—Sí. He tomado un par de
copas.
—Creía que no bebías.
Él se apartó también. Tenía
las manos apoyadas en mis caderas, y agarró la toalla.
—Yo nunca he dicho que no
bebiera.
—Pero nunca… Bah, no
importa. Déjalo —respondí yo. Estudié la expresión de su cara—. Creía que estabas
en una reunión, eso es todo.
—He estado en una reunión.
Era una cena. Y después quedé con unos amigos para tomar algo. ¿Te parece bien?
—Sí, sí. Lo único que pasa
es que me sorprende. No habías mencionado que hubieras quedado con amigos en
Filadelfia.
—No sabía que necesitaba tu
permiso para tomar un par de copas o quedar con mis amigos, Lali.
Yo lo olisqueé.
—Antes me pareció que olías
a marihuana.
Peter no parecía muy
culpable, pero parecía algo que yo no sabía definir.
—Me he fumado un porro.
—¿Has bebido, y has fumado
marihuana, y has vuelto a casa conduciendo?
—Me lo he fumado abajo,
mientras te esperaba —replicó él.
Yo recordé la Nochevieja,
la noche en que yo había llegado a casa y me lo había encontrado con un cigarrillo
en la mano. La primera vez que nos habíamos besado.
—Yo creía que no fumabas.
—Dejé el tabaco, pero un
porro no es… Eh, eh —dijo él, cuando yo me aparté de él por completo—.
Solo me
he fumado medio
porro, y era
pequeño. Ni siquiera
era bueno, porque
la marihuana era
muy vieja.
Yo agarré el borde de la
toalla y me la subí.
—Vaya. No sé qué decir.
Vaya…
Me di la vuelta y entré en
mi habitación para
ponerme una camiseta
y unos pantalones
de pijama.
Peter me siguió. Yo no
podía mirarlo.
—No sabía que te importara
—me dijo, al ver que no me daba la vuelta.
Me sequé suavemente los
rizos con la toalla. No sabía qué responder, pero tenía un sabor amargo en la
boca.
—Lo siento —dijo él. Sin
embargo, por su tono de voz no parecía que fuera cierto.
Entonces me giré a mirarlo.
—No es
que me importe,
exactamente. Hay mucha
gente que bebe, Peter. Y mucha
gente que fuma marihuana de vez en cuando. Sin embargo,
tú nunca lo habías hecho delante de mí. ¿Por qué ahora? ¿Por qué esta noche,
precisamente? ¿Qué es lo que te pasa últimamente?
Aquello hizo que se
estremeciera.
—Lali…
Yo alcé una mano.
—No. No me cuentes
historias. No tengo ganas de oírlas.
—¿Y cómo sabes que es una
historia, si ni siquiera la has oído?
Su sonrisa no era cálida en
aquella ocasión, y yo no podía descifrar la mirada de sus ojos. Habíamos vuelto
al comienzo de las cosas, y yo lo detestaba.
Lo miré
fijamente, y él
no vaciló. La
alegría que sentía
antes se desvaneció,
y me sentí
estúpida.
¿Cómo había
podido pensar que
por una cena,
por unas cuantas
horas, había cambiado?
¿Cómo había podido pensar que
estaba empezando a averiguar quién era de verdad?
—No quiero pelearme contigo
—le dije en voz baja.
—Yo tampoco quiero pelearme
contigo.
—Es tarde y estoy muy
cansada. Tal vez debieras volver a casa.
Se hizo un silencio pesado
entre nosotros.
—Mierda. Yo no
quería que esto
saliera así —dijo
él—. Pensé que
tomaríamos una copa
de vino cuando llegaras a casa…
Yo comencé a darme crema en
la cara, y mientras me la extendía, respondí:
—Ya te he dicho que no
quiero que nos peleemos.
—¡No me estoy peleando
contigo! —replicó Peter con exasperación. Después respiró profundamente
—. Lali, ¿te importaría
mirarme? Por favor.
Al principio,
yo no entendí
lo que veía.
La pequeña cajita
de terciopelo y
la mirada de
esperanza.
Peter se puso de rodillas
ante mí y abrió la cajita en la palma de su mano. Dentro había algo brillante,
tan brillante que me hizo dar un paso hacia atrás, y me choqué contra la
cómoda.
—Lali Esposito, ¿quieres
casarte conmigo?
—¿Qué?
Peter se incorporó y se
acercó a mí. El anillo brillaba tanto bajo la luz tenue de mi habitación, que
me di cuenta de
que era un
diamante. Por supuesto
que era un
diamante; ¿quién se
comprometía con otra joya? Peter me estaba ofreciendo un
anillo de diamantes, y me estaba pidiendo que me casara con él, y yo solo podía
mirarlo fijamente.
—¿Quieres casarte conmigo?
—me preguntó de nuevo.
Yo lo
miré a la
cara, pensando en
que iba a
decir que no. Que, pese
a lo rápidamente
que hubiera sucedido todo, y a lo
enamorada que yo estuviera de él, el matrimonio no era el paso siguiente. Que
yo ya había aceptado un anillo, y la promesa que lo acompañaba, y que todo
había terminado muy mal.
Sin embargo, las cosas eran
distintas con Peter.
—No sé qué decir…
—Di que sí, Lali —me dijo
Peter. Sacó el anillo de la cajista y me tomó la mano—. Di que sí.
Yo lo miré a los ojos, y vi
muchas cosas en su mirada. Miedo. Esperanza. Orgullo y amor. Y calor, también,
un calor familiar y deseado. Él sonrió, y sujetó el anillo sobre mi dedo, pero
no me lo puso.
Pensé en todos los motivos
que tenía para decir que no, y ninguno me pareció bueno. Así que permití
que me
deslizara aquel maravilloso
aro de platino
y diamantes en
el dedo, donde
el metal tomó rápidamente la temperatura de mi piel.
Y dije que sí.
ESPERO QUE LES GUSTE EL ULTIMO
Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D
Aaaa le pido casamientoooo
ResponderBorrarMaaaass ❤️❤️❤️
:o le pidió matrimonio, aunque pienso que hay algo que peter no le ha dicho
ResponderBorrarOoo te nias razon era una buena noticia
ResponderBorrarPero creo que van a tener problemas por lo que peter es tan cerrado
Y se estaban peliando mucho ojala no se separen
Re joder el cap con el comentario, pero es lo que pienso
sUBI : http://mimundolaliter-adaptaciones.blogspot.com/2014/01/capitulo-19.html
BorrarYo también creo k Peter le oculta algo .
ResponderBorrarD veras k su amor ,se da en copos,muy d a poquito.
Ay nc yo siento Q se Esta llendo todo al carago... si muy lindo le pidio q se case con el pero y A donde se va? Ahora Se fuma un porro cada tanto? Y el de la Aereolinea q Se Le tiro y yo no me creo Q le aya dicho q no.... Paso Algo En Ese Viaje Como Q Cambio No(?)
ResponderBorrarPd: No Nos dejes Asi Mala!! .___.
Mass
ResponderBorrarQue esta pasndo con peter
mmassss
ResponderBorrarSubi: http://mimundolaliter-adaptaciones.blogspot.com/2014/01/capitulo-22.html