sábado, 25 de enero de 2014

Capítulo 45

Novela: "Al desnudo"
Capitulo 45
—Cállate, Pablo —le dije de nuevo—. Lo quiero.                        
—Antes me querías a mí —replicó él—. ¿Qué ha pasado con eso?
—Ya sabes lo que pasó.
—En Nochevieja todavía me querías. Eso fue hace pocos meses. No puedes dejar de querer a alguien tan rápidamente.
—Puedes dejar de querer a alguien en un segundo —dije yo.
Él dio un paso hacia mí.
—Siento haberte hecho daño, La. Haría cualquier cosa por recuperar lo que teníamos.
Yo me eché hacia atrás y sentí en la espalda el metal frío del coche.
—¿Me estás tomando el pelo, Pablo?
—No, no. Sé que lo he destrozado todo, y lo siento…
Yo le puse una mano sobre el hombro.
—Yo siempre sentiré afecto por ti, Pablo. Eso lo sabes. Siento lo que os ha ocurrido a Teddy y a ti, y sé que ahora estás sufriendo. Sin embargo, lo que pasó entre nosotros es algo del pasado. Yo no tengo resentimiento hacia ti.
Él se acercó más y se colocó para recibir un abrazo. Al principio, yo no se lo di, hasta que solo tuve esa opción si no quería empujarlo para apartarlo de mí. No duró mucho, y como yo no me derretí contra él, debió de sentir mi reticencia. Entonces, retrocedió.
—¿Crees que… que podrías…?
Me quedé mirándolo, y me eché a reír. Eso le dolió más que ninguna otra cosa que le hubiera dicho hasta el momento. Me di cuenta porque su boca se curvó hacia abajo, y frunció los labios.
—¿Volver contigo? No me estarás preguntando eso, ¿verdad, Pablo?
—Teddy me dijo que fue por ti…
—¿Qué? ¿Que Teddy te ha dicho que es culpa mía? ¿Y cómo puede ser eso?
—No, no que sea culpa tuya, sino por ti. Por cómo fueron las cosas entre nosotros, y por lo que pasó en  Nochevieja.  Teddy  dijo  que  yo  estaba  muy  disgustado  por  lo  que  ocurrió,  y  que  por  eso  estaba haciendo todas las tonterías que hice.
—Pues se equivoca.
Pablo se encogió de hombros.
—He pensado mucho en lo que me dijiste aquella noche, La. He pensado mucho en cómo me sentí, en que me puse celoso de otro hombre porque él había conseguido lo que yo había podido tener, pero que no conservé cuando tuve la oportunidad.
Yo alcé una mano.
—No te creas que soy tu segundo plato, ¿eh? Solo porque tú quieras acostarte con alguien, o quieras que te consuelen, o lo que sea.
—No estoy interesado solo en el sexo.
Me quedé mirándolo con estupefacción.
—Entonces, ¿ya no te gustan los hombres? ¿Has vuelto a las mujeres? ¿O solo a mí?
Pablo abrió la boca para hablar, pero después la cerró. No tenía nada que decir. Bajó la cabeza. Era la primera vez que lo veía avergonzado.
Esperé a que hablara, o a que se diera la vuelta para poder irme. Él habló.
—Yo sería mejor contigo de lo que es él.
—¿Y cómo lo sabes?
—Nos conocemos desde hace mucho más tiempo.
Me eché a reír.
—¿Y eso qué importa?
Por fin, me miró a los ojos. Parecía decidido.
—No  me  importa  que  sigas  viéndote  con  él.  Creo  que  deberíamos  intentarlo  el  uno  con  el  otro.
Admite, La, que tú siempre te preguntarías cómo podían haber sido las cosas conmigo.
—¿Y  que  tú  te  preguntarás  lo  mismo  sobre  mí?  —pregunté  con  incredulidad.  Me  asombraba  su audacia—. Tuviste una oportunidad hace mucho tiempo, pero no la quisiste. No puedes hacer que me crea que la quieres ahora.
—Y yo no puedo creer que te vayas a casar con él.
—¿Por qué?
—Tú ya sabes por qué —dijo él.
Yo suspiré con cansancio.

—¿Sabes, Pablo? Peter nunca me ha mentido sobre lo que es, ni sobre lo que ha hecho, que es mucho más de lo que puedo decir sobre ti. Siento que hayan roto Teddy y tú, y siento que nosotros ya no seamos amigos. De verdad, lo siento.
Él se cruzó de brazos.
—Sabes que me acosté con él.
—Sí, Pablo. Sé lo que hiciste con él.
Pablo se estremeció.
—Bueno, tal vez sea ese el motivo por el que él te gusta tanto.
—No me gusta. Lo quiero —dije, y me di la vuelta hacia mi coche—. Vete a la mierda, Pablo.
—Él puede ser parte de lo nuestro, si quieres. Yo estaría dispuesto a acostarme de nuevo con él. Es muy bueno en la cama.
—¿Cómo? —pregunté yo, con una náusea en la garganta.
Pablo se estremeció de nuevo. Yo intenté recordar cuánto lo había querido, y cuánto me hacía reír. Era difícil acordarme de los buenos tiempos en aquel momento, con la verdad desnuda ante la cara. Pero sí habían existido esos buenos tiempos, y Pablo había sido mi amigo. Yo no conocía al hombre que tenía enfrente, y me pregunté si lo había conocido alguna vez.
—No me utilices para sentirte mejor —le dije—. Ni para demostrarte a ti mismo que eres algo que no  eres.  Maldita  sea,  Pablo,  no  te  escondas  de  ti  mismo  porque  creas  que  es  más  fácil. Y  no  intentes usarme. No soy tu segunda oportunidad. Eso no es amor; es egoísmo.
Pablo se desmoronó ante mí.
—Lo siento, La. No sé por qué he dicho nada de esto. Lo que ocurre es que te echo de menos con todas mis fuerzas. Nunca había estado tanto tiempo sin hablar contigo. ¡Nunca quise que dejáramos de ser amigos!
—Entonces, ¿te ofreces para acostarte conmigo y con mi prometido?
Él se encogió de hombros y se pasó la mano por la cara.
—Todo es un lío para mí. Ya no sé lo que estoy haciendo, ni por qué.


Ya había oído antes aquella historia, cuando me planté ante él con el anillo que me había regalado en la palma de la mano.
—No puedo ayudarte, Pablo. Lo siento. Tendrás que hacer esto sin mí.
Entonces, entré en el coche y me marché.
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—Podría acostumbrarme con toda facilidad a esta vida doméstica —dije, mientras tomaba un palito de zanahoria para hundirla en el cuenco de hummus—. ¿Qué tal ha sido tu día? —le pregunté a Peter, que estaba sentado frente a mí, cortando rebanadas de pan.
—Muy bien. Toma, prueba esto —me dijo, y empujó hacia mí un plato con aceite de oliva dorado—.
Es aceite con aroma a ajo.
—Ummm. ¿Dónde lo has comprado?
—Lo he hecho yo —respondió, y  me  sonrió  antes  de  levantarse  y  volver  a  la  cocina,  donde  estaba hirviendo la pasta.
Yo probé el pan mojado en el aceite. Gemí.
—Vaya.
—¿Está bueno?
Peter echó la pasta en un colador de metal que yo no había visto nunca.
—Delicioso —dije yo. Paseé la mirada por el apartamento y me fijé en algunas cosas nuevas—. ¿Has ido de compras hoy?
—Sí.  He  ido  a  King  of  Prussia  —dijo,  mientras  servía  la  pasta  en  una  fuente.  Después  le  añadió queso rallado, piñones y aceite.
—¿Tienes hambre?
—Sí. Mucha. Hoy hemos tenido tanto trabajo que ni siquiera he podido comer un sándwich. ¿Y por qué te has ido hasta King of Prussia?
—Eh… Porque es el único centro comercial al que merece la pena ir —dijo Peter, mientras ponía la pasta sobre la mesa—. Toma la ensalada, por favor.
El cuenco de la ensalada también parecía nuevo.
—¿De dónde es?
—De Ikea.
—¡Vaya,  has  ido  a  todas  partes!  —exclamé  yo,  muerta  de  envidia—.  Hace  siglos  que  yo  no  voy  a
Ikea.
—Podemos ir este fin de semana, si quieres.
—Tengo que trabajar el sábado, y todavía me quedan algunos encargos de clientes que terminar.
Él frunció el ceño.
—Vaya. ¿No puedes cambiar el turno, o algo así?
—No. Tengo que trabajar los sábados, ya te lo he dicho.
Me levanté para tomar la cesta del pan y volví a la mesa.
Peter ya me había servido pasta y ensalada en el plato, y yo me sentí afortunada. Era un gran cocinero, mucho mejor que yo. Me incliné y le di un beso antes de sentarme en mi sitio.
—Gracias —dije.
—¿Por qué?
—Por ser tan maravilloso.
Él sonrió.
—Me  parece  que  ya  sé  cuál  es  el  camino  más  corto  hacia  tu  corazón  —dijo—.  A  través  de  tu estómago.
Yo le acaricié la pantorrilla con el pie descalzo.
—Y a través de otros lugares.
Él se rio.
—Bueno, gracias. A ti tampoco se te da mal.
Comimos y charlamos sobre lo que habíamos hecho aquel día. Su jornada, aparte de las compras, era corriente.  Una  videoconferencia  durante  el  trayecto  al  centro  comercial,  unos  cuantos  correos electrónicos. Tenía más viajes previstos. El trabajo terminaría dentro de un mes.
—Y entonces, ¿qué? —le pregunté.
—Entonces… encontraré otro proyecto, supongo.
Yo tragué un poco de pan con queso y un trago de vino tinto que Peter no había probado.
—¿Tienes algo en perspectiva?
Él se encogió de hombros y se limpió los labios con la servilleta; después bebió agua. Mirar a Peter era como ver una película. Todo lo que hacía era tan fluido y tan perfecto… Yo me había echado aceite en la pechera. A él ni siquiera le brillaban los labios.
—Tal vez se queden conmigo, quién sabe —dijo.
—Es agradable ver que te lo tomas con tanta despreocupación.
Él hizo una pausa y me dedicó toda su atención.
—Sé cómo tengo que trabajar, Lali.
—Ya  lo  sé.  No  he  dicho  que  no  sepas.  Solo  quería  decir  que  no  parece  que  te  preocupe  mucho  no encontrar otro trabajo. Yo estaría angustiada.
—Yo tengo dinero.
—Sé  que  tienes  dinero  —respondí  pacientemente—.  Pero  de  todos  modos…  deberías  tener  un trabajo.
—Si no trabajo, podré quedarme en casa todo el día y ser tu chico para todo —dijo. Pasó un dedo por el aceite de su plato y después lo lamió de una forma sugerente.
Me estaba tomando el pelo, pero aquel pequeño gesto hizo que yo sintiera calor por todo el cuerpo.
—Ah, ¿de veras?
—Sí, claro. Tú vendrás a casa a cenar todas las noches, y yo seré una mamá perfecta.
Nunca habíamos hablado de tener niños, ni siquiera cuando yo le había contado lo de Pippa. La idea de tener un hijo con mis rizos y los ojos grises de Peter me parecía increíble y lejana, pero una vez que había pensado en ello, era imposible no desearlo.

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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D 

7 comentarios:

  1. Geniaaa, tus noves son geniales x eso las leemos siempre!
    Maass novee
    Q boludi pablooo

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  2. Maaaaaaassss!! accion laliterrr!!!

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  3. E·spero más!!!!1.
    Parece k LAli cambió d opinión.
    Laaargo Pablito ,fuiste!!!!

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  4. Hola! Hace mucho Que no firmó porque ahora me gasta el crédito Internet desde el celu pero igual leo todos los capítulos entro una vez a la semana! Besos Naara

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  5. Mmmmaasssz
    Gracias por comentar siempre en mi blog :D

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  6. Soy Maríaa! ME ENCANTA!!! Quiero máaaaas!!!!
    Tq!!!!
    Pasate novesdepeterylali.blogspot.com

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Amor y Paz :D
Si te gusta comenta y sino tambien :D