PERDONEN EN SERIO QUE NO SUBÍ ANTES. Mi mejor amigo, Ramón, tuvo un accidente y me quede con el todo el tiempo. Además la escuela y todo eso, no pude subir perdón.
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Novela: "Al desnudo"
Capitulo 54
Llegamos muy tarde a casa, y yo me metí directamente en la cama. Dejé a Peter durmiendo allí a la mañana siguiente, porque me desperté temprano y subí al estudio para retomar todas las tareas que había pospuesto para poder tomarme libre aquel fin de semana. Me quedé absorta con la minucia de retocar unas fotografías que iba a utilizar para el folleto de un spa local. Había hecho varias fotografías de Sarah en diferentes poses, y superponiendo su imagen en varios fondos, quería dar la impresión de que gastar dinero en aquel spa en particular era el equivalente a pagarse unas vacaciones en un lugar exótico.
Comparado con las vacaciones que yo acababa de tener, cualquier cosa me parecía exótica y lujosa.
Tenía que hacer el turno de noche en Foto Folks. Tenía que hacer montañas de lavadoras, y tenía que hacer recados. Tenía que organizar mi semana. Con solo pensar en aquella lista de tareas, me quedaba paralizada a causa de la indecisión. Miraba fijamente el monitor y tecleaba, pero no podía concentrarme.
Creo que es posible mirar atrás y señalar el momento exacto en el que algo bueno se convierte en un horror ante tus ojos. Sé por experiencia que también es posible saber que va a ocurrir antes de que ocurra. Yo no quería que aquello terminara. No quería perder a Peter, y no quería separarme de él.
Pero sabía que iba a hacerlo.
Él me llevó el café y yo casi no le dije nada. Me besó la coronilla y me acarició el cuello con la nariz, pero yo no dije nada. Cerré los ojos y sentí sus caricias, oí su respiración suave. Me aparté. Él suspiró con resignación.
—Estás cabreada.
Hice clic con el ratón para cerrar el proyecto. La ventana de diálogo me preguntó si quería guardar los cambios detectados en el documento, y le dije que no. Aunque había pasado unas horas trabajando en aquel folleto, lo había dejado peor que al principio. Había perdido el tiempo, pero había aprendido una lección.
Me giré hacia Peter.
—Tenemos que hablar.
Él entornó los ojos ligeramente, y frunció los labios. Asintió y tomó una silla que situó frente a mí. Se sentó. Todavía no se había duchado, ni vestido. Llevaba los pantalones del pijama y tenía el pelo revuelto. Todo me invitaba a acariciarlo.
Todo en él seguía seduciéndome, y tuve que apartar la vista.
—Lo siento —dijo Peter—. Sé que mi padre es un imbécil. Lo siento.
A mí se me cortó la respiración. Sentí una opresión en la garganta, y giré la cabeza tan rápidamente hacia él que el pelo me golpeó las mejillas. Creí que me estaba tomando el pelo, pero con solo mirarlo a la cara me di cuenta de que no se había enterado de nada.
—No me importa un pimiento tu padre, Peter.
—Entonces… ¿por qué estás tan enfadada?
Me puse en pie para alejarme de él. Debía mantener las distancias. Él no podía alcanzarme, y yo no podía alcanzarlo a él. No debía tocarlo.
—¿Cómo pudiste llevarme a esa casa y presentarme a esa gente sin decirme la verdad? ¿Cómo pudiste presentármela sin decirme antes quién era?
—¿Quién?
—Anne —dije con tirantez.
Su expresión se volvió reservada, vacía, e inmediatamente supe que había tocado en una fibra sensible.
—Anne es la mujer de Jamie —dijo él, recalcando la palabra «mujer».
—Y Jamie —dije yo—. Por el amor de Dios, Peter. ¿Es que pensabas que no me iba a dar cuenta? ¿Pensabas que no lo iba a adivinar?
—Jamie es mi amigo —dijo él, mirándome con intensidad—. Mi mejor amigo.
—¿Y Anne? ¿Qué es Anne? Me llevaste a su casa sin decirme que te habías acostado con ella, y me dejaste plantada para largarte con tu mejor amigo. Me sentí como una idiota. ¿No entiendes por qué era importante que me dijeras que te has acostado con la mujer de tu mejor amigo?
Él abrió la boca, y después la cerró. Irguió los hombros anchos y se puso las manos en las caderas.
—Lo siento. No fue… así.
—¿Y cómo fue, entonces?
Por primera vez durante aquella conversación, Peter bajó la mirada.
Yo di un paso atrás. Me dolía el estómago. Me dolía el corazón.
—Tú… la quieres.
—No —dijo él, al instante—. Ya no. Y no como a ti.
Tragué saliva.
—¿Y se supone que con eso tengo que sentirme mejor?
—¡Sí!
Podría haber extendido el brazo, y él podría haber extendido el suyo, y podríamos habernos tocado.
Pero no lo hicimos. Había un gran espacio entre nosotros, e iba a agrandarse aún más.
—Tú has amado a una mujer a la que no me has mencionado nunca. Me has dado una lista completa de toda la gente con la que te has acostado, pero a ella no la has nombrado ni una sola vez. A la que has querido.
—Yo… —Alex se encogió de hombros con impotencia. Se rascó la cabeza y se revolvió el pelo—. ¿Y qué importa a quién quisiera antes, siempre y cuando tú seas a la que quiero ahora?
Aquello iba más allá que una exnovia.
—¿Y sabe tu mejor amigo que te acostaste con su mujer?
—Sí. Lo sabe.
Yo tragué de nuevo. Peter me había dicho muchas veces que siempre me contaría la verdad, si yo se la preguntaba, y me había pasado demasiado tiempo sin preguntar nada.
—Mírame.
Él me miró. Yo había visto muchas veces a Peter con los ojos neutrales, con una expresión neutral. En aquel momento no lo hizo. Me dio todo aquello que yo no le había pedido, y yo no pude fingir que no lo veía.
Pensé en dos hombres que estaban demasiado juntos el uno del otro como para que entre ellos solo hubiera amistad. Pensé en Anne, en cómo los seguía con la mirada, sabiendo y aceptando que… Y, amando, pese a lo que sabía.
Yo no podía ser esa mujer.
Y no podía seguir sin hacer preguntas.
—¿Los tres?
Él asintió.
—Sí.
—¿Cuánto tiempo?
—Unos meses. Fue hace años. Ya ha terminado todo, Lali. Te lo juro, ha terminado.
Eso lo sabía sin que él tuviera que decírmelo. Lo había visto en la cara de Anne cuando la miraba, y lo había oído en su voz cuando me decía que lo quisiera de todos modos.
—¿Y por qué no me lo habías contado?
Él se pasó una mano por el pelo.
—Porque no creía que fueras a entenderlo.
—¿Es ella el motivo por el que no habías vuelto a tu casa durante tanto tiempo?
—Sí. Lo de mi familia no se va a pasar nunca. Pero lo que pasó con Jamie…
—Y con Anne —dije yo.
—Sí. Con Anne. Pensé que no debía volver. Pero entonces te conocí, Lali —dijo Peter—. Te quiero. Quiero construir mi vida contigo. Y no quiero dejar de ver a Jamie, pero… no lo veré más, si tú no quieres.
Yo no podía pedirle que hiciera eso. Tragué saliva una vez más. Me dolía la garganta de contener las lágrimas.
—Deberías habérmelo contado de todos modos. Me habría disgustado, pero eso habría sido mejor que enterarme de todo como lo he hecho. Me he sentido como una estúpida, Peter.
—Lo sé. Lo siento. Lo siento de verdad.
Lo creía, pero eso no tenía importancia. Miré el anillo que brillaba en mi dedo anular, y lo hice girar con el pulgar y el índice. Entonces miré a Peter, y lo vi de verdad, con nada entre nosotros, salvo la verdad.
—¿Lo quieres?
Él titubeó.
—Sí. Pero nunca me he acostado con él, Lali. Te lo juro.
—¿Y quieres hacerlo?
Entonces, él se acercó a mí.
—No. Ya no.
—¿Y él quiere acostarse contigo?
—Jamie —dijo Peter— sabe cuándo tiene que parar. Mira, Lali… Jamie y yo… somos un par de bobos cuando estamos juntos. Sé que podemos ser muy tontos.
Yo los había visto juntos, y sabía que había algo más que una amistad entre ellos. Siempre lo había habido, y siempre lo habría. Y, al contrario que Anne, yo no estaba segura de poder quedarme mirando lo que pasaba.
—¿Cam es tuyo?
Peter no dijo nada, aunque se quedó boquiabierto. Cabeceó y se pasó una mano por el pelo, y terminó agarrándose la nuca. Se paseó de un lado a otro.
—No. Cómo… Mierda, no. Ese niño es de Jamie.
—Se parece a ti.
Peter se giró para mirarme.
—No es mío.
—¿Estás seguro?
—Tendría que contar los meses —dijo él, casi de un modo sarcástico—, pero sí, estoy bastante seguro. Y, aunque fuera mío, Lali… ese niño no es mi hijo.
A mí se me escapó un quejido.
—¿Cómo puedes decir eso?
—Tú, precisamente, deberías entenderlo.
Entonces se me cayeron las lágrimas por las mejillas, y él se alarmó.
—Lali…
—No puedo hacer esto, Peter. Pensé que podría. Pensé que no me importaría, pero me importa.
Él exhaló un suspiro.
—No lo entiendo.
Yo me quité el anillo y se lo tendí en la palma de la mano. Él se quedó mirándolo. Yo vi que tragaba saliva, pero no hizo ni el más mínimo movimiento para tomar el anillo.
—Pensaba que contigo sería distinto. Quería que lo fuera.
—Es diferente conmigo —dijo él—. Tú sabes que lo es.
—No lo suficiente —repliqué yo, y dejé el anillo en la mesa.
—¿Estás rompiendo conmigo?
Peter se puso muy tenso. Sus ojos se volvieron fríos, y apretó los puños a ambos lados del cuerpo.
—¿Me dejas por algo que te hizo otra persona? ¿Por las mentiras que te contó otro? ¿Me vas a hacer pagar los pecados de otro? Yo nunca te he mentido —dijo Peter en un tono glacial—. Lo sabes todo sobre mí. Y pensé que… pensé que me entenderías. Que tú, precisamente, ibas a entenderme.
—¿Pensabas que podría querer a otro hombre gay porque quise a Pablo? —le pregunté—. ¿Pensabas que todo iba a ser tan fácil?
—Pensaba —respondió él— que podrías quererme a mí.
—Siempre me preguntaría si yo soy suficiente.
No me sentí orgullosa al ver que mis palabras lo habían destrozado. Peter dio un paso atrás, hacia la puerta. Vi sus pies descalzos. No podía soportar mirarlos.
De repente, todo había quedado desnudo entre nosotros. Terriblemente desnudo.
Peter se detuvo con la mano en el pomo de la puerta.
—Acostarme con hombres no me convierte en gay, del mismo modo que acostarme con mujeres no me convierte en heterosexual. Puedes confiar en mí, o no confiar. Yo no puedo hacer otra cosa que quererte, Lali.
—Te envidio —le dije.
—¿Por qué?
—Porque sabes exactamente quién eres. Y yo no tengo ni idea de quién soy.
—Pero… ¿cómo puedes pensar de verdad que no eres suficiente?
—Porque nunca lo he sido —dije—. Nunca he sido suficiente de una cosa ni de la otra. No sé cómo ser suficiente, Peter. No sé quién soy, ni quién debería ser.
Peter se acercó a la mesa y tomó el anillo. Me lo puso en la mano y cerró el puño alrededor de mis dedos.
—Entonces, deja que te ayude a averiguarlo.
______________________________
Sombras y luz. Verdad y mentiras. Yo no quería que aquello terminara, ni él tampoco.
—No tienes por qué elegir, ¿sabes? —me dijo al oído, antes de besarme la garganta, la clavícula, el pecho. Tiró de uno de mis pezones con los labios, y yo suspiré—. No tienes por qué ser solo una cosa, Lali.
—No estoy segura de si podría serlo, aunque lo intentara —dije yo, mientras le acariciaba el pelo—. Pero, ¿y tú?
Él sonrió, y se apoyó sobre un codo. Pasó la mano por mi vientre desnudo.
—Te he elegido a ti. He sido un imbécil casi toda mi vida, Lali, pero te juro que seré un imbécil fiel.
Yo me eché a reír y a llorar al mismo tiempo. El anillo brilló en mi dedo cuando le acaricié el pelo una vez más.
—Confío en ti.
—Bien.
—Pero el resto… lo de casarnos en una iglesia, o…
—Nos casaremos cuando tú quieras, y donde quieras. En eso soy muy fácil.
Yo levanté un poco las sábanas y miré su erección en broma.
—Eres fácil sin más.
—Sí —dijo él, y me besó suavemente, y después un poco más fuerte, mientras me acariciaba.
Yo lo detuve un instante, lo justo para poder tomar su cara entre las manos y mirarlo a los ojos.
—¿Recuerdas cuando me dijiste que esto sería más fácil?
—Sí.
—Siento que no lo sea.
Peter me pasó el dedo por el estómago, y después posó la palma de la mano sobre él.
—Yo no.
—¿No?
—No. No hay nada que merezca la pena y sea fácil a la vez.
—Vaya, eres un filósofo.
Él me besó en el estómago, justo en el lugar que acababa de acariciarme.
—Digamos que me he pasado mucho tiempo estropeando las cosas. No quiero hacerlo más. Quiero que esto funcione.
—Yo también.
Me besó de nuevo, suavemente, sobre el ombligo.
—Trato hecho.
—Eso me gusta —susurré yo—. Hazlo otra vez, un poco más abajo.
Él me complació. Entonces siguió bajando, hasta que me mordisqueó el muslo. Después me lamió el
clítoris e hizo que yo me retorciera, y me mantuvo inmóvil mientras me besaba, me acariciaba y me succionaba. Pero no permitió que yo llegara al orgasmo.
Eso lo dejó para después, cuando estaba dentro de mí, apoyado sobre las manos para no aplastarme.
Lo besé, y probé su sudor. Sabía bien.
Más tarde, cuando hubimos terminado, me tumbé boca arriba y miré al techo.
—Te quiero, Peter.
Él me respondió con la voz somnolienta.
—Yo también te quiero. Todo va a salir bien, Lali. No importa lo que pase, saldrá bien. ¿De acuerdo?
Ya estaba dormido cuando yo me levanté de la cama y tomé la cámara de la cómoda. Peter no se movió cuando le hice la primera fotografía, ni la segunda. Sin embargo, se movió cuando volví a subir a
la cama y sujeté la cámara con el brazo estirado, enfocando hacia abajo, haciendo clic para capturar aquel momento.
Había sombras, así que estábamos a medias en la luz, y a medias en la oscuridad. Y había un borrón en una esquina, una forma que podría haber sido la de una mujer, si se la miraba de cerca. En aquella fotografía había demasiadas capas y demasiadas cosas que ver.
Peter abrió los ojos y me miró, y yo dejé la cámara en la mesilla.
Yo no tenía que decidir si era una cosa o la otra. Si era ambas cosas o ninguna. Todo y nada. Está bien luchar por encontrar nuestro lugar en el mundo, y por encontrar a una persona que nos acepte tal y como somos. Algunas veces nos vestimos con muchas capas, y esas capas solo caen al final, y nos dejan tal y como deberíamos estar.
Desnudos.
Comparado con las vacaciones que yo acababa de tener, cualquier cosa me parecía exótica y lujosa.
Tenía que hacer el turno de noche en Foto Folks. Tenía que hacer montañas de lavadoras, y tenía que hacer recados. Tenía que organizar mi semana. Con solo pensar en aquella lista de tareas, me quedaba paralizada a causa de la indecisión. Miraba fijamente el monitor y tecleaba, pero no podía concentrarme.
Creo que es posible mirar atrás y señalar el momento exacto en el que algo bueno se convierte en un horror ante tus ojos. Sé por experiencia que también es posible saber que va a ocurrir antes de que ocurra. Yo no quería que aquello terminara. No quería perder a Peter, y no quería separarme de él.
Pero sabía que iba a hacerlo.
Él me llevó el café y yo casi no le dije nada. Me besó la coronilla y me acarició el cuello con la nariz, pero yo no dije nada. Cerré los ojos y sentí sus caricias, oí su respiración suave. Me aparté. Él suspiró con resignación.
—Estás cabreada.
Hice clic con el ratón para cerrar el proyecto. La ventana de diálogo me preguntó si quería guardar los cambios detectados en el documento, y le dije que no. Aunque había pasado unas horas trabajando en aquel folleto, lo había dejado peor que al principio. Había perdido el tiempo, pero había aprendido una lección.
Me giré hacia Peter.
—Tenemos que hablar.
Él entornó los ojos ligeramente, y frunció los labios. Asintió y tomó una silla que situó frente a mí. Se sentó. Todavía no se había duchado, ni vestido. Llevaba los pantalones del pijama y tenía el pelo revuelto. Todo me invitaba a acariciarlo.
Todo en él seguía seduciéndome, y tuve que apartar la vista.
—Lo siento —dijo Peter—. Sé que mi padre es un imbécil. Lo siento.
A mí se me cortó la respiración. Sentí una opresión en la garganta, y giré la cabeza tan rápidamente hacia él que el pelo me golpeó las mejillas. Creí que me estaba tomando el pelo, pero con solo mirarlo a la cara me di cuenta de que no se había enterado de nada.
—No me importa un pimiento tu padre, Peter.
—Entonces… ¿por qué estás tan enfadada?
Me puse en pie para alejarme de él. Debía mantener las distancias. Él no podía alcanzarme, y yo no podía alcanzarlo a él. No debía tocarlo.
—¿Cómo pudiste llevarme a esa casa y presentarme a esa gente sin decirme la verdad? ¿Cómo pudiste presentármela sin decirme antes quién era?
—¿Quién?
—Anne —dije con tirantez.
Su expresión se volvió reservada, vacía, e inmediatamente supe que había tocado en una fibra sensible.
—Anne es la mujer de Jamie —dijo él, recalcando la palabra «mujer».
—Y Jamie —dije yo—. Por el amor de Dios, Peter. ¿Es que pensabas que no me iba a dar cuenta? ¿Pensabas que no lo iba a adivinar?
—Jamie es mi amigo —dijo él, mirándome con intensidad—. Mi mejor amigo.
—¿Y Anne? ¿Qué es Anne? Me llevaste a su casa sin decirme que te habías acostado con ella, y me dejaste plantada para largarte con tu mejor amigo. Me sentí como una idiota. ¿No entiendes por qué era importante que me dijeras que te has acostado con la mujer de tu mejor amigo?
Él abrió la boca, y después la cerró. Irguió los hombros anchos y se puso las manos en las caderas.
—Lo siento. No fue… así.
—¿Y cómo fue, entonces?
Por primera vez durante aquella conversación, Peter bajó la mirada.
Yo di un paso atrás. Me dolía el estómago. Me dolía el corazón.
—Tú… la quieres.
—No —dijo él, al instante—. Ya no. Y no como a ti.
Tragué saliva.
—¿Y se supone que con eso tengo que sentirme mejor?
—¡Sí!
Podría haber extendido el brazo, y él podría haber extendido el suyo, y podríamos habernos tocado.
Pero no lo hicimos. Había un gran espacio entre nosotros, e iba a agrandarse aún más.
—Tú has amado a una mujer a la que no me has mencionado nunca. Me has dado una lista completa de toda la gente con la que te has acostado, pero a ella no la has nombrado ni una sola vez. A la que has querido.
—Yo… —Alex se encogió de hombros con impotencia. Se rascó la cabeza y se revolvió el pelo—. ¿Y qué importa a quién quisiera antes, siempre y cuando tú seas a la que quiero ahora?
Aquello iba más allá que una exnovia.
—¿Y sabe tu mejor amigo que te acostaste con su mujer?
—Sí. Lo sabe.
Yo tragué de nuevo. Peter me había dicho muchas veces que siempre me contaría la verdad, si yo se la preguntaba, y me había pasado demasiado tiempo sin preguntar nada.
—Mírame.
Él me miró. Yo había visto muchas veces a Peter con los ojos neutrales, con una expresión neutral. En aquel momento no lo hizo. Me dio todo aquello que yo no le había pedido, y yo no pude fingir que no lo veía.
Pensé en dos hombres que estaban demasiado juntos el uno del otro como para que entre ellos solo hubiera amistad. Pensé en Anne, en cómo los seguía con la mirada, sabiendo y aceptando que… Y, amando, pese a lo que sabía.
Yo no podía ser esa mujer.
Y no podía seguir sin hacer preguntas.
—¿Los tres?
Él asintió.
—Sí.
—¿Cuánto tiempo?
—Unos meses. Fue hace años. Ya ha terminado todo, Lali. Te lo juro, ha terminado.
Eso lo sabía sin que él tuviera que decírmelo. Lo había visto en la cara de Anne cuando la miraba, y lo había oído en su voz cuando me decía que lo quisiera de todos modos.
—¿Y por qué no me lo habías contado?
Él se pasó una mano por el pelo.
—Porque no creía que fueras a entenderlo.
—¿Es ella el motivo por el que no habías vuelto a tu casa durante tanto tiempo?
—Sí. Lo de mi familia no se va a pasar nunca. Pero lo que pasó con Jamie…
—Y con Anne —dije yo.
—Sí. Con Anne. Pensé que no debía volver. Pero entonces te conocí, Lali —dijo Peter—. Te quiero. Quiero construir mi vida contigo. Y no quiero dejar de ver a Jamie, pero… no lo veré más, si tú no quieres.
Yo no podía pedirle que hiciera eso. Tragué saliva una vez más. Me dolía la garganta de contener las lágrimas.
—Deberías habérmelo contado de todos modos. Me habría disgustado, pero eso habría sido mejor que enterarme de todo como lo he hecho. Me he sentido como una estúpida, Peter.
—Lo sé. Lo siento. Lo siento de verdad.
Lo creía, pero eso no tenía importancia. Miré el anillo que brillaba en mi dedo anular, y lo hice girar con el pulgar y el índice. Entonces miré a Peter, y lo vi de verdad, con nada entre nosotros, salvo la verdad.
—¿Lo quieres?
Él titubeó.
—Sí. Pero nunca me he acostado con él, Lali. Te lo juro.
—¿Y quieres hacerlo?
Entonces, él se acercó a mí.
—No. Ya no.
—¿Y él quiere acostarse contigo?
—Jamie —dijo Peter— sabe cuándo tiene que parar. Mira, Lali… Jamie y yo… somos un par de bobos cuando estamos juntos. Sé que podemos ser muy tontos.
Yo los había visto juntos, y sabía que había algo más que una amistad entre ellos. Siempre lo había habido, y siempre lo habría. Y, al contrario que Anne, yo no estaba segura de poder quedarme mirando lo que pasaba.
—¿Cam es tuyo?
Peter no dijo nada, aunque se quedó boquiabierto. Cabeceó y se pasó una mano por el pelo, y terminó agarrándose la nuca. Se paseó de un lado a otro.
—No. Cómo… Mierda, no. Ese niño es de Jamie.
—Se parece a ti.
Peter se giró para mirarme.
—No es mío.
—¿Estás seguro?
—Tendría que contar los meses —dijo él, casi de un modo sarcástico—, pero sí, estoy bastante seguro. Y, aunque fuera mío, Lali… ese niño no es mi hijo.
A mí se me escapó un quejido.
—¿Cómo puedes decir eso?
—Tú, precisamente, deberías entenderlo.
Entonces se me cayeron las lágrimas por las mejillas, y él se alarmó.
—Lali…
—No puedo hacer esto, Peter. Pensé que podría. Pensé que no me importaría, pero me importa.
Él exhaló un suspiro.
—No lo entiendo.
Yo me quité el anillo y se lo tendí en la palma de la mano. Él se quedó mirándolo. Yo vi que tragaba saliva, pero no hizo ni el más mínimo movimiento para tomar el anillo.
—Pensaba que contigo sería distinto. Quería que lo fuera.
—Es diferente conmigo —dijo él—. Tú sabes que lo es.
—No lo suficiente —repliqué yo, y dejé el anillo en la mesa.
—¿Estás rompiendo conmigo?
Peter se puso muy tenso. Sus ojos se volvieron fríos, y apretó los puños a ambos lados del cuerpo.
—¿Me dejas por algo que te hizo otra persona? ¿Por las mentiras que te contó otro? ¿Me vas a hacer pagar los pecados de otro? Yo nunca te he mentido —dijo Peter en un tono glacial—. Lo sabes todo sobre mí. Y pensé que… pensé que me entenderías. Que tú, precisamente, ibas a entenderme.
—¿Pensabas que podría querer a otro hombre gay porque quise a Pablo? —le pregunté—. ¿Pensabas que todo iba a ser tan fácil?
—Pensaba —respondió él— que podrías quererme a mí.
—Siempre me preguntaría si yo soy suficiente.
No me sentí orgullosa al ver que mis palabras lo habían destrozado. Peter dio un paso atrás, hacia la puerta. Vi sus pies descalzos. No podía soportar mirarlos.
De repente, todo había quedado desnudo entre nosotros. Terriblemente desnudo.
Peter se detuvo con la mano en el pomo de la puerta.
—Acostarme con hombres no me convierte en gay, del mismo modo que acostarme con mujeres no me convierte en heterosexual. Puedes confiar en mí, o no confiar. Yo no puedo hacer otra cosa que quererte, Lali.
—Te envidio —le dije.
—¿Por qué?
—Porque sabes exactamente quién eres. Y yo no tengo ni idea de quién soy.
—Pero… ¿cómo puedes pensar de verdad que no eres suficiente?
—Porque nunca lo he sido —dije—. Nunca he sido suficiente de una cosa ni de la otra. No sé cómo ser suficiente, Peter. No sé quién soy, ni quién debería ser.
Peter se acercó a la mesa y tomó el anillo. Me lo puso en la mano y cerró el puño alrededor de mis dedos.
—Entonces, deja que te ayude a averiguarlo.
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Sombras y luz. Verdad y mentiras. Yo no quería que aquello terminara, ni él tampoco.
—No tienes por qué elegir, ¿sabes? —me dijo al oído, antes de besarme la garganta, la clavícula, el pecho. Tiró de uno de mis pezones con los labios, y yo suspiré—. No tienes por qué ser solo una cosa, Lali.
—No estoy segura de si podría serlo, aunque lo intentara —dije yo, mientras le acariciaba el pelo—. Pero, ¿y tú?
Él sonrió, y se apoyó sobre un codo. Pasó la mano por mi vientre desnudo.
—Te he elegido a ti. He sido un imbécil casi toda mi vida, Lali, pero te juro que seré un imbécil fiel.
Yo me eché a reír y a llorar al mismo tiempo. El anillo brilló en mi dedo cuando le acaricié el pelo una vez más.
—Confío en ti.
—Bien.
—Pero el resto… lo de casarnos en una iglesia, o…
—Nos casaremos cuando tú quieras, y donde quieras. En eso soy muy fácil.
Yo levanté un poco las sábanas y miré su erección en broma.
—Eres fácil sin más.
—Sí —dijo él, y me besó suavemente, y después un poco más fuerte, mientras me acariciaba.
Yo lo detuve un instante, lo justo para poder tomar su cara entre las manos y mirarlo a los ojos.
—¿Recuerdas cuando me dijiste que esto sería más fácil?
—Sí.
—Siento que no lo sea.
Peter me pasó el dedo por el estómago, y después posó la palma de la mano sobre él.
—Yo no.
—¿No?
—No. No hay nada que merezca la pena y sea fácil a la vez.
—Vaya, eres un filósofo.
Él me besó en el estómago, justo en el lugar que acababa de acariciarme.
—Digamos que me he pasado mucho tiempo estropeando las cosas. No quiero hacerlo más. Quiero que esto funcione.
—Yo también.
Me besó de nuevo, suavemente, sobre el ombligo.
—Trato hecho.
—Eso me gusta —susurré yo—. Hazlo otra vez, un poco más abajo.
Él me complació. Entonces siguió bajando, hasta que me mordisqueó el muslo. Después me lamió el
clítoris e hizo que yo me retorciera, y me mantuvo inmóvil mientras me besaba, me acariciaba y me succionaba. Pero no permitió que yo llegara al orgasmo.
Eso lo dejó para después, cuando estaba dentro de mí, apoyado sobre las manos para no aplastarme.
Lo besé, y probé su sudor. Sabía bien.
Más tarde, cuando hubimos terminado, me tumbé boca arriba y miré al techo.
—Te quiero, Peter.
Él me respondió con la voz somnolienta.
—Yo también te quiero. Todo va a salir bien, Lali. No importa lo que pase, saldrá bien. ¿De acuerdo?
Ya estaba dormido cuando yo me levanté de la cama y tomé la cámara de la cómoda. Peter no se movió cuando le hice la primera fotografía, ni la segunda. Sin embargo, se movió cuando volví a subir a
la cama y sujeté la cámara con el brazo estirado, enfocando hacia abajo, haciendo clic para capturar aquel momento.
Había sombras, así que estábamos a medias en la luz, y a medias en la oscuridad. Y había un borrón en una esquina, una forma que podría haber sido la de una mujer, si se la miraba de cerca. En aquella fotografía había demasiadas capas y demasiadas cosas que ver.
Peter abrió los ojos y me miró, y yo dejé la cámara en la mesilla.
Yo no tenía que decidir si era una cosa o la otra. Si era ambas cosas o ninguna. Todo y nada. Está bien luchar por encontrar nuestro lugar en el mundo, y por encontrar a una persona que nos acepte tal y como somos. Algunas veces nos vestimos con muchas capas, y esas capas solo caen al final, y nos dejan tal y como deberíamos estar.
Desnudos.
RESPUESTA CAPITULO 53:
-Angie: Hola GRACIAS POR Haber leido la nove :) y espero Que es this c
-Nayla Rocabado: espero que con el capitulo arreglado y este ultimo tengas tus dudas arregladas :D
-Alexandra Cuevas:
-Chari: Perdon perdon ya lo arregle y aca el definitivo: D
-Anónimos: ya lo corregidor Y GRACIAS POR el los comentarios.
RESPUESTAS CAPÍTULO 53 (ARREGLADO):
-Chari: Jajajaja si no?
-Angie: Averigualo Hoy jajajaja
-Alexandra Cuevas: YO MALA? YO? noo jajaajaja espero Que lo entiendas Hoy
-Nayla Rocabado: PERDON PERDON, no subir Pude los antes espero Que te guste el final.
-Anónimos: GRACIAS Infinitas GRACIAS!
Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar/ Espero Que les guste la novela! : D
