MARATÓN DE 5 CAPÍTULOS
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Novela: "Al desnudo"
Capitulo 38
—Tengo que salir de la
ciudad. Es por trabajo —añadió Peter—. Lo siento. Es algo de último minuto.
Estábamos comiendo
sándwiches de Allen Theater, una cafetería de mi calle. Peter había comprado una
mesa para la cocina. Era enorme, con el tablero de latón y las patas muy
gruesas, de madera tallada.
Encajaba perfectamente con
el apartamento.
Yo me
detuve con el
sándwich de pavo y aguacate
a medio camino
hacia la boca,
y lo dejé en el plato. Sentí una punzada de miedo. No
habíamos hablado de por qué se había marchado aquella noche de hacía una
semana, y las cosas no iban exactamente bien. Había algo entre nosotros, y yo
no sabía lo que era.
— ¿Adónde vas? ¿Cuándo vas
a volver?
—Voy a visitar una de las
fábricas que Hershey tiene en México. Estaré de viaje más o menos una semana
—dijo Peter—. ¿Quieres venir conmigo?
—Ojalá pudiera, pero tengo
que trabajar esta semana.
Él asintió, con el sándwich
entre las manos.
—Sí, me lo imaginaba —dijo,
y le dio un mordisco.
Yo fruncí el ceño.
—Entonces, ¿por qué me has
pedido que fuera contigo?
Peter miró hacia arriba,
todavía masticando. Se tomó su tiempo para responder, tragando el bocado de
sándwich con ayuda de un sorbo de Coca cola.
—Otras veces me he
equivocado, Lali.
Yo no podía dejar de
fruncir el ceño. Aparté el sándwich.
—Siento desilusionarte. Tal
vez, si me hubieras avisado antes…
—Me enteré
ayer —dijo él
suavemente, pero en
un tono de
amargura—. Y es
trabajo. No voy a pasarme
todo el día en la playa, si es lo que piensas.
Yo me levanté y recogí el
envoltorio de mi sándwich. Se me había formado un nudo en el estómago.
Tiré el envoltorio y la
comida a la basura, lo empujé al fondo del cubo y me giré para lavarme las
manos.
Me froté con más fuerza de
la necesaria, y usé agua más caliente de la necesaria. Me hice daño, y solté un
silbido.
—Eh, eh —dijo Peter; abrió
el grifo del agua fría y me tomó las manos—. Ten cuidado. Se me había olvidado
decirte lo del agua caliente. Deberíamos mirarlo.
— ¿Me lo dices como casera,
o como novia?
Él me envolvió las manos en
un trapo, pero no me las sujetó.
—¿Qué significa eso?
—Nada.
—No digas
«nada» si significa
algo —replicó él,
y me siguió
desde la cocina
hasta el comedor, donde yo empecé a recoger los
platos—. Lali, ¿qué demonios te pasa?
Yo me giré con un plato en
cada mano.
—¡He dicho que nada! ¡Ve a
divertirte a México!
—No voy a… Ya te lo he
dicho —respondió Peter, siguiéndome de nuevo a la cocina—. No es un viaje de
placer, sino de trabajo.
Yo metí los platos en el
lavaplatos y lo cerré, y me giré para mirarlo.
—¿Vas a volver?
Él se quedó con la boca
abierta.
—¿Cómo?
—Que si
vas a volver
—le pregunté lentamente,
con la barbilla
alta, intentando que
no se me quebrara la voz.
—Por supuesto que voy a
volver —dijo—. ¡Acabo de comprarme una mesa para la cocina!
Mi carcajada nos sobresaltó
a los dos. Él estaba sorprendido. Yo me tapé la boca y aparté la mirada.
—Lali… Mierda, se me da tan
mal esto…
Me abrazó,
y yo se
lo permití. Suspiró
contra mi mejilla. Yo
no quería separarme
nunca de él, no
quería que se marchara ni a México, ni a ningún otro sitio.
—¿El qué? —le pregunté.
—Ser esto. Hacer… esto.
Yo pensé durante un minuto,
mientras seguíamos abrazados.
—Te refieres a tener una
relación.
—Sí.
Yo froté la mejilla contra
su camisa, e inhalé su olor.
—A todas las personas se
les dan mal las relaciones.
Él me agarró por la nuca e
hizo que inclinara la cabeza hacia atrás para mirarlo.
—Yo pensaba que sería más
fácil.
—¿Que qué?
—Que no tener ninguna.
Pasé los dedos por los
botones de su camisa, suavemente.
—¿Cuántas has tenido?
—Como esta, ninguna.
Su respuesta no consiguió
que me sintiera mejor.
—Debería sentirme halagada
—dije.
Peter no me respondió, pero
siguió abrazándome. Sin embargo, yo me aparté de él.
—Yo he tenido algunas
relaciones —le dije—, y ninguna fue igual que la anterior. Ninguna fue como esta.
Y ninguna fue fácil, tampoco. Si tú… Si quieres a alguien, tienes que
esforzarte, trabajar en ello. No puedes salir huyendo.
—Yo no estoy huyendo. Se
trata de un viaje de trabajo, eso es todo.
—La otra noche te marchaste
y no me dijiste que te ibas —le reproché, por fin—. ¿Por qué?
—No me sentía bien. Quería
dormir en mi propia cama. No quería despertarte.
—¿Te encontrabas mal? —le
pregunté, con una punzada de preocupación.
Él vaciló.
—No.
—Pero no
te sentías bien.
¿Era por mi
culpa? —le pregunté,
mientras me cruzaba
de brazos.
Detestaba todo aquello.
—No. Era porque… demonios,
no lo sé —dijo, y se pasó la mano por el pelo con exasperación—. Necesitaba
estar a solas, eso es todo. ¿Te parece bien?
—Sí, me
parece bien. Por
supuesto que me
parece bien. ¡No soy una
loca que no
puede dejarte un minuto a solas!
Su mirada se volvió fría.
—Yo nunca he dicho que lo
fueras. No me atribuyas palabras que no he pronunciado.
—Lo siento.
—¿Por qué nos estamos
peleando otra vez?
Yo suspiré.
—No lo sé.
—Mierda —susurró Peter,
como si no pudiera comprenderlo.
—Esto pasa, cariño —dije
con tristeza—. La gente se pelea. Incluso cuando se quiere.
Yo no me esperaba el beso,
y me cortó el aliento. Sus besos siempre me dejaban sin respiración, pero aquel fue
diferente. No era
de deseo, ni
de pasión. Era
una necesidad diferente.
Me estrechó contra
su cuerpo, y aunque él era más alto, y era quien me estaba abrazando, yo
era la que estaba sujetándolo.
—¿Me quieres? —preguntó,
contra mi pelo.
—Sí, Peter. Te quiero.
—¿Por qué?
—No lo sé. Sucedió así. No
sé por qué, pero creo que ocurrió la primera vez que me besaste.
Él se echó a reír.
—Eso es una bobada. Nadie
se enamora tan rápidamente.
Yo me aparté para mirarlo a
la cara.
—¿Y si sucede, qué?
—Si eres
capaz de enamorarte
tan rápidamente, entonces
también eres capaz
de dejar de
estar enamorada con la misma rapidez.
—¿Tienes miedo de que pase
eso?
Él me estrechó durante un
segundo más, y después se alejó.
—No lo sé. Sí. No.
Yo quería
saber de quién
había estado enamorado
él, y por
qué había terminado. Y
cuánto tiempo había tardado en
superarlo. Y cuántas veces le había sucedido. Pero no se lo pregunté.
Se giró.
—Cuando te conocí, estabas
enamorada de Pablo.
Aquello no era una
acusación; era la verdad, y yo todavía me sentía mal por ello.
—Querer a alguien no es lo
mismo que estar enamorado.
—Semántica —replicó Peter
con una expresión sombría—. ¿Sigues queriéndolo?
—¡Hace meses que no hablo
con él, Peter! ¿De veras te preocupa eso?
—No —dijo. Y yo lo creí,
porque hasta el momento no había adivinado ni una sola mentira en él.
—Te quiero —le dije—. No sé
cómo ni por qué sucedió. Dios sabe que no eras exactamente el tipo de hombre
con el que estaba dispuesta a arriesgarme —añadí, y alcé una mano antes de que
él pudiera responder—. Pero sé que no eres Pablo. Sé que con nosotros es
diferente, y te creo cuando me dices que no mientes.
—Yo nunca he dicho que no
mienta. Miento todo el tiempo. Lo que he dicho es que a ti no te mentiría.
—¿Y qué es lo que me hace
diferente?
—No lo sé —respondió Peter—,
pero eres diferente. Supongo que es porque yo quiero que lo seas.
—Y eso tiene que ser
suficiente. Claro.
Nos miramos el uno al otro,
sin tocarnos. Los pocos centímetros que nos separaban me parecían una distancia
mucho mayor. Él se movió primero, y me tomó de la mano. Sus dedos largos y
fuertes apretaron los míos.
—Quiero que esto funcione.
Sonreí.
—Yo también.
—Tengo que
irme a hacer
la maleta —dijo
él, después de
unos minutos. Nos
habíamos besado y abrazado, y habíamos acabado la pelea—.
¿Quieres ayudarme?
—No necesitas que te ayude.
—Eso es cierto. Pero
podrías hablar conmigo mientras lo hago.
Me puse de puntillas y le
besé la comisura de los labios. Pocos días antes le habría dicho que sí y habría
ido con él, y habría hecho el amor con él entre pilas de ropa. Sin embargo, en
aquella ocasión me puse de puntillas, le estrujé las nalgas y lo empujé
suavemente.
—Tengo cosas que hacer
aquí. Llámame cuando hayas terminado.
Él era demasiado inteligente
como para no saber lo que estaba haciendo yo, pero no me lo discutió.
Me besó una vez más.
—¿A qué hora te marchas
mañana por la mañana?
—Temprano. Tengo que estar
a las seis en el aeropuerto.
—Te llevo —le dije—. Así no
tendrás que dejar allí el coche.
—No tienes por qué hacerlo.
Pero, de acuerdo —dijo él, y sonrió. Después me robó otro beso.
—Debe de
ser el amor
lo que me
hace querer levantarme
antes de que
amanezca por ti.
Lo sabes, ¿no?
—Lo sé —respondió Peter.
+5 COMENTARIOS Y SUBO MAS
Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D
Tengo miedo nose xq se viene algo feo
ResponderBorrarMaaass
Se vendrá algo malo??
ResponderBorrarAii Una Sensacion de Ncq me Agarro q no sea Nada Feo porPliss
ResponderBorrarotro Cap LALALALA
ResponderBorrarMARATONNNNNN
ResponderBorrarAy me da cosa leer el proximo *.*
ResponderBorrarMmasss
ResponderBorrarSe siente tensa la cosa aswww
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