jueves, 23 de enero de 2014

Capítulo 44

Me alegro muchísimo que les gustara el maratón :)
Acá les dejo otro capítulo.
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Novela: "Al desnudo"
Capitulo 44
Peter exhaló un suspiro y me besó con fuerza. Yo había visto la mirada de sus ojos antes de cerrar los míos para recibir su beso; era de alivio. Lo aparté suavemente para poder observar el anillo.
—¿Pensabas que iba a decir que no? —le pregunté en voz baja, mientras movía la mano hacia delante y hacia atrás, para hacer brillar los diamantes. Después lo miré a él.
Peter se alisó el pelo, y después se metió las manos en los bolsillos.
—Sí.
Tuve que abrazarlo y besarlo por aquella sinceridad.
—¡Pero me lo has pedido de todos modos!
Él me abrazó.
—Por supuesto.
—¿Y por qué pensabas que iba a decir que no?
—Porque no creía que pudiera tener tanta suerte de que dijeras que sí.
—Oh, Peter —dije. Tuve ganas de soltar un resoplido, pero por su expresión, supe que lo decía muy en serio—. ¿Cómo es posible que pensaras eso?
Él no respondió; se limitó a besarme de nuevo.
—Te quiero —le dije.
Y, abrumada por todo lo que había ocurrido aquella noche, me eché a llorar. Peter no se alarmó. Me secó las lágrimas con los pulgares y me besó de nuevo. No me preguntó por qué lloraba, y yo no sentí que tuviera que explicárselo.
Respiré profundamente y pestañeé para aclararme los ojos, para poder fijarme en los botones de su camisa. Uno, dos, tres. Él esperó pacientemente mientras le abría la camisa y deslizaba las manos por su pecho cálido. Se estremeció, aunque yo no tenía frías las manos. Se le endurecieron los pezones, tentando a mis labios. Le lamí cada uno de ellos, y oí que suspiraba.
Le  desabroché  el  cinturón  y  le  bajé  la  cremallera.  Me  puse  de  rodillas  ante  él,  y  le  bajé  los pantalones  y  los  calzoncillos  por  las  caderas.  Su  miembro  se  liberó  de  la  tela  y  yo  se  lo  sujeté  por  la base mientras deslizaba la boca por él. Cuando gruñó, yo sonreí y lo miré.
Él  también  me  estaba  mirando.  Me  acarició  el  pelo,  y  cuando  abrí  la  boca  para  tomarlo profundamente, se le cerraron los ojos durante un segundo. Después volvió a abrirlos, y se humedeció los labios. Yo succioné con suavidad, y noté el pulso de la sangre de su miembro en la lengua.
Lo  acaricié  con  la  mano  unas  cuantas  veces;  después  me  levanté,  lo  llevé  a  la  cama  e  hice  que  se
tumbara;  me  quité  el  pantalón  del  pijama  y  me  coloqué  sobre  él  a  horcajadas.  Él  todavía  llevaba  la camisa, aunque abierta, y yo todavía llevaba mi camiseta. Se me subió por los muslos mientras yo frotaba mi  clítoris  por  su  erección.  No  me  había  recortado  el  vello  púbico  desde  hacía  unos  días,  y  los  rizos espesos y fuertes nos hicieron cosquillas a los dos y aumentaron el placer. Él me puso las manos en las caderas.
Entonces, yo me estiré hacia la mesilla de noche, donde tenía la cámara que él me había regalado.
—Creo que deberíamos hacer una fotografía para conmemorar el evento.
Él se echó a reír y me acarició.
—Por supuesto.


Subí  la  cámara  y  apoyé  la  cabeza  junto  a  la  de  él  en  la  almohada:  las  fotografías  salieron desenfocadas, nuestras cabezas cortadas, nuestras bocas unidas, un disparo tras otro. Yo no me preocupé de mirarlas mientras las hacía. Puse la mano del anillo sobre mi rostro, y el flash le arrancó brillos a los diamantes.
Le  di  la  cámara  a Peter  y  ella  se  convirtió  en  sus  ojos  mientras  yo  le  hacía  el  amor.  Me  saqué  la
camiseta  por  la  cabeza  para  estar  totalmente  desnuda  con  él.  Puse  la  mano  sobre  la  lente,  y  después aparté la cámara para poder verlo, y que Peter pudiera verme sin nada entre nosotros.
Él  se  hundió  en  mi  cuerpo,  y  movió  las  manos  sobre  mí  para  encontrar  todos  los  lugares  que  ya conocía, pero como sucedía con todo lo demás, aquella noche sus caricias me parecieron distintas. Las palmas de sus manos me rozaron los pezones y me hicieron gritar, cuando nunca había ocurrido; la suave presión de su pulgar en mi clítoris me causó una tensión nueva que me llegó a cada uno de los músculos del cuerpo.
Tardé un tiempo en llegar al orgasmo, pero no demasiado. Los segundos se convirtieron en minutos, pero  yo  perdí  la  cuenta.  Me  moví  con  lentitud,  con  las  palmas  de  las  manos  apoyadas  sobre  su  pecho, sintiendo los latidos de su corazón.
Él me ayudó a moverme con las manos, pero no me urgió a ir más rápido ni más despacio. La luz se reflejó en el diamante de mi dedo, y eso fue lo que estaba mirando cuando sentí el primer espasmo de placer. Crispé los dedos, y él gimió al notar que le clavaba ligeramente las uñas en la carne.
El sonido me empujó hacia el orgasmo, y me eché a temblar de placer. Apreté sus costados con los muslos,  y  mi  cuerpo  apretó  su  miembro  viril.  Entonces,  él  levantó  las  caderas  y  me  embistió  con  más fuerza, y el placer ascendió de nuevo hasta que caí hacia delante exhausta.
Más  tarde,  cuando  estábamos  tumbados  uno  junto  al  otro,  mirando  los  colores  que  el  anillo proyectaba en el techo, yo tomé la cámara para ver las fotografías que habíamos hecho.
—Oh, Dios —murmuré—. Así no es como quiero recordarme a mí misma.
Tenía la cara lavada, sin una gota de maquillaje, y el pelo suelto y despeinado. Mi único consuelo era que en la mayoría de las imágenes, mi cara estaba borrosa o girada. Por supuesto, Peter estaba perfecto, como siempre.
—Estás  guapísima  —dijo  él—.  Y  todo  ha  salido  bien.  Créeme,  me  había  imaginado  que  sería  un poco más… fácil.
—Lo tenías todo planeado, ¿eh?
Él asintió.
—Iba a darte una copa de vino antes. Y flores. Tengo flores ahí fuera, para ti.
Yo  pensé  en  la  imagen  de  aquella  proposición  de  matrimonio  perfecta,  pero  no  lamenté  habérmela perdido.  Un  buen  encuentro  sexual  y  toda  aquella  excitación  me  mantenían  abiertos  los  ojos,  pero  yo estaba muy cansada.
—Nunca me lo hubiera imaginado.
—Lo sé —dijo él.
Un bostezo interrumpió mi carcajada.
—El anillo es precioso.
—Lo compré en Filadelfia, en la joyería de un amigo mío.
Yo pestañeé, y le dibujé el corazón con el dedo índice sobre el pecho.


—Entonces, ¿no tenías una reunión de negocios esta noche?
—No.
Yo  entrecerré  un  poco  los  ojos,  pensando  que  algunas  veces  era  posible  perdonar  una  mentira.  Le acaricié la cara, y él me besó la palma de la mano. Pensé en que tenía que decir algo más, algo profundo, pero me quedé dormida antes de poder hacerlo.
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Estábamos comprometidos.
Por segunda vez en mi vida, llamé a mis padres, a mis hermanos y a mis abuelos para contarles, con la voz temblorosa, que me iba a casar. Sarah recibió la noticia con un grito de alegría, y con exigencias para  hacer  una  fiesta  de  despedida  de  soltera,  aunque  ni  siquiera  había  fecha  para  la  boda.  Cuando
terminé  de  hablar  por  teléfono  con  ella,  solo  me  quedaba  una  hora  para  ducharme  y  vestirme  para  el trabajo.
Rápidamente,  entré  en  mi  cuenta  de  Connex,  que  llevaba  meses  languideciendo,  y  subí  una  de  las fotografías más decentes de la noche anterior, en la que aparecía el anillo y mi mano ocultando nuestras caras. Después, cambié mi estado de «soltera» a «comprometida».
Miré el perfil con una sonrisa. De algún modo, era el haber puesto allí la noticia, para que todo el mundo pudiera verla, y no el anillo, lo que hacía que fuera más oficial.
Las  chicas  de  Foto  Folks  soltaron  grititos  al  ver  el  anillo,  que  era  el  doble  de  grande  que  los  que llevaban ellas. Si sintieron alguna envidia, lo disimularon bien, o yo preferí no verla. Me pasé todo el día con una sonrisa boba en la cara, mostrándoles el anillo a las clientas, e hice algunas de las mejores fotos que hubiera hecho nunca en aquella tienda. Estaba flotando. ¡Me había comprometido! ¡Iba a casarme!
Trabajé hasta la hora de cierre, y rehusé una oferta para ir a tomar algo y celebrarlo. Les prometí que lo haríamos en otra ocasión, y creo que ellas entendieron que quería ir a casa a estar con Peter.
Había hecho un día muy cálido, y era fácil imaginarse que el verano iba a llegar pronto, y me puse la chaqueta sobre el hombro mientras iba hacia mi coche, que estaba en el pequeño aparcamiento del centro comercial. Me puse tensa al ver que había alguien esperando allí, pero me relajé al darme cuenta de que era Pablo.
—¿Podemos hablar? —me preguntó.
Yo abrí el coche, pero no entré.
—¿Sobre qué?
Esperé una muestra de ira, pero Pablo solo frunció el ceño.
—No puedo creerme que no me lo hayas contado tú misma.
Yo eché el bolso y la chaqueta en el asiento trasero, sin apartar la vista de las llaves que tenía en la mano.
—No hemos hablado nada últimamente, Pablo.
—No  puedo  creer  que  haya  tenido  que  enterarme  por  tu  página  de  Connex. Yo,  y  otros  quinientos amigos tuyos. Dios, La. Creía… Creía que era algo más para ti.
—Llevamos mucho tiempo sin tener relación, Pablo.
—¡Unos meses! —replicó él—. Nos peleamos, eso es todo. Y de repente, ¿ya no formo parte de la lista de gente a la que tienes que llamar? ¿Qué demonios ha pasado con tantos años de amistad?


—No  creía  que  te  importara,  la  verdad  —le  dije.  Sin  embargo,  sabía  que  era  mentira. Yo  sí  había creído que a Pablo iba a importarle.
—¿Que no creías que me importara? Demonios, La, ¿cómo puedes decir eso, cuando he tenido que enterarme de que te vas a casar con ese imbécil…?
—¡Eh! ¡No le llames eso!
Pablo entrecerró los ojos y apretó los labios.
—Estás cometiendo un error, eso es todo.
—¿Como el que estuve a punto de cometer contigo?
Pablo se estremeció.
—Él te va a hacer daño. No quiero verte sufrir. Te quiero, La.
—Tú… —dije yo, con la voz llena de veneno—. Cállate.
Pablo dio un paso atrás. Ya había anochecido, y la luz de las farolas no le favorecía. Se levantó una brisa fresca y sentí frío, y lamenté no haberme puesto la chaqueta. Sin embargo, no la saqué del coche.
—Siempre te he querido. Tú lo sabes —dijo él, y mi ira se mitigó con la fuerza de la nostalgia.
No quería odiarlo.
—Oh, Pablo. ¿No puedes ser feliz por mí, del mismo modo que yo siempre he sido feliz por Teddy y por ti?
Él se estremeció de nuevo, y bajó la mirada.
—Hemos roto.
—Oh, no. ¿Qué ha ocurrido?
Pablo alzó la cabeza y vi que tenía una sonrisa forzada en los labios.
—Lo he estropeado todo, eso es lo que ha pasado. Me acosté con otros tíos, y Teddy se enteró. Yo ya estaba cansado de mentir, de ser el mentiroso. Y pensaba que me iba a perdonar, porque Teddy siempre me perdonaba.
—Lo siento.
—Lo sientes —dijo él, y soltó un resoplido—. No te imaginas lo que me pasa a mí —añadió, y me miró  con  una  expresión  sombría—.  Y,  entonces,  me  entero  de  que  te  vas  a  casar  con  ese  tal…  Peter Lanzani… Oh, La. Te prometo que él no es…
—Cállate, Pablo —le dije de nuevo—. Lo quiero.                        

—Antes me querías a mí —replicó él—. ¿Qué ha pasado con eso?

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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D 

8 comentarios:

  1. asadsdkass
    me encanta la nove
    pero aun tengo el presentiiento de que algo lo va a estropear (soy un poquito negativa, ojala que me equivoque: )

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  2. mmmmmmmmmmmaaaaaaaasssss


    subi: http://mimundolaliter-adaptaciones.blogspot.com/2014/01/capitulo-23.html

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  3. aaaaaa que pesaado pablo! no dejai un minuto tranquila a lali! que pasai con este? amor eterno por lali y peter! que no sea huevon y no la lastimee

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  4. masss nove! saludos desde bs as

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  5. K encimoso es Pablo ,ahora se quedó sin el pan ,y sin la torta ,y vuelve a molestar.

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  6. OMG OMG OMG OMG!!!!! SE VAN A CASAR!!!!!!!!!!!!!!!!!! OK ESTOY EMOCIONADA ME ENCANTA ESTA NOVE, POR FAVOR DIME QUE ES INFINITA Y QUE NUNCA TERMINARA C:
    BESOOOO CIELOOO, MAÑANA TE RESPONDO, PORQUE DEJAME DECIRTE QUE YO TAMBIEN ESTOY MUERTA PASARON MUCHAS COSAS HOY, MAÑANA TE CUENTO...
    BESO.

    @AnglesCasi.

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  7. Que tarada que soy, pensé que el capítulo anterior era el último de la nove!! Pregunta, la cámara que le regaló Peter es la que a Ella le gustaba en el local?

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Amor y Paz :D
Si te gusta comenta y sino tambien :D