MARATÓN DE 5 CAPÍTULOS
[5/5] ULTIMO
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Novela: "Al desnudo"
Capitulo 41
El Aeropuerto Internacional
de Harrisburg es pequeño, y, sin embargo, no conseguía ver a Peter entre
las personas
que bajaban las
escaleras hacia la
zona de recogida
de equipaje. Había
viejecitas con
camisetas de
Las Vegas abrazando
a nietos chillones,
y hombres de
negocios en traje
consultando su BlackBerry. Yo los
odiaba a todos por no ser él.
Por fin, lo vi en la parte
superior de la escalera, y estuve a punto de gritar su nombre. Di unos cuantos pasos
y, al final, salí corriendo hacia él.
Peter me tomó en brazos y
giró conmigo, como las parejas empalagosas de las películas románticas.
Escondió la cara en mi
cuello y me mordisqueó. Me estrechó contra sí. Yo me eché un poco hacia atrás para
mirarlo. Solo había pasado una semana, pero estaba distinto. Estaba un poco
bronceado, y tenía el pelo
revuelto. En vez
de la bufanda
larga de rayas,
llevaba otra, mucho
más colorida, tejida
con unos dibujos mexicanos.
—Es para ti —me dijo.
Yo me
la puse sobre
los hombros. Aquel primer
beso después de
estar una semana
separados fue suave, después
duro, rápido y después lento. Yo sentía hambre de aquella comida, de su boca.
Su lengua.
Estábamos dando el
espectáculo, pero no parecía que le importara a nadie.
—Demonios, te he echado de
menos —dijo él.
—Yo también te he echado de
menos. ¿Qué tal México?
—Mucho tequila y Dos Equis.
—Oh, vaya tortura. ¿Y qué
tomaste?
—Tequila y Dos Equis.
No parecía que lo dijera en
broma, y yo lo miré atentamente. Nunca lo había visto beber, y nunca le había
preguntado por qué no bebía. En aquel momento me arrepentí de no haberlo hecho.
—Y, aun así, me pasé dos
días con diarrea, pero creo que fue por culpa de un taco de pescado.
Yo arrugué la nariz.
—Vaya. Lo siento.
Peter sonrió y me estrechó
contra sí.
—Bueno, por lo menos tenía
mi propia habitación.
—¡Peter!
Los dos
nos dimos la
vuelta. Vi que
se acercaba un
hombre rubio con el uniforme
azul de la aerolínea, agitando la bufanda de rayas.
Atravesó la zona del equipaje y le entregó la bufanda a Peter.
—Se te ha olvidado en el
avión.
—Gracias —dijo Peter—. Ni
siquiera me había dado cuenta.
El rubio
y yo nos
miramos de arriba
abajo antes de que él
retrocediera. Yo me di
cuenta de que estaba flirteando con mi novio, y él se
dio cuenta de que debía retirarse.
Miró con pena a Peter, que
se había dado la vuelta después de tomar la bufanda. Después se volvió
por donde
había venido, subiendo
las escaleras de
dos en dos.
Se detuvo otra
vez en la
barandilla de arriba, y nos miró.
Yo lo saludé con la mano.
—Ha sido muy amable —dije.
Peter se rio.
—Sí. Aunque me da igual;
puedo comprarme todas las bufandas que quiera en Abercrombie & Fitch.
Yo no le había oído nunca
hablar así. Era petulante y brusco. No me gustó.
—A mucha gente le
disgustaría perder una bufanda de cincuenta dólares.
Él miró hacia atrás, pero
el rubio había desaparecido.
—Pensé que se la quedaría.
Le gustó mucho.
—Seguramente no les
permiten quedarse las cosas que se dejan en el avión los pasajeros.
—Tienes razón. Aunque seguramente,
tampoco les permiten ofrecer trabajos manuales en el baño en vez de café con
leche.
Yo fruncí el labio superior
y me alejé un paso de él. Al instante, me miró con arrepentimiento. Me agarró
antes de que pudiera alejarme más.
—Nena, lo siento. No tenía
que haberte dicho eso. Ha sido muy feo.
—¡Pues sí!
—Lo siento —dijo él, con su
sonrisa de «sé que soy irresistible». Yo llevaba una buena temporada sin verla,
y no la había echado de menos—. No acepté su oferta.
Aparté la mano de un tirón.
—No pensaba que fueras a
aceptarla.
Él me agarró de nuevo, y me
atrajo hacia sí. Su tono se suavizó, y su sonrisa se convirtió en algo más familiar
y más dulce.
—Lo siento. Era una broma.
Una broma pesada. Soy idiota.
Nunca es
fácil ver a
alguien a quien
quieres menos que
brillante, aunque él
mismo lo admita. Yo asentí de mala gana. Él me besó.
Yo le devolví el beso.
—Ah, Lali, te he echado
tanto de menos… —me susurró aquellas palabras al oído, y su calor me llegó a
todo el cuerpo—. Ni siquiera me he masturbado una sola vez.
Yo le rodeé el cuello con
los brazos y acerqué mis labios a su oído.
—Yo me he masturbado todos
los días pensando en ti.
Todos sus músculos se
tensaron contra mí.
—¿De verdad?
—Sí.
—Dios —dijo Peter—. Dios,
eso es muy excitante.
Yo no lo había hecho, pero
le dije una pequeña mentira piadosa.
—Llévame a casa y te
enseñaré cómo lo he hecho.
No llegamos
a casa. Peter
me masturbó en
el asiento delantero
de mi coche,
sin salir del aparcamiento. El
coche se llenó
de olor a
sexo y de
nuestros gruñidos. Hacía
demasiado bueno como para que los cristales se empañaran, y
yo había aparcado en medio de una fila larga de coches junto a la que tenía que
pasar todo aquel que quisiera salir del garaje.
Nos quedamos
allí sentados, fingiendo
que charlábamos; él
metió la mano
entre mis piernas,
de un modo que nadie pudiera
verlo; metió los dedos dentro de mis braguitas, por debajo de la falda. Yo no
podía llegar
a su miembro
sin que fuera
evidente, desde fuera,
lo que estaba
ocurriendo, así que
él se agarró el pene con la mano
y se masturbó lentamente, bajo la bufanda. Sus movimientos no nos delataban.
Abrí las
piernas y murmuré
su nombre cuando
metió los dedos
en mi cuerpo,
al mismo tiempo
que dibujaba círculos en
mi clítoris con
el pulgar. Me
volvió loca. Cuando
terminé, y cuando
él
tuvo un orgasmo bajo la suave bufanda, me besó.
—Me alegro de que hayas
vuelto a casa.
—Te quiero —dijo Peter.
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Mi teléfono
móvil sonó por la tarde,
cuando estaba viendo
la televisión y
leyendo mi correo electrónico. Yo había tenido un turno
temprano en Foto Folks, y Peter había salido a algún sitio. Estaba pensando en
darme una ducha caliente para quitarme el olor a maquillaje barato, y las
plumas de boa del pelo. No reconocí el número, pero respondí de todos modos.
—Hola, ¿hablo con Lali?
—Sí, soy yo.
—Hola, Lali,
soy Elle Stewart.
Conociste a mi
hermano Chad en
una fiesta el
fin de semana pasado.
—Ah, sí. Lo recuerdo bien
—dije. Me erguí en el sofá, olvidándome del correo electrónico.
—Espero que no te importe
que él me haya dado tu número. Me dijo que tuvisteis una conversación interesante.
—Ummm… Sí, es cierto.
Un silencio embarazoso.
—Bueno, me gustaría
invitarte a mi casa para el Seder, la Pascua judía, si te interesa —dijo
ella con tacto—. No me ofenderé si me dices que no, y sé que es muy extraño que
te invite una persona a quien no conoces… Y tal vez tengas planes con tu
familia…
—Pues no, en realidad no.
Pascua. Eso llega pronto, ¿no?
—Sí. Es la semana que
viene. He invitado a mucha gente, así que no te verás sentada en medio de una
familia a
la que no
conoces —dijo ella,
y añadió en
tono divertido—: Aunque
tampoco quiero que pienses que la invitación no es especial.
Me eché
a reír. Hablaba
de una forma
muy parecida a
Chad, aunque su
voz era más
aguda y más suave.
—Muchas gracias por la
invitación. Tengo que consultar mi agenda.
—No te
preocupes, no tienes
que decírmelo ahora
mismo. Pero a
Dan y a
mí nos encantaría
que vinieras. Dan es
mi marido. A
él le encanta
tener invitados, y
Chad dijo que
pensaba que tal
vez te interesara venir.
—Pues sí.
—Bien —dijo ella, y se rio
de nuevo—. Mi hermano es un encanto. Siempre lo tiene que apañar todo.
Yo estaba
pasando las páginas
de la agenda
mientras hablábamos; todavía
no estaba segura
de si debía aceptar su
invitación.
—¿Soy como un pajarito que
se ha caído del nido y que se ha encontrado en el suelo?
—Algo por el estilo, me
parece. Lali, si quieres traer a algún acompañante, sería estupendo. Así te sentirías
más cómoda.
—Oh, muchas gracias —dije,
y abrí la página de la fecha que me había dicho—. Me encantaría ir. Con un
acompañante. ¿A qué hora?
Apunté la información que
me dio, y colgué. Me acomodé de nuevo en el sofá, pensando en darme una ducha
caliente. Pensando en que necesitaba tanto que me arreglaran que hasta un
extraño se había dado cuenta.
No estaba segura de si
quería pedirle a Peter que me acompañara a la casa de los Stewart. Hacía años que yo
no iba a
una celebración de Seder, pero
la última había
sido una pesadilla.
Duró horas, hubo demasiados rezos y me vi entre gente
desconocida que hacía que me sintiera estúpida por no saber seguir la
ceremonia. Yo no quería que él tuviera que someterse a eso por algo que formaba
parte de mi viaje personal. Sin embargo,
cuando me dijo
que aquella noche
tenía que salir
del pueblo por
trabajo, me quedé desilusionada.
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+10 COMENTARIOS Y CAPÍTULO DE REGALO
Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D
Quiero saber que es lo que viene
ResponderBorrarOtrooooo
ResponderBorrarSubí otro
ResponderBorrarMaaaaas
ResponderBorrarQue será eso lindo que viene.....
ResponderBorrarO
ResponderBorrarT
ResponderBorrarR
ResponderBorrarO
ResponderBorrar:)
ResponderBorrarMaaass!! 👏
ResponderBorrar