miércoles, 29 de enero de 2014

Capítulo 47

Novela: "Al desnudo"
Capitulo 47
Tenía un anillo en el dedo, pero no tenía fecha para la boda, ni idea de cómo iba a ser el vestido, ni la  ceremonia,  ni  la  fiesta.  El  matrimonio  en  sí  me  parecía  más  importante  que  la  boda,  y  eso prácticamente ya lo teníamos.
No  vivíamos  juntos,  pero  las  puertas  del  edificio  estaban  cerradas,  y  las  de  nuestros  apartamentos
estaban  siempre  abiertas,  de  modo  que  nos  movíamos  de  arriba  abajo  como  si  todo  fuera  la  misma vivienda, tal y como yo había soñado que podía ser un día.
Casi  todos  los  días,  cuando  volvía  de  trabajar,  me  encontraba  la  comida  hecha,  o  algún  plan  para salir. Peter siempre  me  invitaba,  y  era  agradable  que  me  cortejara  así.  Flores,  cenas,  regalitos  para hacerme sonreír… Nunca había tenido un novio tan atento.
—No tienes por qué —le dije un día, cuando me entregó un precioso camisón de seda que yo había visto en un catálogo.
—Solo dame las gracias —dijo Peter.
Yo lo acaricié con los dedos, pensando en que tenía que irme a trabajar en mi página web, a colgar algunas fotografías en el blog y a editar algunas imágenes que había tomado en el taller de trabajo. Había hecho dos turnos en Foto Folks para sustituir a una compañera a quien habían sacado la muela del juicio.
Estaba cansada y excitada a la vez, y tenía hambre. Quería hacer el amor, comer algo y acurrucarme con Peter delante de la televisión.
—Póntelo —me sugirió él.
No tuve la fuerza de voluntad necesaria para resistirme a él. Me quité la ropa y dejé que el camisón se me deslizara por el cuerpo. Di una vuelta, y la seda me acarició la piel.
Yo no creía que él hubiera ido a trabajar aquella mañana, pero de todos modos, llevaba una camisa y unos pantalones de vestir. No llevaba corbata, y tenía los dos primeros botones desabrochados. Se había peinado hacia atrás. Me estaba mirando con una sonrisa mientras yo movía las caderas.
Me  quité  las  braguitas,  y  le  brillaron  los  ojos. Peter se  sentó  en  una  butaca  de  cuerpo  y  me  miró mientras yo bailaba lentamente, al son de la música que él había puesto en el iPod.
Yo no aparté la mirada de sus ojos.
Empezó una canción más rápida, y yo empecé a agitarme, a mover el trasero y el pecho. Me senté en
su  regazo  y  me  froté  contra  su  erección;  el  hecho  de  que  a  él  le  pareciera  provocativo  aquel  bailecito medio tonto y medio sexy me excitaba aún más que el propio baile. Me subí un poco el camisón por los muslos, para mostrarle mi sexo, y después me giré para mirarlo por encima de mi hombro. Me ahuequé el pelo y saqué el trasero. Hice un par de poses de actriz porno y los dos nos echamos a reír. Sin embargo, a él se le cortó la respiración.
Entonces  me  senté  en  su  regazo  y  apoyé  la  espalda  en  su  pecho,  la  cabeza  en  su  hombro.  Él  no  me había  tocado  ni  una  sola  vez;  supongo  que  me  estaba  siguiendo  la  corriente  en  aquella  fantasía  de stripper. Moví el trasero por su erección, lentamente, y me senté a horcajadas sobre sus muslos. La seda se me había subido por las piernas, y a cada movimiento de mis caderas, mi clítoris se frotaba contra él.
No guardamos silencio durante todo aquello. Él me decía lo sexy que estaba, y lo mucho que deseaba tocarme,  hacerme  el  amor.  Yo  le  dije  que  deseaba  saborear  su  miembro.  Eran  palabras  sexuales,  no siempre coherentes. No importaba que sonaran ridículas; para nosotros tenían valor.


Yo alcé el trasero.
—Desabróchate el cinturón. Sácatela.
Él obedeció. Yo me deslicé sobre él. La seda se me bajó de las caderas y le cubrió el regazo. Me incliné un poco hacia delante, con las manos apoyadas en sus rodillas y las piernas apretadas.
Su pene me rozaba el punto G en aquel ángulo, y, sin poder evitarlo, gemí.
—Acaríciame el clítoris.
Él  pasó  la  mano  hacia  delante,  tal  y  como  yo  le  había  pedido.  Entonces,  yo  empecé  a  empujarme
hacia  arriba  y  hacia  abajo,  lentamente,  al  ritmo  de  los  círculos  que  él  dibujaba  con  el  dedo.  Cerré  los ojos;  mi  cuerpo  ya  se  estaba  estremeciendo.  El  camisón  se  movió  y  dejó  mi  pecho  al  aire.  El  pelo  me cayó sobre la cara.
No podía pensar en un título para aquella sucesión de imágenes. No podía pensar en otra cosa que en el deseo que se estaba acumulando entre mis piernas. Me moví un poco más deprisa.
—Voy a correrme —me advirtió él—. Olivia…
—Un minuto más —le rogué, con la voz entrecortada.
Más deprisa. Más rápido. Su mano se movía a la perfección. Peter emitió un sonido gutural, y supe que iba a llegar al orgasmo. Al oírlo, yo lo acompañé.
Después,  mientras  el  placer  iba  desvaneciéndose  poco  a  poco,  fui  dándome  cuenta  de  que  tenía
calambres  en  los  dedos  de  los  pies,  y  de  que  me  temblaban  los  muslos,  por  haber  empujado  con  tanta fuerza  contra  el  suelo  de  madera.  Por  dentro  me  sentía  un  poco  dolorida  debido  al  ángulo  de  aquella posición, pero no de un modo desagradable. Me levanté de su regazo y me puse en pie.
Peter me sonrió. Su ropa apenas se había descolocado.
—Eso ha valido bastante más que un puñado de dólares.
Yo  le  arrojé  un  cojín  del  sofá  a  la  cara.  Él  lo  esquivó  en  el  último  segundo,  aunque  conseguí despeinarlo un poco.
—Listo.
—Ese soy yo.
Hice una mueca y me alejé hacia la cocina. Tomé un vaso de agua fría, y abrí la nevera para sacar comida. Peter se acercó por detrás de mí, e hizo chocar su entrepierna contra mi trasero.
—Ah, disculpa —dijo, sin sentirlo en absoluto—. No te había visto.
Yo me giré con las manos llenas de fiambre y mostaza. Él me abrazó de todos modos, y me besó, y a mí no me importó sentir la frialdad del frasco de cristal contra el vientre. Después me soltó; yo hice la comida, nos la comimos, y él lavó los platos mientras yo me duchaba. Entonces, ya no hubo manera de engañarme a mí misma pensando que iba a conseguir trabajar algo. No fui capaz de subir al estudio.
Así  pues,  mientras Peter se  duchaba,  tomé  mi  ordenador  portátil  y  me  senté  en  el  sofá.  Busqué  el perfil de Peter en Connex, pero no apareció nada. O no tenía, o lo mantenía en privado. Yo puse al día mi estado  con  un  «amor,  buena  comida  y  descanso».  Después  miré  el  perfil  de  Pablo,  que  no  había cambiado. Todavía decía que era la pareja de Teddy; por el contrario, Teddy había borrado su perfil.
Yo no iba a molestarme más por aquel drama. Miré algunos mensajes de amigos a quienes rara vez veía en persona, y busqué las últimas fotos de Sarah. Había varias de ella acompañada con un chico muy guapo,  moreno,  con  muchos  tatuajes.  Comenté  uno  de  ellos  con  un  signo  de  interrogación.  Ella  me entendería.


Después revisé mi correo electrónico, y encontré un mensaje de mi madre.
Lo  estaba  leyendo  por  segunda  vez  cuando Peter salió  de  la  ducha  con  una  toalla  alrededor  de  la cintura y otra en la cabeza. Tal vez quisiera resultar divertido, o aquello no tuviera nada de irónico. Esa era una de las cosas que más me gustaba de él: jamás se sentía absurdo, y jamás se disculpaba por nada de lo que hacía.
—¿Qué pasa? —me preguntó, con cara de preocupación.
Yo no me había dado cuenta de que tenía el ceño fruncido, y sonreí.
—Tengo un correo electrónico de mi madre. Quiere venir a visitarme.
—Ah, muy bien —dijo él. Se quitó la toalla de la cabeza y comenzó a secarse vigorosamente el pelo.
Después me miró con atención—. ¿Y eso es malo?
—No, no es malo. Solo… raro.
—Ah —dijo Peter. Se puso la toalla sobre un hombro, y las manos en las caderas—. Bueno, por lo menos no es malo.
—Ella  nunca  viene  aquí  porque  es  un  viaje  demasiado  largo  para  hacerlo  en  un  día,  o  al  menos siempre me ha dicho eso; y también porque no puede alojarse en mi casa, y porque no puede comer.
Él asintió, como si me entendiera, pero me preguntó:
—¿Y por qué no?
—No es kosher.
—¿Y no puedes prepararle algo kosher?
—Aunque  le  comprara  comida kosher,  los  platos  y  los  cubiertos  no  lo  son.  Supongo  que  el  aire tampoco —expliqué. Aquello era un punto de fricción, no solo conmigo, sino también con mis hermanos, que vivían lejos—. Para mi madre es muy importante.
Peter frunció el ceño y se colocó detrás de mí para ver el mensaje.
—¿Más importante que ver a sus hijos?
—Supongo que sí.
—Pues yo creo que a Dios le importa menos lo que comes que cómo tratas a tus seres queridos — dijo Peter—. Además, ella podría traerse su propia comida. Comer en platos de papel, ¿no?
—Sí, pero nunca lo ha hecho.
—Pero ahora quiere hacerlo, ¿no?
—No sé lo de la comida —dije yo, señalando la pantalla del ordenador—, pero dice que le gustaría venir a visitarme un día, o tal vez quedarse a dormir y estar un par de días aquí.
Él me apretó el hombro.
—Pues pregúntale que cuándo puede venir.
—No  sé.  Tendré  que  ver  si  puedo  conseguir  días  libres  en  el  trabajo,  pero,  realmente,  no  puedo permitírmelo, Peter.
—Lali, nena —me dijo al oído, antes de besarme la oreja—, no tienes por qué preocuparte de nada de eso. ¿Es por el dinero? Ya te he dicho que no te preocupes.
Me giré para mirarlo.
—Tengo que pagar las facturas.
Él sonrió y se encogió de hombros.
—¿Sabes? Cuando estemos casados…


—Pero todavía no lo estamos.
Él volvió a encogerse de hombros.
—Tu madre puede venir de todos modos. Yo estaré aquí mientras tú estés trabajando.
—¿De verdad? ¿Tú estarías dispuesto a entretener a mi madre?
—A mi futura suegra —dijo él—. Claro, ¿por qué no?
Yo me mordí el interior de la mejilla.
—Está bien.
Mientras tecleaba la respuesta a su mensaje, apareció un nuevo correo electrónico en mi bandeja de entrada. Me quedé boquiabierta al leerlo; era una invitación de Scott Church para que participara en su próxima exposición en una galería. Al principio pensé que era una invitación para todos los que habían ido a su último taller, pero luego me di cuenta de que él mencionaba una fotografía en concreto.
—Peter, mira esto.
Él ya se había puesto sus pantalones de Batman, y se inclinó sobre mi hombro.
—¡Vaya, es increíble! —exclamó.
—No lo entiendo…
—Quiere que expongas una de tus fotos en su exposición. Es estupendo —dijo Peter. Alzó un puño en el aire y me besó la coronilla—. Sabía que te iba a elegir.
—Un momento, ¿has sido tú el que le ha enviado una de mis fotos?
Él saltó por encima del respaldo del sofá y aterrizó a mi lado, sacudiendo el portátil.
—Sí. Vi el aviso en su blog.
—Un momento, un momento. ¿Tú lees el blog de Scott?
—Sí, claro.
Ah. A mí se me había escapado aquel detalle.
—¿Y qué decía el aviso del post que leíste, exactamente?
—Que  las  personas  que  habían  ido  a  alguna  de  sus  clases  podían  enviarle  una  fotografía,  y  que  él elegiría una de todas ellas para exponerla en la Galería de Mulberry Street. Es en septiembre u octubre.
—¿Y mandaste una de mis fotografías sin preguntarme?
Él se apoyó un poco en el respaldo del sofá.
—¿Te sienta mal?
—No  —dije,  y  miré  de  nuevo  la  invitación,  que  incluía  todos  los  detalles  de  la  exposición—.
Supongo que no, porque ha seleccionado mi fotografía. Pero hubiera preferido que me lo dijeras.
—Quería que fuera una sorpresa.
Arqueé una ceja.
—Bueno, pues lo ha sido. ¿Y cómo supiste qué foto debías enviar?
—Tú me diste un disco entero. Yo elegí mi favorita —dijo él, y se acarició el pecho—. Es una mía, por supuesto.
Me eché a reír, porque supe que lo decía en serio.
—Muy bien, señor Engreído.
—Tu trabajo se merece estar en una galería de arte, Lali.
Yo cerré el portátil y lo dejé sobre el taburete que tenía enfrente, para poder besar a Peter.
—Tú me quieres. Se supone que debes pensar esas cosas buenas de mí.


Peter me tomó la cara entre las manos.
—Yo no te lo diría si no fuera cierto —respondió, y yo lo creí. Entonces, me besó y me miró a los ojos—. Deberías dejar el trabajo de Foto Folks, y también ese otro trabajo. El de los equipos deportivos y los retratos escolares. Deberías trabajar más en tu obra. Deberías montar un negocio con tu propio arte.
Yo negué con la cabeza.
—Todavía no puedo dejar mi trabajo. Ahora no. No puedo permitir que tengas que mantenerme.
Él suspiró.
—Está bien. Pero, cuando nos hayamos casado, ¿lo pensarás?
—Cuando nos hayamos casado pensaré en un montón de cosas.

Él me tomó la mano y entrelazó sus dedos con los míos. Mi diamante relució. Peter lo acarició con un dedo. Sonreímos. Nos besamos. Pero ninguno de los dos sacó un calendario y habló de fijar una fecha.

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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D 

4 comentarios:

  1. Aawww mammmmmaass me encanta

    Peter tiene secretos, estoy segura que tiene alguno mmmaass
    Mmmmaass

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  2. Holaaaaaa! Soy http://lalitersforever.blogspot.com.ar/ recien me lei esta nove y me encanto!!!! ahora me leo la otra!! Maaaaaaas esta geniaaaaaaal!!!!!!!!!!!!!!
    Besos @LyP_Laliters

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  3. lali se está comiendo la cabeza con la fecha.
    K bien k hizo Peter.

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Amor y Paz :D
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