Capitulo 30
Yo cerré la tapa de mi
portátil y seguí hablando con ella.
—¿Y qué opinas?
—¿Qué opinas tú de ese
tema?
—Soy una aficionada,
obviamente.
Sarah se echó a reír.
—Lógicamente. ¿Quién no lo
sería?
—¿Qué es lo que estás
tramando?
—Nada. Digamos que estoy
haciendo una encuesta.
Yo no me creí ni una
palabra.
—Ummm…
—Bueno, entonces,
¿qué opinas? ¿Puede
hacerle un tío
un cunnilingus adecuado
y ejemplar a una mujer
por la que no se siente atraído?
—¿Qué demonios…? —me eché a
reír sin poder evitarlo—. ¿Un cunnilingus adecuado y ejemplar?
¿Me estás tomando el pelo?
—Lo pregunto muy en serio,
Lali.
Yo me arrellané en la silla
y puse los pies encima de la mesa.
—Los tíos pueden tirarse a
cualquier cosa. Estoy convencida.
—No he hablado de tirarse a
alguien. Eso ya lo sé. Me refiero a un cunnilingus. ¿Pueden hacerlo, sí o no?
Yo miré con cautela a Peter;
ya no parecía que estuviera escuchando la conversación. Había tomado otro de
mis álbumes de fotos y estaba pasando las páginas pensativamente.
—¿Te refieres solo a los
tíos gais? —le pregunté a Sarah en voz baja, de espaldas a él.
—No. Los heterosexuales
también.
—Ummm… Supongo que sí. ¿Por
qué no? ¿Por qué no iban a poder?
—Eso es
lo que yo pensaba. ¿Y
crees que les
excita? —preguntó. De
repente, su voz
sonaba desanimada.
—Sarah, cariño, ¿es que
quieres hablar de algo conmigo?
Ella suspiró.
—He conocido a un tío, eso
es todo.
—¿Y qué ocurrió?
—Nada —dijo, en un tono más
normal, y se rio—. Nada. El tipo es un inútil.
—Ah.
—Bueno, tengo que dejarte.
Solo quería saber qué pensabas sobre todo esto. Ahora tengo que llamar a otra
gente y preguntarle.
—¿Lo dices en serio?
—Chica, sabes que es
cierto.
Yo gruñí.
—No empieces a cantarme a
Milli Vanilly, por favor…
Demasiado tarde. Sarah ya
estaba cantando. Me eché a reír; oír a Sarah cantar canciones pop de los noventa
siempre era muy divertido.
—Pasaré esta semana por
allí para ayudarte con el estudio, si quieres —dijo—. Que te diviertas con Peeteer.
—Vamos a ir al Festival del
Chocolate.
—Te odio.
—No me odias. Me quieres.
—Y, sin embargo, no creo
que pudiera hacerte un cunnilingus, ni aunque me pagaras.
—Dios santo,
¿por qué te iba a
pagar yo para
que me hicieras
un cunnilingus? —le
pregunté, secándome las lágrimas de risa.
—¡Ding, ding!
¡Nuestra encuesta dice
que…! Porque… Demonios,
yo tampoco sé
por qué. Adiós, tonta.
—Para ser una blanca judía
de las afueras de Filadelfia, imitas muy bien al sargento M.A.
—La, yo soy más negra que
tú —respondió Sarah—. Paz y amor, nena.
—Adiós.
Colgué el teléfono y me
giré. Peter, cuya silueta se recortaba contra la luz de la ventana, no se movió
de la butaca. Yo tomé la cámara y le hice una foto.
—Deja que lo adivine.
Sarah.
—Sí. Sonríe —dije. Alcé la
cámara y vi que se acercaba—. ¡Demasiado cerca!
Hice una foto borrosa de su
ojo, y se acabó. Le mostré la imagen en la pantalla.
—Ah, esa irá a la nevera.
—Es mejor que una en la que
salgo con un corte de pelo a tazón y un jersey de cuello vuelto de rayas.
—¿Cuándo te la hicieron?
—pregunté, en broma—. ¿El año pasado?
Peter frunció el labio.
—Ja, ja. En segundo curso.
Le dije a mi madre que no pegaba con los pantalones de campana de pana marrón,
pero no me hizo caso.
—Oh, qué trauma.
Su sonrisa se endureció.
—Sí. Supongo que sería un
tipo con suerte si eso fuera lo peor.
Pronunció aquellas palabras
con ligereza, pero sonaron pesadas. Yo dejé la cámara en la mesa y le tomé la
cara con ambas manos. Lo besé con dulzura.
—Estoy segura
de que estabas
impresionante incluso con
unos pantalones de
pana y un
jersey de cuello vuelto de rayas.
Él arqueó una ceja.
—Por supuesto que sí. Era
el chico más guapo de todo segundo. Y de tercero. Y de cuarto…
Le puse un dedo sobre los
labios.
—Estoy segura.
Él sonrió y me besó el
dedo.
—Eso fue hace mucho tiempo.
—¿De veras?
—pregunté. Estábamos moviéndonos
de nuevo, no
bailando, sino meciéndonos suavemente. Parecía
que no podíamos
tocarnos sin que
todo se volviera
seductor—. ¿Cuánto tiempo? ¿Cuántos años tienes?
—¿Cuántos años tienes tú?
—Yo tengo veintiocho. Tú
eres mayor, ¿verdad?
Él se echó a reír.
—Dios mío. Sí. Soy mayor
que tú.
—No lo aparentas.
Él hizo una mueca de
horror.
—Vaya, gracias. Gracias a
Dios que he gastado tanto dinero en Botox y en maquillaje compacto.
—Tú no usas Botox —dije, y
le acaricié las ligeras arrugas que tenía en las comisuras de los ojos—. Y no
veo ningún maquillaje.
Su mirada sexy me provocó
un cosquilleo por todo el cuerpo.
—Hoy no.
No me habría sorprendido
que él llevara maquillaje. O que se pusiera ropa de mujer. Mi círculo de
amistades masculinas
era principalmente gay
desde hacía mucho
tiempo, tanto que
a mí me
sorprendía menos eso que el hecho de que los hombres se interesaran por
el fútbol americano.
Podría haberle dicho algo
en aquel momento, pero me contuve de nuevo. Me gustaba la forma en que
me estaba
abrazando, ni con
demasiada fuerza, ni
con demasiada suavidad.
No como si
quisiera mantenerme entre sus brazos, sino más bien, como si yo no
tuviera intención de apartarme.
—Creo que
deberíamos ponernos en
marcha —dije yo,
contra sus labios—.
Todavía tengo que cambiarme.
—¿Cómo, te
vas a quitar
esta muestra de
exquisito sentido de la
moda? —preguntó, mirando
mi camisón, la chaqueta de lana raída y las botas de cuero que me
llegaban hasta las rodillas.
Dejé que me besara unas
cuantas veces más.
—Vamos. Si no, llegaremos
tarde. Con esa llamada de teléfono me he retrasado veinte minutos.
—Parecía importante.
—Estaba haciéndome una
encuesta sobre si yo pensaba que los hombres pueden satisfacer oralmente a una
mujer si ella no les gusta en realidad.
Él pestañeó, y después se
echó a reír.
—¿Cómo? ¿Por qué?
Me encogí de hombros.
—Con Sarah, quién sabe.
—Sí —dijo él, después de
unos segundos—. Por supuesto que sí.
Yo lo miré.
—¿Estás seguro?
—No por experiencia
personal —dijo Peter—, pero yo diría que sí. Un hombre puede hacer muchas cosas
por sexo con gente que realmente no le gusta.
Yo hice una mueca y me aparté
un poco de él. Entonces, Peter me soltó. Cuando me di la vuelta para recoger mi
portátil y la cámara, Peter se mantuvo en silencio. Yo no quería pensar en las
cosas que podía hacer un hombre con tal de tener un orgasmo, incluso a expensas
de otra persona.
—Lali.
Yo no me di la vuelta.
—¿Ummm?
Peter me agarró
del hombro y
me hizo girar
hasta que toqué
el borde de
la mesa con
el trasero.
Entonces, metió la mano
entre mis muslos y los separó. No apartó sus ojos de los míos mientras lo
hacía, ni mientras se
colocaba entre mis
piernas. Ni cuando
me levantó el
bajo del camisón,
un centímetro, sobre los muslos
desnudos.
Yo inhalé una bocanada de
aire.
Él sonrió. Entonces, él
miró hacia abajo.
—Tuve una erección la
primera vez que vi esas botas.
—En Nochevieja —susurré yo
con la voz ronca.
—No —respondió él, negando
con la cabeza—. La primera vez que te vi llevabas esas botas. En la fiesta de Chrismukkah,
en casa de Pablo.
Yo llevaba esas botas en la
fiesta, pero no me las había puesto al día siguiente, cuando nos vimos en la
cocina. Dejé que me empujara y me tumbara sobre la mesa. Dejé que me subiera el
camisón.
—Pero… ¿por qué no me…?
—¿Ummm? —murmuró él, sobre
mi muslo.
Si me había visto en la
fiesta, si mis botas le habían excitado, si había sentido deseo por mí… ¿Por qué
se había ido al porche y había dejado que Evan le hiciera una felación? No
quise preguntárselo. No quería saberlo.
Me apartó las braguitas con
un dedo y me acarició. Yo me moví para que él pudiera deslizármelas por las
caderas. Me las
quitó. La mesa
era lo suficientemente larga
como para que
pudiera estirar los brazos por encima de la cabeza; arqueé la
espalda y me abandoné a él allí mismo, sin preocuparme de nada más.
Peter se inclinó sobre mí.
Me abrió las piernas, pasó las manos bajo mis nalgas y me elevó hacia su boca.
Yo ya estaba húmeda. Se me escapó un gemido de placer…
Jadeé cuando él me succionó
suavemente el clítoris. Después, él movió la lengua, y después dibujó un círculo
con ella. Yo me moví hacia su boca, apremiándolo a que continuara.
Fue el
orgasmo más rápido
que he tenido
en mi vida. Y
el más poderoso.
Mis manos golpearon
la mesa, y yo me estremecí y me sacudí. Todo terminó en medio minuto, no
más.
Yo abrí los ojos y sonreí.
—Ummm…
Peter sacó las manos de
debajo de mi trasero y se irguió. Yo me senté, lo agarré por la pechera de la camisa
y lo besé.
Él se echó a reír.
—Esto no me lo esperaba.
Le mordisqueé el labio
inferior.
—Bah, estoy segura de que
esto no ha podido sorprender demasiado al chico más guapo de todos los cursos.
Él me pasó la mano por la
nuca.
—Ten cuidado, no vaya a ser
que me crea que esto se me da demasiado bien.
Yo lo aparté de un empujón
para poder bajar de la mesa. Recogí mis braguitas del suelo y me dirigí hacia
la puerta mientras le decía por encima de mi hombro.
—Bueno, no ha estado mal.
Puede que con un poco de práctica llegues a hacerlo bien de verdad…
Yo eché a correr cuando él
gruñó y se abalanzó sobre mí.
Conseguí llegar hasta la
puerta de mi apartamento antes de que me alcanzara. No fuimos mucho más allá.
Continuará....
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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D
AWWS Quiero ver que le dice peter a lali cuando le diga que lo vio :0
ResponderBorrarMmmassss
CIELO de mi alma, se que andas con Gastuuu, pero cuando vuelvas ¿podes subir otro cap? :c necesito otro cap :c hacelo por mi si? Andaaaaaaaaaaaa, no seas malaaaaa, se buenita y subi otro cap, antes de que me de un ataque aca, no puedo dormir y deveria estar haciendolo porque seguro mañana no voy a querer despertar, pero necesito otro cap, y es Yayayayayayaya.
ResponderBorrarY tambien quiero el perfume de lali c: nahhh, lo quiero desde que sali en argentina, pen esta mierda no ha salido y lo quiero en mis manos :c
Subi otro cap, pleaseeeeee!
@AnglesCasi.
Jajaja que buen capítulo me encanta quiero más! Besos Naara
ResponderBorrarme encanta
ResponderBorrarSarah tendría k saber d esto para su encuesta
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