martes, 21 de enero de 2014

Capítulo 42

+5 COMENTARIOS Y SUBO EL ULTIMO DONDE PASA ESO QUE TANTO QUIEREN SABER
Lo siento es que me di cuenta que estaba en el otro capítulo no en este -.- pero en serio es bueno jajaja yo quede :O asi en serio jajajaja

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Novela: "Al desnudo"
Capitulo 42
Sarah también estaba ocupada con el Seder de su familia.
—Ya sabes que también puedes venir conmigo cuando tú quieras.
—Sí, lo sé.
—No estaría tan mal —dijo, riéndose—. Yo soy la más loca de mi familia, y tú me quieres.
—Estoy segura de que sería genial, pero no puedo tomarme cuatro días libres en este momento.
—Bueno, bueno. De todos modos, ya sabes que cuando quieras… Aunque tal vez el año que viene tú estés celebrando tu propio Seder.
—Sí, claro —dije yo.
Fui sola.
Me puse una falda marrón, una blusa de seda beige y unas botas altas. Me recogí el pelo en un moño.
Así vestida me sentía demasiado arreglada, pero habría sido peor ir vestida con demasiada informalidad.
Cuando  llegué  a  la  pequeña  casa  de  piedra  de  los  Stewart,  me  quedé  mirándola  desde  la  acera.  La  luz estaba encendida en el porche, y se veían iluminadas las ventanas delanteras. Yo llevaba una botella de vino metida en una bolsa de seda, a modo de regalo.
Había tenido que llamar a mi madre para que me dijera qué vino podía llevar. Me di cuenta de que se
ponía  muy  contenta  por  el  hecho  de  que  yo  quisiera  participar  en  una  celebración  judía,  pero  también triste por el hecho de que no fuera a celebrarlo con ella. Sin embargo, no me hizo ningún reproche. Me dijo varias marcas de vino kosher que eran adecuadas para la Pascua y, al final, me preguntó:
—Esa gente, ¿es agradable?
—Lo suficientemente agradable como para invitarme a su casa por Pascua, mamá.
—Ya sabes que puedes venir aquí cuando quieras, Lali.
Claro  que  lo  sabía,  pero  no  le  dije  ningún  motivo  por  el  que  no  había  ido.  Ella  no  me  presionó.
Colgamos sin discutir.
Cuando llamé a la puerta, me abrió un hombre guapo, rubio.
—¿Eres Lali?
—Sí.  Hola  —dije.  No  sabía  si  debía  tenderle  la  mano,  o  si  le  ofendería  que  yo  pensara  que  dos extraños de diferente sexo podían tocarse.
—Dan Stewart —dijo él, y resolvió el asunto tendiéndome la mano. Nos la estrechamos.
—Eh,  cariño,  ha  venido  otra  invitada  —dijo  Dan,  mientras  atravesaba  la  cocina  hacia  la  mujer morena que había ante el fregadero.
Ella se giró, secándose las manos en un trapo, y sonrió.
—Hola. Yo soy Elle. Tú debes de ser Lali, ¿no? Ven al salón. Acabo de sacar la ternera del horno, y puede enfriarse mientras empezamos.
Vi  a  Chad  enseguida.  Estaba  con  su  compañero,  Luke,  y  con  su  hija  Leah.  Ella  estaba  riéndose, sentada en el regazo de una mujer que se parecía tanto a Elle que supe que era su madre. La madre de
Dan, Dotty, estaba sentada al otro extremo de la mesa, charlando con Marcy y Wayne, una pareja joven que tenía un niño pequeño. Mientras Dan hacía la ronda de presentaciones, el timbre de la puerta volvió a sonar, y Elle se disculpó para ir a abrir.
Me sentí aliviada al no ser la única persona que no pertenecía a la familia, aunque sí parecía que era el único caso de caridad. Chad se acercó a mí y me abrazó como si fuera familia de verdad, y me susurró al


oído:
—Me alegro de que hayas venido.
—Bueno, vamos a empezar ya, para poder comer pronto —dijo Elle, situándose junto a la mesa—.
Lo que hacemos nos gusta llamarlo Seder light
—Lo cual significa que podemos empezar a comer mucho antes —apostilló Dan.
Ella lo miró con severidad.
—Lo que significa que hacemos las partes importantes sin repetirlas una docena de veces.
—Y que comemos antes —dijo Dan—. ¡Pero no reducimos las cuatro copas de vino!
—¡No,  eso  nunca!  —respondió  ella,  como  si  estuviera  escandalizada,  y  después  miró  a  Dan  con afecto.
Yo estaba sentada junto a la madre de Elle, y enfrente de Marcy, la mujer que tenía el niño pequeño.
Continuamos con el Seder, que resultó ser ligero y entretenido, por lo menos para la mayoría. A mi lado,
la  señora  Kavanagh  tenía  agarrado  su Haggadah,  el  libro  de  rezos,  con  tanta  fuerza,  que  se  le  habían puesto los nudillos blancos. No pronunció ni una sola palabra durante las oraciones, ni siquiera con las lecturas  en  inglés  que  servían  para  explicar  la  fiesta.  La  miré  de  reojo  y  me  di  cuenta  de  que  estaba leyendo, pero tenía los labios apretados, así que no iba a rezar en voz alta.
Yo estoy acostumbrada a sentirme fuera de lugar en los grupos. En casa, y en el colegio, el color de mi piel siempre me había mantenido aparte, aunque estuviera incluida. Sin embargo, allí no era la única persona no judía, y no blanca, ni siquiera la única persona que no pertenecía a la familia.
Allí me sentía integrada.
—¿Lali?
Me había distraído.
—¿Perdón?
Dan alzó su Haggadah.
—¿Te gustaría leer la próxima parte?
—Claro —dije.
Leí  en  voz  alta  el  pasaje  en  el  que  Moisés  guía  a  su  pueblo  para  salir  de  Egipto,  y  en  el  que  son perseguidos por su condición de esclavos.
Por ser diferentes.
En las últimas frases tartamudeé de la emoción. La señora Kavanagh me miró con curiosidad, pero no dijo nada. Comenzó una canción. Dan dio golpecitos en la mesa y dirigió al coro, de manera que incluso los  que  no  sabíamos  hebreo  podíamos  cantar. Dayenu.  Debería  haber  sido  suficiente.  La  canción  se aceleró cada vez más, de manera que al final, Dan era el único que podía cantar, porque todos los demás nos quedamos sin aliento. Terminamos con gritos de alegría y carcajadas.
—Siempre se te dio muy bien esto —dijo Dotty con orgullo—. A ti, y a Sammy. Es una pena que tu hermano no pueda estar aquí hoy.
La sonrisa de Dan se volvió un poco tensa.
—Sí. Es una pena.
Pasó aquel momento; fue sutil, y no resultó embarazoso. Sin embargo, yo no me había recuperado por completo de mi epifanía. Alcé mi copa con todos los demás, comí los huevos duros y el perejil mojado
en  agua  salada,  siguiendo  el  orden  del Seder,  hasta  que  llegó  el  momento  de  tomar  la  comida  festiva.

Entonces me sentí incapaz de contener más la emoción y me excusé para ir al baño.
Dejé correr el agua fría del grifo y me mojé las muñecas y la frente. Me miré al espejo. ¿Qué era yo?
Por primera vez en mi vida, pensé que empezaba a saberlo.
De vuelta al comedor paré en la cocina para ver si podía ayudar en algo. Elle estaba agachada ante el horno. Pinchó las patatas que había asándose en la bandeja y chasqueó la lengua con disgusto.
—¿Puedo ayudarte en algo?
Ella se sorprendió, y, al verme, se puso en pie. Entonces, negó con la cabeza.
—Mi  madre  me  va  a  decir  que  ya  me  había  advertido  que  pusiera  las  patatas  en  el  horno  una  hora antes. Y  tenía  razón.  Voy  a  subir  la  temperatura  para  que  estén  listas  dentro  de  diez  minutos.  De  todos modos, podemos comer el resto de la comida. No pasa nada.
—¿Estás intentando convencerme a mí? ¿O a ti misma?
Ella se echó a reír.
—A  mí  misma.  Me  alegro  mucho  de  que  hayas  podido  venir  esta  noche,  Lali.  ¿Lo  estás  pasando bien?
—Sí, muy bien. Gracias por invitarme.
No parecía que fuera muy aficionada a las charlas triviales, así que las dos nos quedamos en silencio.
Yo  me  estrujé  el  cerebro  para  decir  algo,  pero  no  parecía  que  a  Elle  le  importara.  Sacó  un  cuenco  de guacamole del frigorífico y me lo dio.
—¿Puedes llevar esto al comedor mientras yo me peleo con las patatas?
—Claro.
Ella inclinó la cabeza y me miró.
—Se está moviendo, ¿no? ¿La historia?
—¿Es que soy tan transparente?
Ella cabeceó, subió la temperatura del horno y se apoyó en la encimera.
—No, no lo creo. Recuerdo que al principio, cuando intentaba hacer algo con la familia de Dan, me sentía  perdida.  Deseaba  con  todas  mis  fuerzas  encajar.  Ellos  tenían  este  lenguaje  secreto,  estas… tradiciones. Contaban las cosas que habían hecho de vacaciones, cuando eran niños. Mi familia no tiene nada de eso, así que yo… me sentía desplazada.
Dejé  el  cuenco  en  la  mesa  de  la  cocina  y  me  dispuse  a  escuchar.  Desde  el  comedor  se  oían carcajadas.
—Me lo imagino.
Elle se rio suavemente.
—Bueno,  en  realidad,  yo  sé  cocinar  un  jamón  para  Navidad,  pero,  ¿cómo  vas  a  presumir  de  eso delante de los padres de tu novio si son judíos? Necesitaba algo con lo que impresionarlos. No son muy
religiosos,  pero  me  habían  invitado  a  la  Pascua  judía,  y  decidí  hacer  sopa  de  bolitas  de matzo.  Verás, Lali, en el vasto mundo de las bolitas de matzo, existen las que flotan, y existen las que se hunden. Y yo hice de las que se hunden.
Nos echamos a reír a la vez.
—¿Y qué pasó?
—Se  las  comieron.  Nadie  se  quejó.  Obviamente,  me  sentí  mortificada,  pero  la  familia  de  Dan  me aceptó y asimiló la anécdota como algo propio. Hicieron que me sintiera como en casa. Después de eso, decidí que podía casarme con él. Así que la Pascua es especial para mí por ese motivo, aunque creo que no he llegado a aprender a hacer bolitas de matzo flotantes.
—Es una historia muy bonita —le dije—. Ahora, ustedes ya tienen una historia propia.
Elle se quedó sorprendida y sonrió de nuevo.
—Sí, ¡supongo que sí! Bueno, estás patatas ya están hechas. ¿Lista para volver al comedor?
Yo tomé el cuenco de guacamole y la seguí al comedor lleno de familia y amigos.

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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D 

5 comentarios:

Amor y Paz :D
Si te gusta comenta y sino tambien :D