Lo siento es que me di cuenta que estaba en el otro capítulo no en este -.- pero en serio es bueno jajaja yo quede :O asi en serio jajajaja
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Novela: "Al desnudo"
Capitulo 42
Sarah también estaba
ocupada con el Seder de su familia.
—Ya sabes que también
puedes venir conmigo cuando tú quieras.
—Sí, lo sé.
—No estaría tan mal —dijo,
riéndose—. Yo soy la más loca de mi familia, y tú me quieres.
—Estoy segura de que sería
genial, pero no puedo tomarme cuatro días libres en este momento.
—Bueno, bueno. De todos
modos, ya sabes que cuando quieras… Aunque tal vez el año que viene tú estés
celebrando tu propio Seder.
—Sí, claro —dije yo.
Fui sola.
Me puse una falda marrón,
una blusa de seda beige y unas botas altas. Me recogí el pelo en un moño.
Así vestida me sentía
demasiado arreglada, pero habría sido peor ir vestida con demasiada informalidad.
Cuando llegué
a la pequeña
casa de piedra
de los Stewart,
me quedé mirándola
desde la acera.
La luz estaba encendida en el
porche, y se veían iluminadas las ventanas delanteras. Yo llevaba una botella
de vino metida en una bolsa de seda, a modo de regalo.
Había tenido que llamar a
mi madre para que me dijera qué vino podía llevar. Me di cuenta de que se
ponía muy
contenta por el
hecho de que
yo quisiera participar
en una celebración
judía, pero también triste por el hecho de que no fuera a
celebrarlo con ella. Sin embargo, no me hizo ningún reproche. Me dijo varias
marcas de vino kosher que eran adecuadas para la Pascua y, al final, me
preguntó:
—Esa gente, ¿es agradable?
—Lo suficientemente
agradable como para invitarme a su casa por Pascua, mamá.
—Ya sabes que puedes venir
aquí cuando quieras, Lali.
Claro que
lo sabía, pero
no le dije
ningún motivo por el que
no había ido.
Ella no me
presionó.
Colgamos sin discutir.
Cuando llamé a la puerta,
me abrió un hombre guapo, rubio.
—¿Eres Lali?
—Sí. Hola
—dije. No sabía
si debía tenderle
la mano, o
si le ofendería
que yo pensara
que dos extraños de diferente
sexo podían tocarse.
—Dan Stewart —dijo él, y
resolvió el asunto tendiéndome la mano. Nos la estrechamos.
—Eh, cariño,
ha venido otra
invitada —dijo Dan,
mientras atravesaba la
cocina hacia la
mujer morena que había ante el fregadero.
Ella se giró, secándose las
manos en un trapo, y sonrió.
—Hola. Yo soy Elle. Tú
debes de ser Lali, ¿no? Ven al salón. Acabo de sacar la ternera del horno, y
puede enfriarse mientras empezamos.
Vi a
Chad enseguida. Estaba
con su compañero,
Luke, y con
su hija Leah.
Ella estaba riéndose, sentada en el regazo de una mujer
que se parecía tanto a Elle que supe que era su madre. La madre de
Dan, Dotty, estaba sentada
al otro extremo de la mesa, charlando con Marcy y Wayne, una pareja joven que
tenía un niño pequeño. Mientras Dan hacía la ronda de presentaciones, el timbre
de la puerta volvió a sonar, y Elle se disculpó para ir a abrir.
Me sentí aliviada al no ser
la única persona que no pertenecía a la familia, aunque sí parecía que era el
único caso de caridad. Chad se acercó a mí y me abrazó como si fuera familia de
verdad, y me susurró al
oído:
—Me alegro de que hayas
venido.
—Bueno, vamos a empezar ya,
para poder comer pronto —dijo Elle, situándose junto a la mesa—.
Lo que hacemos nos gusta
llamarlo Seder light…
—Lo cual significa que
podemos empezar a comer mucho antes —apostilló Dan.
Ella lo miró con severidad.
—Lo que significa que
hacemos las partes importantes sin repetirlas una docena de veces.
—Y que comemos antes —dijo
Dan—. ¡Pero no reducimos las cuatro copas de vino!
—¡No, eso
nunca! —respondió ella,
como si estuviera
escandalizada, y después
miró a Dan
con afecto.
Yo estaba sentada junto a
la madre de Elle, y enfrente de Marcy, la mujer que tenía el niño pequeño.
Continuamos con el Seder,
que resultó ser ligero y entretenido, por lo menos para la mayoría. A mi lado,
la señora
Kavanagh tenía agarrado
su Haggadah, el libro
de rezos, con
tanta fuerza, que
se le habían puesto los nudillos blancos. No
pronunció ni una sola palabra durante las oraciones, ni siquiera con las lecturas en
inglés que servían
para explicar la
fiesta. La miré
de reojo y
me di cuenta
de que estaba leyendo, pero tenía los labios
apretados, así que no iba a rezar en voz alta.
Yo estoy acostumbrada a
sentirme fuera de lugar en los grupos. En casa, y en el colegio, el color de mi
piel siempre me había mantenido aparte, aunque estuviera incluida. Sin embargo,
allí no era la única persona no judía, y no blanca, ni siquiera la única
persona que no pertenecía a la familia.
Allí me sentía integrada.
—¿Lali?
Me había distraído.
—¿Perdón?
Dan alzó su Haggadah.
—¿Te gustaría leer la
próxima parte?
—Claro —dije.
Leí en
voz alta el
pasaje en el
que Moisés guía
a su pueblo
para salir de
Egipto, y en
el que son perseguidos por su condición de esclavos.
Por ser diferentes.
En las últimas frases
tartamudeé de la emoción. La señora Kavanagh me miró con curiosidad, pero no dijo
nada. Comenzó una canción. Dan dio golpecitos en la mesa y dirigió al coro, de
manera que incluso los que no
sabíamos hebreo podíamos
cantar. Dayenu. Debería haber
sido suficiente. La
canción se aceleró cada vez más,
de manera que al final, Dan era el único que podía cantar, porque todos los
demás nos quedamos sin aliento. Terminamos con gritos de alegría y carcajadas.
—Siempre se te dio muy bien
esto —dijo Dotty con orgullo—. A ti, y a Sammy. Es una pena que tu hermano no
pueda estar aquí hoy.
La sonrisa de Dan se volvió
un poco tensa.
—Sí. Es una pena.
Pasó aquel momento; fue
sutil, y no resultó embarazoso. Sin embargo, yo no me había recuperado por completo
de mi epifanía. Alcé mi copa con todos los demás, comí los huevos duros y el
perejil mojado
en agua
salada, siguiendo el
orden del Seder, hasta
que llegó el
momento de tomar
la comida festiva.
Entonces me sentí incapaz
de contener más la emoción y me excusé para ir al baño.
Dejé correr el agua fría
del grifo y me mojé las muñecas y la frente. Me miré al espejo. ¿Qué era yo?
Por primera vez en mi vida,
pensé que empezaba a saberlo.
De vuelta al comedor paré
en la cocina para ver si podía ayudar en algo. Elle estaba agachada ante el horno.
Pinchó las patatas que había asándose en la bandeja y chasqueó la lengua con
disgusto.
—¿Puedo ayudarte en algo?
Ella se sorprendió, y, al
verme, se puso en pie. Entonces, negó con la cabeza.
—Mi madre
me va a
decir que ya
me había advertido
que pusiera las
patatas en el horno
una hora antes. Y tenía
razón. Voy a
subir la temperatura
para que estén
listas dentro de
diez minutos. De
todos modos, podemos comer el resto de la comida. No pasa nada.
—¿Estás intentando
convencerme a mí? ¿O a ti misma?
Ella se echó a reír.
—A mí
misma. Me alegro
mucho de que
hayas podido venir
esta noche, Lali.
¿Lo estás pasando bien?
—Sí, muy bien. Gracias por
invitarme.
No parecía que fuera muy
aficionada a las charlas triviales, así que las dos nos quedamos en silencio.
Yo me
estrujé el cerebro
para decir algo,
pero no parecía
que a Elle
le importara. Sacó
un cuenco de guacamole del frigorífico y me lo dio.
—¿Puedes llevar esto al
comedor mientras yo me peleo con las patatas?
—Claro.
Ella inclinó la cabeza y me
miró.
—Se está moviendo, ¿no? ¿La
historia?
—¿Es que soy tan
transparente?
Ella cabeceó, subió la
temperatura del horno y se apoyó en la encimera.
—No, no lo creo. Recuerdo
que al principio, cuando intentaba hacer algo con la familia de Dan, me sentía perdida.
Deseaba con todas
mis fuerzas encajar.
Ellos tenían este
lenguaje secreto, estas… tradiciones. Contaban las cosas que
habían hecho de vacaciones, cuando eran niños. Mi familia no tiene nada de eso,
así que yo… me sentía desplazada.
Dejé el
cuenco en la
mesa de la
cocina y me
dispuse a escuchar.
Desde el comedor
se oían carcajadas.
—Me lo imagino.
Elle se rio suavemente.
—Bueno, en
realidad, yo sé
cocinar un jamón
para Navidad, pero,
¿cómo vas a
presumir de eso delante de los padres de tu novio si son
judíos? Necesitaba algo con lo que impresionarlos. No son muy
religiosos, pero
me habían invitado
a la Pascua
judía, y decidí
hacer sopa de
bolitas de matzo. Verás, Lali, en el vasto mundo de las bolitas
de matzo, existen las que flotan, y existen las que se hunden. Y yo hice
de las que se hunden.
Nos echamos a reír a la
vez.
—¿Y qué pasó?
—Se las
comieron. Nadie se quejó. Obviamente,
me sentí mortificada,
pero la familia
de Dan me aceptó y asimiló la anécdota como algo
propio. Hicieron que me sintiera como en casa. Después de eso, decidí que podía
casarme con él. Así que la Pascua es especial para mí por ese motivo, aunque
creo que no he llegado a aprender a hacer bolitas de matzo flotantes.
—Es una historia muy bonita
—le dije—. Ahora, ustedes ya tienen una historia propia.
Elle se quedó sorprendida y
sonrió de nuevo.
—Sí, ¡supongo que sí!
Bueno, estás patatas ya están hechas. ¿Lista para volver al comedor?
Yo tomé el cuenco de
guacamole y la seguí al comedor lleno de familia y amigos.__________________________________
+5 COMENTARIOS Y SUBO MAS
Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D
Quiero ese capítulo xd
ResponderBorrarOtro :)
ResponderBorrarSubí más
ResponderBorrarMaaaas
ResponderBorrar:)
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