miércoles, 15 de enero de 2014

Capítulo 32

Novela: "Al desnudo"
Capitulo 32
Yo nunca había pasado más de uno o dos días sin hablar con Pablo desde que nos reconciliamos, meses  después  de  haber  roto  nuestro  compromiso.  Él  me  enviaba  mensajes  de  texto  o  correos electrónicos  incluso  cuando  se  iba  de  vacaciones,  y  yo  hacía  lo  mismo.  Sin  embargo,  llevábamos semanas sin dirigirnos la palabra, y ahora él me había devuelto las cosas que podrían haberme dado un motivo para volver a verlo.
Pues bien, yo no iba a mover un dedo para recuperar la relación con Pablo. Tenía otras cosas en que ocuparme.
Sabía  que  las  cosas  iban  muy  deprisa,  pero  era  tan  fácil  ver  a Peter  y  estar  con  él,  que  no  estaba segura  de  cómo  podía  ralentizarlas.  No  vivíamos  juntos  en  el  estricto  sentido  de  la  palabra,  pero  las puertas  de  nuestros  apartamentos  casi  siempre  estaban  abiertas,  y  nosotros  íbamos  de  uno  al  otro continuamente. Eso me demostraba lo fácil que podía ser convertir aquella estación de bomberos en una sola  vivienda;  yo  había  sopesado  esa  idea  brevemente  antes  de  darme  cuenta  de  que  no  tenía  dinero suficiente para la reforma, y que la única forma de mantener la situación era alquilar el apartamento del piso bajo.
No  tenía  motivos  para  no  estar  con Peter.  Era  divertido,  dulce,  buen  cocinero,  cinéfilo  y  el  mejor jugador de Monopoly a quien yo conocía. Cada vez que pensaba en alejarme un poco, él hacía algo que me atraía más y más.
—Sinceramente, tengo que decir que nunca he hecho bastoncillos de zanahoria —dije, con el cuchillo sobre la tabla de cortar—. Normalmente las corto en rodajas.
—Tienen que estar cortadas en juliana para poder cocinarse en el tiempo adecuado —dijo Peter, y se colocó detrás de mí. Me puso las manos en las caderas, me apartó el pelo con la nariz y se puso a besarme la nuca.
Yo me excité con aquella simple caricia, y me apoyé en él. Él posó su mejilla en la mía y me pasó las palmas  de  las  manos  por  el  vientre.  Nos  balanceamos  un  poco  al  ritmo  de  la  música.  Aquella  era  la tercera noche seguida que me hacía la cena, y yo no tenía duda de que sería la tercera que terminaríamos haciendo el amor durante unas horas antes de dormir. En mi cama. No en el futón.
—¿Dónde  aprendiste  a  hacer  todo  esto?  —le  pregunté,  señalando  con  la  punta  del  cuchillo  el destrozo de zanahorias que había hecho yo.
Peter puso  las  manos  sobre  las  mías  y  me  guio  mientras  respondía.  Entre  los  dos  cortamos  unos bastoncillos perfectos y finos.
—Tenía dos opciones: aprender a cocinar o morirme de hambre.
Yo dejé de cortar y me giré entre sus brazos para mirarlo.
—La mayoría de los tíos se conforman con pizza o bocadillos.
Peter hizo una mueca.
—Bueno,  la  mayoría  de  los  tíos  viven  como  cerdos  y  van  hechos  unos  dejados. Además,  hacerle  a alguien una cena de gourmet prácticamente triplica mis posibilidades de darme un buen revolcón.
A  mí  no  se  me  escapó  que  había  dicho  «alguien»,  y  no  «una  mujer».  Recordé  el  consejo  de  Sarah, pero lo descarté. Me alejé de Peter y fui a buscar mi cámara, que estaba sobre la mesa del salón. Yo no era buena cocinera, pero sabía hacer fotos.

—Oh, no —dijo él, riéndose, y alzó una mano para taparse la cara—. Creía que ibas a ser mi pinche.
—No es bueno que haya demasiados cocineros haciendo un plato.
Enfoque. Disparo.
Lo capté mirando hacia abajo, con una sonrisa y los ojos medio cerrados. Peter cabeceó suavemente y continuó cortando en la tabla para que las zanahorias se convirtieran en algo bello. Yo hice todo lo que pude por capturarlo haciéndolo.
Tomó las zanahorias y las puso en la sartén, en la que ya estaba dorándose un diente de ajo en aceite de oliva. Removió las zanahorias con una cuchara de madera, y a mí se me hizo la boca agua al oler la comida.
—Voy a engordar cincuenta kilos —dije.
Tomé una silla y me subí para hacer una foto desde arriba. El vapor ascendía a su alrededor, y la luz de la cocina proyectaba sombras extrañas en su cara y sus manos.
—Tendré que ayudarte a quemar calorías.
—Sí  —dije  yo.  Me  bajé  de  la  silla,  aparté  la  cámara  para  que  no  se  manchara  con  el  aceite  que saltaba de la sartén y me incliné para que Peter me diera un beso—. ¿Y cómo vas a hacerlo?
Él se rio y apartó la sartén del fuego. Después me hizo avanzar junto a los armarios de la cocina hasta que llegué a una silla que yo había colgado de una de las vigas del techo con unas cadenas gruesas.
La mecedora crujió cuando me senté, y los cojines se movieron bajo mi peso. Lo miré, riéndome. Me agarré a un lado de la silla con una mano, mientras sujetaba fuertemente la cámara con la otra.
—¿Qué estás haciendo?
Él sonrió y tiró del puf, al que le faltaba parte del relleno y estaba más plano de lo que debería, hacia mi asiento. Cuando se arrodilló sobre él, a mí se me aceleró el corazón. Sabía exactamente lo que iba a hacer.
La mecedora crujió de nuevo cuando Peter me quitó las braguitas y me subió la falda por los muslos.
Puso una mano a cada lado de la silla y la movió para poder acariciarme los muslos con la nariz, hacia
arriba,  y  encontrar  mi  clítoris  con  los  labios  y  la  lengua.  Siguió  moviendo  el  columpio  para  que  yo  no tuviera que hacerlo.
Cerré los ojos y me abandoné al placer. Sin embargo, los abrí un segundo más tarde. Aquello, todo aquello,  era  demasiado  bueno.  No  solo  el  sexo,  ni  la  comida.  Todo  lo  que  tenía  que  ver  con  estar  con Peter.
Así que me acerqué la cámara a la cara. Enfoqué e hice una foto de su cabeza entre mis piernas, que salió borrosa porque Peter estaba meciendo la silla. Al oír el sonido de la cámara, él alzó la cara, con la boca relajada y húmeda, y los párpados entornados.
Saqué  otra  foto,  como  si  no  pudiera  evitarlo.  Vi  su  boca  y  sus  ojos,  y  él  no  vio  nada  más  que  una cámara donde debería haber estado mi cara.
Era más seguro así.
—No pares —le dije.
Él  se  inclinó  de  nuevo  para  acariciar,  lamer,  succionar  y  mordisquear.  Introdujo  un  dedo  en  mi cuerpo, y después dos, y un tercero, hasta que me distendió tanto que gemí y agité la cámara sin querer.
Pero no dejé de hacer fotografías.
No  pude  mantener  los  ojos  abiertos  cuando  llegué  al  orgasmo.  El  placer  me  cegó,  aunque  seguí apretando el disparador, y susurré su nombre mientras la mecedora crujía.
Finalmente, dejé la cámara en la mesita que había junto al columpio. Agarré a Peter por la pechera de la camisa y lo atraje hacia mí hasta que pude besarlo.
—¿Qué hace falta para que dejes caer esa cosa?
Él sabía a mí, a mi deseo. Yo no sabía si se había excitado. Podría deslizar la mano entre nosotros y tocarlo para averiguarlo, pero no lo hice. Pasé los dedos por su pelo.
—Dejaría caer a un bebé antes que a la cámara.
Él se echó a reír.
—Eso me parecía a mí.
Nos besamos, y cada beso era nuevo. Parecía que los besos siempre serían nuevos, después de dos semanas o de dos años, o de cien. Yo sabía que no siempre iba a ser igual, porque nada lo era; pero en aquel momento me sentía así.
—¿Te excita? —me preguntó él.
—Algunas veces.
Él deslizó las manos por mis muslos, hacia arriba, y permaneció así.
—¿Y esta vez?
Yo le puse una mano en la mejilla y lo miré a los ojos para intentar averiguar si quería que le dijera que sí, o que no. Sin embargo, solo me vi a mí misma reflejada en sus pupilas.
—No lo sé —dije.
—A mí me ha gustado —respondió él.
—¿De verdad? —pasé un dedo por su oreja, y después por sus cejas. Por sus labios. Él abrió la boca para morderme, y yo me eché a reír.
—Ha sido muy excitante.
Yo arqueé una ceja.
—¿De veras?
Él asintió.
—Como aquel día —le dije yo—, en que Sarah estaba en el estudio y tú apareciste en la puerta.
—Sí. Aquel día.
—A mí nunca se me habría pasado por la cabeza.
Peter sonrió con ironía.
—Porque mi erección no te lo dejó bien claro, ¿no?
Yo lo besé. Quería que todas las palabras que nos decíamos estuvieran entre besos. Y no quería tener miedo de eso.
—Deja que te fotografíe, Peter.
—¿Otra vez?
—Siéntate en esa silla. Ahí —le dije, señalándole una silla de respaldo recto.
Él miró la silla y no titubeó. Se sentó y posó una mano sobre los botones de sus vaqueros.
—¿Así?
—Exactamente.
Él se desabrochó el botón y se bajó la cremallera para liberar su miembro. Si no se había excitado antes, sí lo estaba ahora. Se había bajado los pantalones y los calzoncillos hasta las pantorrillas. Llevaba una camiseta negra ceñida al pecho, y su pene, que sujetaba con firmeza en el puño, rozaba el bajo.

—Súbete la camiseta —le dije, con la cámara en la cara—. Quiero verte el estómago.
Antes, yo había usado la cámara como barrera, como escudo. Al verlo en aquel momento, a través del pequeño cuadrado de cristal, no me sentía separada de Peter, sino más cerca de él. Unida a él, de algún modo. Era parte de lo que él estaba haciendo; al hacerle fotografías, casi era él.
Me coloqué tras él para hacer una foto desde aquella perspectiva.
—Dios, es maravilloso.
Él gruñó al oír mis palabras. Yo seguí retratándolo. Giré a su alrededor mientras se masturbaba.
Lo que hacíamos podía ser pornográfico: un primer plano de su miembro entre sus dedos, seguido de un  primer  plano  de  su  rostro. Aquellas  fotografías  contaban  una  historia  íntima  y  privada  y  sí,  eran  un asunto de sexo, pero también de otra cosa.
De confianza.
Dejé la cámara a un lado para besarlo y puse mi mano sobre la de él para ayudarlo. Llegó al clímax en un minuto. Yo estaba mirándolo a los ojos, y no tuve problemas para ver lo que había en ellos.
—Tengo que darme una ducha —dijo.
Sonó la alarma del horno. Nos separamos. Él me dio otro beso y fue a mi baño, mientras yo iba hacia la cocina. Mi teléfono móvil sonó justo cuando sacaba del horno una bandeja de algo que tenía un olor delicioso y lo dejaba sobre la cocina.
Respondí.
—¿Diga?
—Hola, La. ¿Viste las cosas que te dejé en la puerta?
Pablo. Se me cortó el apetito. Oí la ducha corriendo desde el baño. Peter no iba a tardar mucho.
—Lo tiré todo a la basura.
—No te creo —dijo él, con una frialdad que me llegó al corazón.
—¿Has llamado para amargarme otra vez?
—Te estás tirando a Peter Lanzani, ¿no?
A mí se me cayó el alma a los pies.
—¿Cómo?
—Sí, es cierto. Le dije a Teddy que no, que no podía ser cierto, pero lo es, ¿no? Te lo estás tirando. ¡No puedo creerlo Lali! ¡Te advertí sobre él!
—Me dijiste que no le gustaban las chicas —respondí yo con rabia—. Bueno, pues te equivocabas, Pablo. Sí le gustan.
—¡Te dije que era problemático!
—¿Y cuál es tu problema? ¿Qué me esté acostando con Peter, o que me esté acostando con alguien?
Silencio.
—Me gusta, Pablo. Me gusta mucho.
—Por  supuesto  —dijo  él  despreciativamente—.  Le  gusta  a  todo  el  mundo.  Todo  el  mundo  quiere acostarse con él. Es un salido. Es lo que hace.
A mí se me resbaló el teléfono por la palma de la mano, que de repente se me había puesto sudorosa.
—Tú también lo haces.
—Eso no importa ahora —me espetó Pablo.
—¿Y qué es lo que importa?

—No puedo creerme que te hayas enrollado con él —prosiguió Pablo en un tono muy duro—. Por el amor de Dios, La, ¿es que no has aprendido la lección?
—¿Y qué lección es esa? ¿Que no me enamore de un gay?
Más silencio. A Pablo se le aceleró la respiración. A mí también.
—No puedes haberte enamorado de él  —dijo él, finalmente—. Por Dios, La.  Si  ni  siquiera  lo conoces.
—No  estoy  diciendo  que  lo  conozca.  Estoy  diciendo  que  podría  conocerlo.  Tú  debes  pensarlo también, o no estarías tan frenético.
—Yo no estoy frenético. Lo único que ocurre es que no quiero verte cometer un error…
—¿Como el que cometí contigo?
Silencio.
Yo colgué.
—¿Nena?
Era  la  primera  vez  que Peter utilizaba aquella  expresión  de  cariño  conmigo.  Era  una  prueba  de  lo lejos  que  había  llegado  todo  aquello.  Me  giré  hacia  él.  Estaba  mojado  de  la  ducha;  tenía  el  pelo empapado y llevaba una toalla alrededor de las caderas.
—Tenemos que hablar.
Él  asintió,  como  si  se  lo  esperara.  Su  expresión  se  volvió  reservada,  y  no  supe  lo  que  podía  estar pensando. Se pasó una mano por el pelo para echárselo hacia atrás.
—De acuerdo.
Mi teléfono volvió a sonar. Yo lo apagué sin mirar quién llamaba.
—Es Pablo. No quiero hablar con él.
—De acuerdo.
Puse el teléfono en la encimera y me crucé de brazos, aunque no conseguí calmar el cosquilleo que tenía en el estómago. Podía hacer lo que me había dicho Sarah: enfocar mi pregunta como si fuera a hacer
una  fotografía;  sabiendo  la  respuesta  del  mismo  modo  que  sabía  qué  parte  de  la  fotografía  quería plasmar, y cuál quería cortar.
Saberlo cambiaba las cosas. Las había cambiado para mí, y las cambiaría para él. Yo pensaba que podía  asumir  el  hecho  de  que  mi  amante  fuera  bisexual  y  se  hubiera  acostado  con  mi  ex prometido  una vez. No sabía si Peter podría.
—¿Lali?
Peter no se acercó a mí. No intentó tocarme. Nuestras miradas quedaron atrapadas la una en la otra.
Preguntárselo  me  demostraría  si  él  mentía  o  decía  la  verdad. Yo  pensé  en  las  semanas  anteriores.
Sexo, películas, cenas y carcajadas.
Yo no quería saber si él mentía.
—Es sobre esa palabra —dije—. Ya sabes, esa que dije que no estaba preparada para usar.
Peter sonrió lentamente.
—¿Novio?
—Esa.
—¿Qué pasa con ella?
Yo le hice una señal con el dedo índice, y él se acercó. Le acaricié la piel mojada.
—Creo que deberíamos reconsiderarlo.
—¿Sí?

Asentí y lo besé.
—Sí.
Peter me abrazó y me estrechó contra sí.
—¿Y novia? ¿Está también te parece bien?
—Sí, también.
Él  abrió  la  boca  para  decir  algo  más,  pero  yo  lo  interrumpí  con  otro  beso.  Aquel  se  hizo  más profundo; sus manos comenzaron a acariciarme el cuerpo.
—La cena —dije, en medio del beso.
—También está muy buena fría —respondió Peter.

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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D 

8 comentarios:

  1. Uff me da miedito q lali quiera ser tan ciega le tiene q preg a peter!
    Maass

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  2. Lali le tiene que preguntar a peter
    Subii mass

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  3. : mmasss
    se pusieron de novios :7
    pero que v a pasar cuando ella le pregunte??
    y pablo no deja de joder 1.1
    mmas me encantan tus novelas


    Subi: http://mimundolaliter-adaptaciones.blogspot.com/2014/01/capitulo-13.html

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  4. Y yo sigo si entender Ok La y pitt de novios vamos bien... ¿Gay, Bisexual Que Es Al Final? El Tipo De La fiesta ahora Ella.. ¿y Pablo Sige Enamorado Esta Celoso?... Deja yo me entiendo

    ME ENCANTA TU NOVELA

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  5. Maaaaasss! pesado pablo! y que se quede con peter y que no la cague jajaj

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  6. Epa epa cuanto capitulo subiste, con eso de que tenias que pasar la nove a otra compu pense que habrias subido nada mas uno todavia (soy Maria) cheeee no nos hagas sufrir asiiii, quiero que se lo diga yaaa a Peteeeer, creo que te lo llevo diciendo desde el primer cap jajajajajajaj
    Voto por maraton amiga! Jajajaj
    Bueno, me marcho a estudiar de nuevo, miea tu blog y pasate cuando tengas tiempo si? Novesdepeterylali.blogspot.com tq!

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  7. Subi capitulo nuevo!! http://resistelaliter.blogspot.com.ar/2014/01/para-siempre-cap-2.html

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Amor y Paz :D
Si te gusta comenta y sino tambien :D