Capitulo 32
Yo nunca había pasado más
de uno o dos días sin hablar con Pablo desde que nos reconciliamos, meses después
de haber roto
nuestro compromiso. Él
me enviaba mensajes
de texto o
correos electrónicos incluso
cuando se iba de vacaciones,
y yo hacía
lo mismo. Sin
embargo, llevábamos semanas sin
dirigirnos la palabra, y ahora él me había devuelto las cosas que podrían
haberme dado un motivo para volver a verlo.
Pues bien, yo no iba a
mover un dedo para recuperar la relación con Pablo. Tenía otras cosas en que ocuparme.
Sabía que
las cosas iban
muy deprisa, pero
era tan fácil
ver a Peter y
estar con él,
que no estaba segura
de cómo podía
ralentizarlas. No vivíamos
juntos en el
estricto sentido de
la palabra, pero
las puertas de nuestros
apartamentos casi siempre
estaban abiertas, y
nosotros íbamos de
uno al otro continuamente. Eso me demostraba lo
fácil que podía ser convertir aquella estación de bomberos en una sola vivienda;
yo había sopesado
esa idea brevemente
antes de darme
cuenta de que
no tenía dinero suficiente para la reforma, y que la
única forma de mantener la situación era alquilar el apartamento del piso bajo.
No tenía
motivos para no
estar con Peter. Era divertido, dulce,
buen cocinero, cinéfilo
y el mejor jugador de Monopoly a quien yo conocía.
Cada vez que pensaba en alejarme un poco, él hacía algo que me atraía más y
más.
—Sinceramente, tengo que
decir que nunca he hecho bastoncillos de zanahoria —dije, con el cuchillo sobre
la tabla de cortar—. Normalmente las corto en rodajas.
—Tienen que estar cortadas
en juliana para poder cocinarse en el tiempo adecuado —dijo Peter, y se colocó
detrás de mí. Me puso las manos en las caderas, me apartó el pelo con la nariz
y se puso a besarme la nuca.
Yo me excité con aquella
simple caricia, y me apoyé en él. Él posó su mejilla en la mía y me pasó las palmas de
las manos por
el vientre. Nos
balanceamos un poco
al ritmo de
la música. Aquella
era la tercera noche seguida que
me hacía la cena, y yo no tenía duda de que sería la tercera que terminaríamos haciendo
el amor durante unas horas antes de dormir. En mi cama. No en el futón.
—¿Dónde aprendiste
a hacer todo
esto? —le pregunté,
señalando con la
punta del cuchillo
el destrozo de zanahorias que había hecho yo.
Peter puso las
manos sobre las
mías y me
guio mientras respondía.
Entre los dos
cortamos unos bastoncillos
perfectos y finos.
—Tenía dos opciones:
aprender a cocinar o morirme de hambre.
Yo dejé de cortar y me giré
entre sus brazos para mirarlo.
—La mayoría de los tíos se
conforman con pizza o bocadillos.
Peter hizo una mueca.
—Bueno, la
mayoría de los
tíos viven como
cerdos y van
hechos unos dejados. Además, hacerle
a alguien una cena de gourmet prácticamente triplica mis posibilidades
de darme un buen revolcón.
A mí
no se me
escapó que había
dicho «alguien», y no «una
mujer». Recordé el
consejo de Sarah, pero lo descarté. Me alejé de Peter y
fui a buscar mi cámara, que estaba sobre la mesa del salón. Yo no era buena
cocinera, pero sabía hacer fotos.
—Oh, no —dijo él, riéndose,
y alzó una mano para taparse la cara—. Creía que ibas a ser mi pinche.
—No es bueno que haya
demasiados cocineros haciendo un plato.
Enfoque. Disparo.
Lo capté mirando hacia
abajo, con una sonrisa y los ojos medio cerrados. Peter cabeceó suavemente y continuó
cortando en la tabla para que las zanahorias se convirtieran en algo bello. Yo
hice todo lo que pude por capturarlo haciéndolo.
Tomó las zanahorias y las
puso en la sartén, en la que ya estaba dorándose un diente de ajo en aceite de
oliva. Removió las zanahorias con una cuchara de madera, y a mí se me hizo la
boca agua al oler la comida.
—Voy a engordar cincuenta
kilos —dije.
Tomé una silla y me subí
para hacer una foto desde arriba. El vapor ascendía a su alrededor, y la luz de
la cocina proyectaba sombras extrañas en su cara y sus manos.
—Tendré que ayudarte a
quemar calorías.
—Sí —dije
yo. Me bajé
de la silla,
aparté la cámara
para que no
se manchara con
el aceite que saltaba de la sartén y me incliné para
que Peter me diera un beso—. ¿Y cómo vas a hacerlo?
Él se rio y apartó la
sartén del fuego. Después me hizo avanzar junto a los armarios de la cocina
hasta que llegué a una silla que yo había colgado de una de las vigas del techo
con unas cadenas gruesas.
La mecedora crujió cuando
me senté, y los cojines se movieron bajo mi peso. Lo miré, riéndome. Me agarré
a un lado de la silla con una mano, mientras sujetaba fuertemente la cámara con
la otra.
—¿Qué estás haciendo?
Él sonrió y tiró del puf,
al que le faltaba parte del relleno y estaba más plano de lo que debería, hacia
mi asiento. Cuando se arrodilló sobre él, a mí se me aceleró el corazón. Sabía
exactamente lo que iba a hacer.
La mecedora crujió de nuevo
cuando Peter me quitó las braguitas y me subió la falda por los muslos.
Puso una mano a cada lado
de la silla y la movió para poder acariciarme los muslos con la nariz, hacia
arriba, y
encontrar mi clítoris
con los labios
y la lengua.
Siguió moviendo el
columpio para que
yo no tuviera que hacerlo.
Cerré los ojos y me
abandoné al placer. Sin embargo, los abrí un segundo más tarde. Aquello, todo aquello, era
demasiado bueno. No
solo el sexo,
ni la comida.
Todo lo que
tenía que ver
con estar con Peter.
Así que me acerqué la
cámara a la cara. Enfoqué e hice una foto de su cabeza entre mis piernas, que
salió borrosa porque Peter estaba meciendo la silla. Al oír el sonido de la
cámara, él alzó la cara, con la boca relajada y húmeda, y los párpados
entornados.
Saqué otra
foto, como si
no pudiera evitarlo.
Vi su boca y sus
ojos, y él
no vio nada
más que una cámara donde debería haber estado mi
cara.
Era más seguro así.
—No pares —le dije.
Él se
inclinó de nuevo
para acariciar, lamer,
succionar y mordisquear.
Introdujo un dedo
en mi cuerpo, y después dos, y un
tercero, hasta que me distendió tanto que gemí y agité la cámara sin querer.
Pero no dejé de hacer
fotografías.
No pude
mantener los ojos
abiertos cuando llegué
al orgasmo. El
placer me cegó,
aunque seguí apretando el disparador, y
susurré su nombre mientras la mecedora crujía.
Finalmente, dejé la cámara
en la mesita que había junto al columpio. Agarré a Peter por la pechera de la
camisa y lo atraje hacia mí hasta que pude besarlo.
—¿Qué hace falta para que
dejes caer esa cosa?
Él sabía a mí, a mi deseo.
Yo no sabía si se había excitado. Podría deslizar la mano entre nosotros y tocarlo
para averiguarlo, pero no lo hice. Pasé los dedos por su pelo.
—Dejaría caer a un bebé
antes que a la cámara.
Él se echó a reír.
—Eso me parecía a mí.
Nos besamos, y cada beso
era nuevo. Parecía que los besos siempre serían nuevos, después de dos semanas
o de dos años, o de cien. Yo sabía que no siempre iba a ser igual, porque nada
lo era; pero en aquel momento me sentía así.
—¿Te excita? —me preguntó
él.
—Algunas veces.
Él deslizó las manos por
mis muslos, hacia arriba, y permaneció así.
—¿Y esta vez?
Yo le puse una mano en la
mejilla y lo miré a los ojos para intentar averiguar si quería que le dijera que
sí, o que no. Sin embargo, solo me vi a mí misma reflejada en sus pupilas.
—No lo sé —dije.
—A mí me ha gustado
—respondió él.
—¿De verdad? —pasé un dedo
por su oreja, y después por sus cejas. Por sus labios. Él abrió la boca para
morderme, y yo me eché a reír.
—Ha sido muy excitante.
Yo arqueé una ceja.
—¿De veras?
Él asintió.
—Como aquel día —le dije
yo—, en que Sarah estaba en el estudio y tú apareciste en la puerta.
—Sí. Aquel día.
—A mí nunca se me habría
pasado por la cabeza.
Peter sonrió con ironía.
—Porque mi erección no te
lo dejó bien claro, ¿no?
Yo lo besé. Quería que
todas las palabras que nos decíamos estuvieran entre besos. Y no quería tener miedo
de eso.
—Deja que te fotografíe,
Peter.
—¿Otra vez?
—Siéntate en esa silla. Ahí
—le dije, señalándole una silla de respaldo recto.
Él miró la silla y no
titubeó. Se sentó y posó una mano sobre los botones de sus vaqueros.
—¿Así?
—Exactamente.
Él se desabrochó el botón y
se bajó la cremallera para liberar su miembro. Si no se había excitado antes,
sí lo estaba ahora. Se había bajado los pantalones y los calzoncillos hasta las
pantorrillas. Llevaba una camiseta negra ceñida al pecho, y su pene, que
sujetaba con firmeza en el puño, rozaba el bajo.
—Súbete la camiseta —le
dije, con la cámara en la cara—. Quiero verte el estómago.
Antes, yo había usado la
cámara como barrera, como escudo. Al verlo en aquel momento, a través del pequeño
cuadrado de cristal, no me sentía separada de Peter, sino más cerca de él.
Unida a él, de algún modo. Era parte de lo que él estaba haciendo; al hacerle
fotografías, casi era él.
Me coloqué tras él para
hacer una foto desde aquella perspectiva.
—Dios, es maravilloso.
Él gruñó al oír mis
palabras. Yo seguí retratándolo. Giré a su alrededor mientras se masturbaba.
Lo que hacíamos podía ser
pornográfico: un primer plano de su miembro entre sus dedos, seguido de un primer
plano de su
rostro. Aquellas fotografías contaban
una historia íntima
y privada y
sí, eran un asunto de sexo, pero también de otra cosa.
De confianza.
Dejé la cámara a un lado
para besarlo y puse mi mano sobre la de él para ayudarlo. Llegó al clímax en un
minuto. Yo estaba mirándolo a los ojos, y no tuve problemas para ver lo que
había en ellos.
—Tengo que darme una ducha
—dijo.
Sonó la alarma del horno.
Nos separamos. Él me dio otro beso y fue a mi baño, mientras yo iba hacia la cocina.
Mi teléfono móvil sonó justo cuando sacaba del horno una bandeja de algo que
tenía un olor delicioso y lo dejaba sobre la cocina.
Respondí.
—¿Diga?
—Hola, La. ¿Viste las cosas
que te dejé en la puerta?
Pablo. Se me cortó el
apetito. Oí la ducha corriendo desde el baño. Peter no iba a tardar mucho.
—Lo tiré todo a la basura.
—No te creo —dijo él, con
una frialdad que me llegó al corazón.
—¿Has llamado para
amargarme otra vez?
—Te estás tirando a Peter
Lanzani, ¿no?
A mí se me cayó el alma a
los pies.
—¿Cómo?
—Sí, es cierto. Le dije a
Teddy que no, que no podía ser cierto, pero lo es, ¿no? Te lo estás tirando.
¡No puedo creerlo Lali! ¡Te advertí sobre él!
—Me dijiste que no le
gustaban las chicas —respondí yo con rabia—. Bueno, pues te equivocabas, Pablo.
Sí le gustan.
—¡Te dije que era
problemático!
—¿Y cuál es tu problema?
¿Qué me esté acostando con Peter, o que me esté acostando con alguien?
Silencio.
—Me gusta, Pablo. Me gusta
mucho.
—Por supuesto
—dijo él despreciativamente—. Le
gusta a todo
el mundo. Todo
el mundo quiere acostarse con él. Es un salido. Es lo
que hace.
A mí se me resbaló el
teléfono por la palma de la mano, que de repente se me había puesto sudorosa.
—Tú también lo haces.
—Eso no importa ahora —me
espetó Pablo.
—¿Y qué es lo que importa?
—No puedo creerme que te
hayas enrollado con él —prosiguió Pablo en un tono muy duro—. Por el amor de
Dios, La, ¿es que no has aprendido la lección?
—¿Y qué lección es esa?
¿Que no me enamore de un gay?
Más silencio. A Pablo se le
aceleró la respiración. A mí también.
—No puedes haberte
enamorado de él —dijo él, finalmente—.
Por Dios, La. Si ni
siquiera lo conoces.
—No estoy
diciendo que lo
conozca. Estoy diciendo
que podría conocerlo.
Tú debes pensarlo también, o no estarías tan
frenético.
—Yo no estoy frenético. Lo
único que ocurre es que no quiero verte cometer un error…
—¿Como el que cometí
contigo?
Silencio.
Yo colgué.
—¿Nena?
Era la
primera vez que Peter utilizaba aquella expresión
de cariño conmigo.
Era una prueba
de lo lejos que
había llegado todo
aquello. Me giré
hacia él. Estaba
mojado de la
ducha; tenía el
pelo empapado y llevaba una toalla alrededor de las caderas.
—Tenemos que hablar.
Él asintió,
como si se lo esperara.
Su expresión se
volvió reservada, y
no supe lo
que podía estar pensando. Se pasó una mano por el pelo
para echárselo hacia atrás.
—De acuerdo.
Mi teléfono volvió a sonar.
Yo lo apagué sin mirar quién llamaba.
—Es Pablo. No quiero hablar
con él.
—De acuerdo.
Puse el teléfono en la
encimera y me crucé de brazos, aunque no conseguí calmar el cosquilleo que tenía
en el estómago. Podía hacer lo que me había dicho Sarah: enfocar mi pregunta
como si fuera a hacer
una fotografía;
sabiendo la respuesta
del mismo modo
que sabía qué
parte de la
fotografía quería plasmar, y cuál
quería cortar.
Saberlo cambiaba las cosas.
Las había cambiado para mí, y las cambiaría para él. Yo pensaba que podía asumir
el hecho de que mi amante fuera
bisexual y se
hubiera acostado con
mi ex prometido una vez. No sabía si Peter podría.
—¿Lali?
Peter no se acercó a mí. No
intentó tocarme. Nuestras miradas quedaron atrapadas la una en la otra.
Preguntárselo me
demostraría si él mentía o
decía la verdad. Yo
pensé en las
semanas anteriores.
Sexo, películas, cenas y
carcajadas.
Yo no quería saber si él
mentía.
—Es sobre esa palabra
—dije—. Ya sabes, esa que dije que no estaba preparada para usar.
Peter sonrió lentamente.
—¿Novio?
—Esa.
—¿Qué pasa con ella?
Yo le hice una señal con el
dedo índice, y él se acercó. Le acaricié la piel mojada.
—Creo que deberíamos reconsiderarlo.
—¿Sí?
Asentí y lo besé.
—Sí.
Peter me abrazó y me
estrechó contra sí.
—¿Y novia? ¿Está también te
parece bien?
—Sí, también.
Él abrió
la boca para
decir algo más,
pero yo lo
interrumpí con otro
beso. Aquel se
hizo más profundo; sus manos
comenzaron a acariciarme el cuerpo.
—La cena —dije, en medio
del beso.
—También está muy buena
fría —respondió Peter.
Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D
Uff me da miedito q lali quiera ser tan ciega le tiene q preg a peter!
ResponderBorrarMaass
Lali le tiene que preguntar a peter
ResponderBorrarSubii mass
: mmasss
ResponderBorrarse pusieron de novios :7
pero que v a pasar cuando ella le pregunte??
y pablo no deja de joder 1.1
mmas me encantan tus novelas
Subi: http://mimundolaliter-adaptaciones.blogspot.com/2014/01/capitulo-13.html
Y yo sigo si entender Ok La y pitt de novios vamos bien... ¿Gay, Bisexual Que Es Al Final? El Tipo De La fiesta ahora Ella.. ¿y Pablo Sige Enamorado Esta Celoso?... Deja yo me entiendo
ResponderBorrarME ENCANTA TU NOVELA
k pesado está Pablo.
ResponderBorrarMaaaaasss! pesado pablo! y que se quede con peter y que no la cague jajaj
ResponderBorrarEpa epa cuanto capitulo subiste, con eso de que tenias que pasar la nove a otra compu pense que habrias subido nada mas uno todavia (soy Maria) cheeee no nos hagas sufrir asiiii, quiero que se lo diga yaaa a Peteeeer, creo que te lo llevo diciendo desde el primer cap jajajajajajaj
ResponderBorrarVoto por maraton amiga! Jajajaj
Bueno, me marcho a estudiar de nuevo, miea tu blog y pasate cuando tengas tiempo si? Novesdepeterylali.blogspot.com tq!
Subi capitulo nuevo!! http://resistelaliter.blogspot.com.ar/2014/01/para-siempre-cap-2.html
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