Capitulo 48
Sarah tenía cara de
cansada. Jugueteó con su ensalada, pero no comió. Bostezó y dejó el tenedor en
el plato.
—Ah, no me apetece.
Yo había
devorado mi medio
sándwich y un
tazón de sopa,
y pensaba ir
al mostrador a
pedir un pedazo de brownie. Entonces me puse una mano
en el estómago, calculé las horas que tendría que pasar haciendo ejercicio para
quemar el postre y decidí tomarme un té helado.
—Me gusta este —dijo Sarah,
señalando el folleto que yo había sacado de mi bolso. Ella estaba en el descanso
de su trabajo, y yo estaba de camino al centro comercial para cubrir mi turno
de Foto Folks—.
Me gustan los gráficos.
—A mí también me gusta este
—dije. Observé la primera página, y después le di la vuelta—. Tengo algunas
fotos buenas que se pueden usar para la parte trasera, pero si tienes algún
rato libre esta semana, me gustaría hacer unas cuantas más. ¿Sarah?
Ella no me estaba
escuchando. Estaba mirando hacia la fila de gente que había en el mostrador,
con los ojos muy abiertos.
—Mierda —dijo en voz baja.
Yo me giré para ver qué
ocurría, pero ella me dijo que no lo hiciera.
—¿Qué te pasa? —le
pregunté.
Apretó los labios y se tapó
la cara con las manos.
—Mierda —repitió.
—Sarah, ¿qué
te pasa? —insistí,
y me giré
en el asiento
aunque ella me
había dicho que
no. Sin embargo, no pude
averiguar qué era lo que la había disgustado.
Sarah me miró.
—Es él.
—¿Quién?
Frunció el ceño y movió su
silla hacia detrás de la columna, para bloquear su campo de visión.
—Un tío con el que he
estado saliendo. No es importante. Tal vez se vaya.
—¿El que aparecía en tu
página de Connex?
—Ya no.
—Demonios, Sarah, me has
estado ocultando cosas.
Ella sonrió.
—Tú has
estado un poco
ocupada, cariño. No
quería desconcentrarte. Además,
no hay nada
que contar. Ya me conoces. Un tío, otro tío, y otro más.
—No es cierto.
Sarah tenía muchas citas, y
no siempre iba en serio. Era solo… amigable. No era una mojigata, pero tampoco
se acostaba con nadie a la ligera.
—Se llama Jack —me dijo.
Se le quebró la voz, y eso
me dio a entender muchas cosas.
—Ah, nena. ¿Y qué ha
pasado?
Se encogió de hombros, y se
pasó las manos por los ojos.
—Nada. Ese es el problema.
Que no pasa nada.
En aquel
momento, una mujer
de caderas anchas
con un vestido
de flores, con
joyas vistosas y un
maquillaje exagerado,
pasó junto a
nuestra mesa acompañada
de un hombre
mucho más joven,
que iba tras ella.
Él llevaba una
gorra de béisbol
y una camisa
de manga larga
que ocultaba sus
tatuajes, pero Sarah lo miró de
un modo que me lo dijo todo. Él se detuvo en seco al verla.
—Sarah —murmuró. Su tono
era de anhelo, pero ella fingió que no lo había oído.
Él me
miró durante un
segundo, y ambos
nos quedamos azorados.
Siguió caminando como
si no hubiera hablado.
Lo vi charlando
con la mujer,
que le puso
la mano en
la espalda y
lo devoró con
los ojos. Ella no miró hacia nuestra mesa, pero asintió y siguió
caminando hacia el otro extremo del local. Se metieron detrás de un tabique, y
no pudimos verlos más.
—¿Quieres que nos
marchemos? —le pregunté.
Ella volvió a juguetear con
su ensalada.
—No. No voy a permitir que
ese idiota me estropee la comida.
Ya se la había estropeado,
pero yo no dije nada.
—¿Quieres que hablemos de
ello?
—Jack —me dijo Sarah— es
prostituto.
—Oh, Dios mío. Entonces, no
me lo dijiste en broma.
—No. Se acuesta con mujeres
por dinero.
—Oh. Vaya.
Sarah bebió con enfado, y
empezó a desmenuzar un pedazo de pan.
—Al principio
no le di
importancia. Era solo
un trabajo. Yo
tampoco soy virgen,
ni nada por el
estilo. Me he acostado con tipos a los que no quería.
—Bueno, creo que eso lo
hace todo el mundo, algunas veces.
Ella cabeceó, sin dejar de
mirar el desastre de su plato.
—Y no me importa que lo
hiciera, La. De verdad que no me importa. Lo que me importa es que siga haciéndolo.
Se le quebró la voz de
nuevo, y yo tuve ganas de consolarla. Sarah necesitaba un abrazo, pero tuve que
conformarme con agarrarle la mano y apretársela.
—Lo siento.
Ella me devolvió el
apretón, y después se soltó para quitarse las migas de la palma. Me miró. Tenía
la máscara de pestañas corrida, y eso hacía que pareciera más cansada aún.
—Conozo a muchas mujeres
que ni siquiera le perdonarían que lo hiciera en el pasado, ¿sabes?
Yo pensé en la primera vez
que había visto a Peter.
—Sí. Lo sé perfectamente.
—Sí —dijo ella,
asintiendo—. Así que no es que tenga que perdonarle nada, porque no pienso que hiciera
nada malo. Pero no puedo estar con él si sigue haciéndolo, ¿entiendes?
—Perfectamente.
Sarah sonrió.
—Sé que me entiendes.
—¿Y por
qué no me
habías contado antes
todo esto, sos
boba? ¿Cuánto tiempo
llevas así? —le pregunté,
y la observé
con atención—. Tienes
muy mal aspecto,
a propósito. No
quería decírtelo, pero ahora que nos hemos puesto sinceras…
—Que te den, Lali —me dijo
ella, riéndose. Sus mejillas habían recuperado un poco de color, y mordió un
pedacito de pan—. No lo sé.
No quería agobiarte. No quería hablar de esto porque… No lo sé. Con él es
diferente, eso es todo.
Estaba muy triste, muy
empequeñecida.
—O, por lo menos, yo creía
que podía ser diferente.
Sarah me había hablado de
otras relaciones fallidas, pero nunca la había visto así.
Ella suspiró.
—No pasa nada. Voy a
olvidarme de él, aunque solo sea por molestarlo.
Nos echamos a reír. Cuando
nos marchamos, intenté atisbar al hombre que le había roto el corazón a mi
amiga, pero él debía de haber salido por otra puerta.
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Mi madre
llegó la semana
siguiente, con varias
bolsas de comida
en tarteras que
metió en mi congelador. Yo me eché a llorar cuando me
dio un frasco de caldo de pollo casero, porque era el mismo que me hacía
siempre cuando estaba en la universidad, para que me lo llevara a la
residencia.
Mi madre me abrazó y me
acarició la espalda como siempre había hecho. Había llevado sus propios platos
y sus propios cubiertos, pero no dijo nada acerca de que mi microondas no fuera
kosher. Se quedó durante tres días.
No sé por qué me sorprendía
tanto que se llevara tan bien con Peter. Yo sabía que él era encantador. Llegaba a
casa todos los
días esperando encontrármelo
en su apartamento
del piso de
abajo, donde estaba durmiendo
durante la visita
de mi madre,
y a mi madre con
cara de pocos
amigos a punto
de echarme un sermón. Sin embargo, mi madre lo adoraba.
Una de aquellas noches entré por la puerta, pensando en sugerirles
que fuéramos al cine o a dar un paseo, puesto que ella se iba al día siguiente.
Me los encontré en la cocina, junto al fuego. Mi madre le estaba enseñando a
hacer caldo a Peter.
—Es el seltzer —explicaba mi madre—. Eso es lo que hace que
crezca. Ah, La, cariño. Ven aquí a probar el guiso.
Tomó caldo con el cucharón, y una enorme bola de matzo. Lo
sopló para enfriarlo, y me lo ofreció.
Yo miré a Peter, que tenía una sonrisa de orgullo y estaba apoyado
en la encimera.
—¿Lo has hecho tú? —le pregunté.
—Pues sí —dijo mi madre—. Yo solo le he ayudado un poco. Pero es
un buen cocinero.
—Sí, ya lo
sé —respondí. Tomé
el cucharón y
mordí la bolita
de masa, que
estaba muy blandita
y tenía un delicioso sabor a especias—. Ummm… Es de los que flotan,
definitivamente.
Mi madre sonrió.
—Vamos, saca unos platos. Tenemos que tomarnos la sopa antes de
que se enfríe.
Cenamos, y después
jugamos a las
cartas. Después, mi
madre se disculpó
para darse su
ducha nocturna, y nos avisó con un guiño de que iba a tardar un rato.
—¿Lo ha dicho para que no
aporreemos la puerta? —me preguntó Peter.
Yo me eché a reír mientras
recogíamos la cocina.
—No. Es para que podamos
achucharnos.
—Ah —dijo él, y me atrapó
entre sus brazos—. No sabía que podíamos hacer eso.
Yo le besé la barbilla, y
se la mordisqueé.
—No tenemos tiempo ni para
uno rápido.
—Hace tres días —dijo él,
murmurándome las palabras al oído—. Sería muy rápido, es cierto.
Un suspiro, un beso, una
caricia. Para nosotros era suficiente. Una llama. Me apoyé en él; oí el grifo del
baño y supe que mi madre estaba en la ducha. Pensé en arrodillarme ante Peter y
hacerle una felación rápida, pero solo el hecho de estar abrazada a él era tan
dulce, tan perfecto, que no quise moverme.
—Quiero ir a casa —dijo él,
contra mi pelo.
—¿Ahora? De
acuerdo —respondí, acurrucándome
todo lo posible
contra su pecho—.
Solo espera hasta que ella salga
de la ducha para despedirte.
—No, Lali. No me refiero
abajo. Me refiero a casa, a Ohio.
Yo me aparté de él.
—¿A casa de tu familia?
—Sí. Creo que debería
presentártelos, ¿no?
A mí se me encogió el
corazón.
—Sí. Supongo que tengo que
conocerlos antes de que nos casemos.
Él se echó a reír, pero no
parecía muy feliz.
—¿Te parece bien el fin de
semana del Memorial Day? Podríamos salir el viernes y volver el martes.
Rápidamente, calculé el tiempo
mientras lo besaba. Peter sabía lo que estaba haciendo, y me permitió que lo
besara. Después se apartó lo suficiente para preguntarme:
—¿Cuándo fue la última vez
que te tomaste unas vacaciones?
—Ah, entonces, ¿una visita
a tu familia son unas vacaciones?
Peter contuvo una sonrisa.
—Bueno, será todo un viaje,
eso sí puedo asegurártelo.__________________________________
Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D