Capitulo 23
Tal y
como había prometido, Peter había dejado
la puerta abierta.
De todos modos,
llamé antes de abrir. Asomé la cabeza sin saber qué me
iba a encontrar. ¿A Peter desnudo, esperándome? Ojalá.
No estaba
desnudo, pero tenía
el pelo mojado,
así que él
también se había
duchado. Yo me había puesto unos pantalones vaqueros y una
camisa, y él también llevaba vaqueros y una camisa que tenía el bajo deshilachado.
Estaba junto a la encimera
de la cocina,
donde había puesto
un cuenco lleno
de galletitas saladas.
—¿Vas a darme de comer otra
vez?
—Fuerza, Lali. Te lo dije.
A mí se me secó la garganta.
Una cosa era saber cómo era una mujer moderna, segura de sí misma y de su
sexualidad, y no darle demasiada importancia a una relación sexual pasajera.
Otra cosa era ser esa mujer.
—Pero antes deberíamos
hablar de una cosa —dijo él con seriedad,
antes de
que yo pudiera responder.
—Oh, oh —dije, y di un paso
hacia atrás—. Eso no suena bien.
Él no me dejó escapar. Me
tomó de la mano y me llevó hacia el futón, donde las sábanas y los cojines estaban muy
bien ordenados. Nos
sentamos. Él no me soltó
la mano. La
giró hacia arriba,
y se puso a
trazar las líneas de la palma hasta que me estremecí. Entonces me miró.
—No tenemos que hacer esto
obligatoriamente.
Era lo último que esperaba
oír. Casi tiré de la mano para que me soltara.
—Si no quieres…
—Claro que quiero. Por
supuesto que quiero —me aseguró él, y
me abrazó—. De verdad, Lali, quiero hacerlo.
Yo lo miré atentamente a la
cara, pero no encontré ninguna señal que me ayudara a comprenderlo.
—Entonces, ¿por qué has
dicho eso?
—Porque…
Se interrumpió y carraspeó.
Se movió un poco, y yo vi su pecho desnudo por la abertura del cuello de su
camisa. Percibí su olor. Olía muy bien. Me incliné ligeramente hacia él.
—¿Qué?
—Porque no
he estado con
una mujer desde
hace… Bueno, desde
hace tiempo —respondió apresuradamente, como si le
resultara un alivio confesarlo.
Había dicho
«con una mujer».
Podía haber dicho
una mentira, pero
había hecho la
distinción. Si hubiera dicho con
«nadie», yo me habría marchado. Por lo menos, eso quería pensar: que si me
hubiera mentido, yo me habría marchado.
—Yo tampoco —dije con
ligereza.
Él me miró a los ojos, y
sonrió.
—Eres graciosa.
—Algunas veces.
Siguió acariciándome la
palma de la mano.
—Solo quería que lo
supieras.
—Gracias.
Nuestras rodillas
chocaron. Yo jugueteé
con uno de
los botones de
su camisa. Lo
desabroché, y después desabroché
el siguiente, y todos, hasta que pude abrirle la camisa y mirarlo.
Su risa se convirtió en un
silbido cuando dibujé un círculo alrededor de uno de sus pezones. Él metió las
manos entre mi pelo cuando lo besé en la boca. Me puse a horcajadas sobre su
regazo, y seguimos besándonos hasta que yo tuve que parar para poder respirar.
Notaba su erección debajo
de mí, y me balanceé sobre él. Mi clítoris se frotó contra la costura de mi pantalón vaquero,
contra el estómago
de Peter. Yo
no llevaba sujetador
bajo la camisa,
y la tela
me rozaba los pezones. Yo quería que se rozaran contra su piel desnuda.
Él me soltó el pelo, me agarró
de las nalgas y me estrechó contra su cuerpo. Entonces posó los labios en mi
cuello, en mis clavículas. Su lengua me dejó un rastro húmedo en la piel
mientras bajaba hacia mi pecho.
Me miró.
—¿Podemos deshacernos de
esto?
Se refería a mi camisa.
—Solo si tú también te
quitas la tuya.
—Quítamela tú.
Tenía una
voz muy sexy,
ronca, rasgada en
aquel momento, pero
también suave. Yo
le deslicé la camisa por los hombros y por los brazos.
Por un momento, sus manos quedaron atadas por la tela detrás de él, y yo no
seguí quitándosela.
—No puedo usar las manos
así —murmuró en mi boca.
Yo estaba deseando tirar de
la tela, pero me detuve.
—Tal vez me guste así.
No era cierto. Yo nunca
había atado a un hombre, ni me había dejado atar. Peter alzó la cabeza para mirarme
a los ojos.
—¿De verdad?
—¿A ti te gusta así…?
—A mí me gusta de cualquier
forma que pueda hacerlo.
No le quité la camisa
todavía. Lo besé un poco más fuerte, pensando en aquello. Mis senos rozaron su pecho
desnudo a través de mi camisa, y cuando dejé de besarlo, él tenía la
respiración acelerada. Por lo que yo sentía a través de los pantalones
vaqueros, los suyos y los míos, Alex estaba muy excitado. Tiré de la camisa,
pero no del todo.
—¿Qué te gusta de esto?
Él pestañeó, y después
entrecerró los ojos pensativamente.
—Algunas veces quieres
dejarlo todo, ¿sabes?
A mí se me quebró un poco
la voz al contestar.
—¿El qué?
—El control —susurró Peter,
y cerró los ojos.
Exhaló un suspiro. Yo
respiré profundamente. Él abrió los ojos.
—Claro que, algunas veces
no quieres en absoluto.
Se quitó él mismo la camisa
y me agarró de las caderas. Rodó conmigo, hasta que estuvo situado sobre mí,
entre mis piernas, y su pene me presionaba deliciosamente, y yo notaba su estómago
suave, duro y caliente allí donde la camisa se me había subido. Él me sujetó
las muñecas y me colocó los brazos por encima de la cabeza, lentamente, y me
mantuvo así mientras, con la mano libre, me desabrochaba el pantalón.
—Podría soltarme —dije yo.
—Podrías —respondió él—,
pero no quieres.
No quería, así que no me
moví mientras él deslizaba la mano por dentro de mis pantalones. La pasó sobre
mis braguitas y me acarició el clítoris. A mí se me movieron las caderas
involuntariamente.
Con una
sola mano, Peter consiguió bajarme
el pantalón por
los muslos. Yo no podía
ayudarlo, porque mis brazos estaban por encima de mi cabeza, así que no
sé cómo se las arregló para bajarlos del todo. Con un pie, finalmente, empujó
por la costura del vaquero hasta que llegó a mis tobillos.
—Demonios —dijo en voz
baja.
Yo me reí, y arqueé la
espalda cuando su boca se posó en mi vientre.
Él me quitó el pantalón, me
acarició la piel con la nariz y subió por mi cuerpo, hasta que se apoyó en mí y
me miró a los ojos. Aflojó la mano con la que me estaba sujetando las muñecas.
—Pon las palmas de las
manos juntas y entrelaza los dedos.
Él tenía el pelo por la
frente, y estaba increíblemente sexy. No se había afeitado, y la sombra de su barba
de dos días hizo que me estremeciera al pensar lo que iba a sentir cuando él me
besara de nuevo. Obedecí.
A él se le cortó el aliento
al ver mis manos unidas.
—Eso es… Es… Joder, Lali.
Me arqueé de nuevo,
ofreciéndole mi cuerpo sin palabras, preguntándome qué iba a hacer. Y qué iba a
hacer yo, también.
—No te sueltes —me ordenó—.
Quiero ver cuánto aguantas.
Yo me sentí un poco
alarmada, y dejé de moverme.
—¿Cuánto aguanto qué?
Su sonrisa me tranquilizó.
—Cuanto aguantas antes de
tener que tocarme.
Entonces, sin decir una
palabra más, Peter comenzó a bajar por mi cuerpo, hasta que puso los labios sobre
mi clítoris cubierto por el encaje de las braguitas. Me besó ahí. Yo di un
tirón sin poder evitarlo, pero no me solté las manos. Su suave carcajada exhaló
un calor húmedo sobre mí, y separé un poco las piernas para él.
Él enganchó un dedo en la
cintura de las braguitas y las deslizó hacia abajo, siguiendo el camino con la
boca, beso tras beso. Primero en mi vientre, después en el muslo, después la
rodilla. Los dos tobillos. Y después, hacia arriba por la otra pierna, hasta que
se colocó de nuevo en el centro.
Yo me quedé inmóvil. Él
tardó una eternidad en volver a poner la boca sobre mí, y cuando lo hizo, se me
separaron los dedos. Solo un segundo. Volví a agarrarme las manos con fuerza.
—Sé que te gusta ganar
—dijo él, hablando contra mi piel. Su lengua encontró mi clítoris e hizo un círculo,
y yo noté que me acariciaba con un dedo—. ¿No?
—Esto no es Dance Dance…
—mis palabras se convirtieron en un gruñido de placer.
Él se
rio contra mí,
y me provocó
una sensación tan
deliciosa que me
apreté contra su
lengua. Él deslizó un dedo en mi
interior, y eso también fue delicioso. Peter me saboreó.
Me lamió y me acarició
hasta que yo me puse a temblar, al borde del éxtasis, pero entonces, se apartó de
mí. El futón se hundió cuando él se puso de rodillas. Yo no me había dado
cuenta de que tenía los ojos cerrados, pero cuando él se detuvo, los abrí de
golpe.
No estaba sonriendo. Se
desabrochó el pantalón y se lo bajó para liberar su miembro. Se los quitó y volvió a arrodillarse entre
mis piernas; entonces
comenzó a acariciarse
lentamente, con los
ojos cerrados.
Mis músculos internos se
contrajeron, y mi clítoris latió. Todos los músculos de mi cuerpo estaban tensos,
listos para deshacerse en el orgasmo; estaba al borde del clímax. Solo me
hubiera hecho falta un beso, una caricia.
Él no me tocó. Siguió
acariciándose a sí mismo, con un semblante serio. Se mordió el labio inferior y
dejó caer la cabeza hacia atrás. Empujó las caderas hacia delante y se sujetó
el miembro con el puño.
Era una
visión bella. Incluso
atenazada por aquella
sensación de placer
que me tensaba
el cuerpo, pude enmarcar la
fotografía en mi mente. Clic, clic.
Continuará...
__________________________________Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D
eh mmm otra mujer?su bisexualidad me pone más nerviosa que su homosexualidad Jajaja besos Naara
ResponderBorrarcada dia estoy mas enamorada de tu nove jajaja!
ResponderBorrarJajajaja,K problemita tiene este chico.
ResponderBorrarMaaaaaaaaaaaas....
ResponderBorrarAngy.... =)
más más más más maratón!!!
ResponderBorrar++++++++
ResponderBorrarmmassss
ResponderBorrarsubí más maratón!!
ResponderBorrarmaratón maratón maratón maratón maratón maratón
ResponderBorrarMe encanta amiga ya lo sabeeees:) quiero maaas y yo tambien voto por maraton jajajaja
ResponderBorrarBesooossss
Tq
Maria
volveee subíiii massss noveeeee
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