jueves, 31 de octubre de 2013

Capítulo 11

Novela: "Al desnudo"
Capitulo 11
Pablo  era  verdaderamente  distinto  con  sus  nuevos  amigos,  y  con  su  nuevo compañero. Tal vez aquel Pablo fuera el verdadero Pablo, pero su tontería también era parte de él.
Había pasado el tiempo, y las heridas se habían curado. En muchos sentidos, Pablo y yo estábamos más unidos de lo que habíamos estado cuando éramos pareja. Yo sabía perfectamente que si hubiéramos seguido  adelante  y  nos  hubiéramos  casado,  habríamos  sido  infelices  y  nos  habríamos  divorciado  en menos  de  un  año,  o  peor  todavía,  habríamos  sido  infelices  y  no  nos  habríamos  divorciado.  Yo  me alegraba de que Pablo hubiera encontrado su lugar en el mundo, junto a alguien que lo quería, y yo no andaba por ahí triste y deprimida, esperando a que apareciera mi príncipe azul. O al menos, lo intentaba.
—Por lo menos, no te olvides de mí —me dijo él.
—Oh, Pablo. Como si pudiera olvidarme —dije. Me puse en pie y le di un abrazo y un beso que no se merecía, pero que no podía negarle—. Ahora, vete. Tengo que trabajar.
—Llámame.
—¡Sí, sí! ¡Vete!
—La…
—¿Sí, querido mío? —pregunté. Las palabras eran dulces, pero mi tono era un poco amargo.
—Nada. No importa —dijo. Salió y cerró la puerta.
Yo  me  giré  hacia  el  ordenador  y  me  concentré  en  el  trabajo.  Era  mejor  que  pensar  en  ninguna  otra cosa.
______
A mí no me habían criado como a una tonta.
Por el contrario. Tanto mi padre como mi madre eran de la generación del sexo, las drogas y el rock and roll. Seguidores de Grateful Dead. Y yo tenía dos hermanos mayores que no se habían preocupado demasiado de esconder las películas que veían ni la música que escuchaban. Yo sabía lo que era el sexo.
Después  de  que  mis  padres  se  divorciaran,  cuando  yo  tenía  cinco  años,  mi  padre  había  vuelto  a casarse  enseguida.  Su  nueva  esposa,  Marjorie,  era  una  ferviente  devota  de  la  Iglesia  Católica  del Sagrado Corazón, y tenía dos hijas, Cindy y Stacy, ambas un poco mayores que yo. Mi madre se había quedado soltera, y casi nunca tenía citas. Mis padres eran cordiales el uno con el otro, y nunca me habían hecho  elegir  entre  los  dos,  y  aunque  existía  cierta  tensión  con  mi  padre  sobre  el  lugar  que  yo  debía ocupar en su nueva casa, la completa indulgencia de mi madre conmigo lo compensaba con creces. Mi madre y yo éramos muy amigas.
Tuve mi primer novio de verdad a los catorce años, e hice mi primera masturbación a un chico un año más tarde. La mayoría de mis amigas habían perdido la virginidad a los dieciséis, pero yo esperé un año más  para  mantener  relaciones  sexuales  con  mi  novio,  en  el  sótano  de  su  casa,  durante  la  fiesta  de graduación de su hermano mayor. Para mí, aquella primera vez no fue traumática. Yo sabía lo que era un preservativo, y mi novio era habilidoso en las cuestiones sexuales. Aquella primera vez estuvo bien.
Mi vida cambió durante mi último año de instituto. De repente, mi madre dejó sus costumbres hippys y  se  volvió  muy  religiosa.  Empezó  a  leer  libros  sobre  el  judaísmo  y  a  observar  estrictamente  sus mandatos.  Y  entonces,  todo  lo  que  ella  y  yo  habíamos  hecho  siempre  juntas,  como  una  familia, desapareció. Se fue a la basura, junto a toda la ropa y la comida que ya no servía.


Ella guardó la mitad de los platos, los cubiertos y los vasos durante un año, el tiempo necesario para que se volvieran kosher. La otra mitad los purificó sumergiéndolos en agua hirviendo, y manteniendo la casa completamente libre de productos cárnicos. De repente, éramos judías y vegetarianas. Mi madre siempre había sido una carnívora entusiasta. Yopodía soportar las cenas de los viernes por la noche, las velas encendidas y la preparación del challah. Pero, ¿renunciar a las hamburguesas con queso? No, de ninguna manera.
Me  fui  a  vivir  con  mi  padre  y  su  esposa,  que  me  acogió,  pero  no  sin  que  pareciera  que  yo  era  una carga. Una vez le oí contarle en voz baja a una amiga suya que era su deber. Su deber cristiano. A ella le molestaba  más  que  no  estuviera  bautizada  que  el  hecho  de  que  fuera  negra,  lo  cual  era  bueno,  porque siempre existía la posibilidad de que yo me salvara aceptando a Jesús como salvador, pero no existía la posibilidad de que me cambiara el color de la piel.
Yo quería a mi padre, y no me importaba tener que compartir el baño con mis hermanastras ni tener una  habitación  pequeña  y  oscura  en  el  sótano.  No  me  importaba  tener  que  rezar  antes  de  las  comidas, porque al menos, me daban mucho bacón. Oh, bacón. Todas las mañanas, huevos con bacón. Y tampoco me importaba tener que ir a misa, porque los monaguillos eran muy monos.
A  mi  madre  no  le  gustaba  nada  de  aquello,  pero  estaba  inmersa  en  su  propio  viaje,  y  dejó  pasar muchas  cosas.  Siempre  y  cuando  yo  estuviera  con  ella  durante  las  fiestas  que  quería  celebrar,  no  le importaba lo que hiciera el resto del tiempo. Si estaba allí para encender la menorah,  no  le  importaba que fuera a casa de mi padre y colgara las medias en la chimenea. Yo no le hablaba del grupo juvenil católico  en  el  que  me  había  apuntado  Marjorie,  ni  en  que  mi  padre  había  estado  diciéndome  que  sería buena idea bautizarme.
Me  escapé  de  la  salvación  yéndome  a  la  universidad. Allí,  en  mi  primer  año,  conocí  a  Pablo.  Él vivía en mi residencia, y la primera vez que me sonrió, aquella sonrisa se me quedó grabada. Era alto, rubio, rubicundo… y católico. Me enamoré.
A mí me gusta pensar que la vida es un rompecabezas infinito que tiene tantas piezas que, las encajes como  las  encajes,  la  imagen  nunca  se  termina.  El  conocer  a  Patrick  fue  la  culminación  de  cientos  de elecciones. Él era el final de uno solo de aquellos caminos, pero era el camino que yo había elegido. No importaba cómo pudiera terminar; él era la opción que yo había elegido, y aunque siempre había pensado que  no  iba  a  perder  el  tiempo  en  arrepentirme  por  ello,  estaba  empezando  a  creer  que  tal  vez  sí  lo hiciera.
Creí que sabía lo que era el amor, con un novio muy guapo que besaba muy bien. Creí que sabía lo que era durante tres años de universidad, incluso cuando todas mis amigas estaban fornicando como locas y el atractivo de la castidad estaba empezando a deteriorarse. El amor es paciente, el amor es bondadoso, ¿no? El amor lo perdona todo.
Eso era lo que yo creía entonces. Ahora ya no estaba tan segura.
En nuestro último año de universidad, Pablo se arrodilló ante mí y me pidió que me casara con él mientras me daba un anillo de diamantes con una mano y un ramo de rosas rojas con la otra. Fijamos una fecha. Planeamos la boda.
Y, dos semanas antes de que recorriéramos el camino al altar, descubrí que Pablo me había estado mintiendo todo el tiempo.




No me habían educado como a una estúpida, pero terminé sintiéndome tonta.
Transcurrió  una  semana.  Oí  el  sonido  de  unas  voces  al  pasar  junto  a  la  puerta  del  apartamento  de Peter, y vi su coche ir y venir, pero no lo vi a él. Terminé viendo Orgullo y prejuicio  a solas, y culpando a Pablo por ello.
La semana anterior a Navidad es muy ajetreada para la gran mayoría de la gente, aunque no celebren esas  fiestas,  y  yo  tenía  una  lista  de  tareas  muy  larga.  No  había  puesto  árbol  de  Navidad,  pero  había comprado regalos. Iba a pasar el día con mi padre y su familia, aunque mis hermanos, sus mujeres y sus niños  no  estarían  allí.  También  había  aceptado  un  encargo  de  última  hora  para  la  promoción  de  las rebajas posteriores a la Navidad, y unas cuantas sesiones de retratos para amigos.
La  niña  a  la  que  estaba  enfocando  con  la  cámara  no  tenía  alas,  pero  era  un  angelito.  Tenía  cuatro años, una melena rizada y negra, una boquita pequeña y roja y un par de brazos cruzados. Era una versión en miniatura y en malvado de Shirley Temple, incluyendo el vestido y el lazo de la cintura.
—¡No!  ¡No,  no,  no!  —exclamó,  y  dio  una  patada  en  el  suelo.  Hizo  un  mohín.  Me  fulminó  con  la mirada.
—Pippa, cariño. Sonríe para la foto, ¿quieres?
Pippa miró a su padre Steven y volvió a protestar.
—¡No me gusta este vestido! ¡No me gusta esta diadema!
Se  quitó  la  diadema  y  la  tiró  al  suelo,  y  para  que  todos  supiéramos  lo  mucho  que  la  odiaba,  la pisoteó.
—Es culpa tuya —me dijo el otro padre de Pippa, Devon.
Yo arqueé una ceja.
—Vaya, gracias.
Devon se echó a reír mientras Steven se agachaba a recoger la diadema para ponérsela de nuevo.
—Es muy obstinada, eso es todo. Se parece mucho a ti.
—Pippa, cariño, por favor…
—Ah,  ¿y  lo  mucho  que  la  miman  sus  padres  no  tiene  nada  que  ver  con  eso?  —murmuré  yo, concentrada en la escena que se estaba desarrollando delante de mí. Enfoqué y disparé. Clic, clic. Capté toda la batalla entre el padre y su hija con solo apretar un dedo.
—¡No saques fotos de esto! —me dijo Steven.
Pippa, riéndose, se escapó y echó a correr por el estudio. Corría muy rápido, como yo cuando tenía su edad.
Devon  se  rio  y  se  apoyó  en  el  respaldo  de  la  silla,  cabeceando.  Yo  hice  foto  tras  foto.  Pippa corriendo. Steven agarrándola, sujetándola cabeza abajo, con la falda vuelta del revés y sus rizos negros tocando el suelo. Después, dos padres con su hija, y el amor que había entre ellos como algo tangible que yo no podía editar ni controlar, sino solo capturar.
—Pippa, hazlo por papá —dijo Steven—. Quiero una foto bonita de ti para poder mandársela a los abuelos.
Pippa frunció de nuevo los labios, pero al final, suspiró.
—Está bien.
Steven la puso sobre la caja de madera del suelo y le arregló el pelo y el vestido, y después se echó hacia  atrás. Yo  enfoqué  la  cámara  y  tomé  la  foto.  Perfecta.  Sin  embargo,  mientras  inclinaba  la  cámara para  enseñarle  la  imagen  a  Devon,  era  consciente  de  que  aquella  no  era  la  que  yo  iba  a  pulir  para regalársela y que pudieran ponerla en su pared.

Continuará...
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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D 

Ohh gracias a todas las que me desearon feliz cumple :D lo pase genial muchas gracias besitos a todas

8 comentarios:

  1. Me mori con Pippa...jajaja..a mi puebo están haciendo un espectaculo de motocross y el rumor se escucha desde mi casa..parecen mosquitos..jajaja
    @pl_mialma

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  2. una cosita Cielo, esto es una adaptacion de una nove o una nove que vos escribis??

    @Clara_glez97

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  3. Amigaaaa me encanta!!! Me estoy enganchando mucho a esta novela, cada vez me gusta maaaas! Y espero Laliteeeer, aunq sea amigos ajajajaj bueno Cielito, espero tus novedades como te comente en el epilogo de tu otro blog
    Besoosss y nos leemos:)
    Maria

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  4. Me gusta la nove!!!! Es muy diferente a todo lo que he leído en mi vida!!! Peter y Pablo gays???? jajajaja No me los termino de imaginar así, la verdad
    Si me gustaría que recomendaras mi blog también aquí, gracias
    PD: ya te sigo en twitter
    Besos

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  5. Quiero saber cual es la bendita foto k les entregará.
    Alto tiempo estuvo Pablo guardando su secreto,sin embargo LAli no le guarda ningún rencor.

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  6. Ya subi cap si quieres pasarte :)) siemprejuntoslaliter.blogspot.com
    @pl_mialma

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  7. acción LALITER! Besos Naara

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Amor y Paz :D
Si te gusta comenta y sino tambien :D