domingo, 20 de octubre de 2013

Capítulo 3


Novela: "Al desnudo"
Capitulo 3
—Anímate —me dijo Teddy, y me rellenó la copa de vino, aunque yo no quería más—. La fiesta no ha terminado todavía.
Yo gruñí y me apoyé en él.
—Tal vez debería irme a casa.
Él agitó la cabeza, se rio y se dio una palmadita en un bolsillo.
—Yo tengo tus llaves.
Alcé la copa.
—Si no te hubieras empeñado en mantenerla llena…
Los dos nos echamos a reír, porque yo había pasado muchísimas noches en su habitación de invitados sin  haberme  emborrachado  previamente,  así  que  su  insistencia  en  servirme  vino  no  tenía  nada  que  ver. Sin embargo, en aquel momento, hubiera preferido poder marcharme; pero hacía demasiado frío, la noche era demasiado oscura y el trayecto demasiado largo.
Me tapé la boca con la mano para disimular otro bostezo.
—Creo que necesito un poco de café.
Teddy frunció el ceño.
—Pobre La. Siempre trabajando tanto.
—Si no lo hago yo, nadie lo va a hacer en mi lugar —respondí, encogiéndome de hombros.
—Bueno,  pues  yo  estoy  impresionado.  Empezar  un  negocio  por  cuenta  propia.  Dejar  tu  trabajo. Pablo no pensaba que ibas a seguir adelante —dijo Teddy. Me pareció que se sentía incómodo, como si acabara de revelar un secreto incómodo.
—Ya sé que lo pensaba.
—Está orgulloso de ti, La.
Yo no estaba muy segura de que Pablo tuviera derecho a sentirse orgulloso de mis éxitos, pero no dije nada. Dejé que Teddy me abrazara y me mimara un poco, y después le di mi copa de vino.
—Voy a hacerme un café. O a buscar una Coca-Cola, o algo así.
Podía  haberme  ido  a  la  cama,  pero  la  fiesta  estaba  en  pleno  apogeo,  y  de  todos  modos  no  habría conseguido dormir nada. La cocina de Pablo era muy mona, y tenía electrodomésticos de estética de los años  cincuenta.  Bueno,  salvo  la  cafetera  de  expreso  futurista,  que  era  de  las  que  espumaban  la  leche  y utilizaban  cápsulas  especiales. Yo  nunca  había  aprendido  a  usarla  y  no  me  atrevía  a  tocarla  por  si  la programaba mal y nos mandaba a todos a la Edad de Piedra.
No  encontré  la  cafetera  normal  en  ningún  armario,  pero  sabía  que  Pablo la  tenía.  Él  nunca  se deshacía de nada, ni de su camiseta favorita ni de una lámpara a la que se le hubiera roto el interruptor. Demonios, ni siquiera de mí. Acumulaba pertenencias y gente como si se avecinara el fin del mundo y la única  manera  de  sobrevivir  fuera  erigir  una  nueva  civilización  hecha  de  ropa  pasada  de  moda, electrodomésticos viejos y… antiguos amantes. Yo sabía que él tenía su cafetera.
Tal  vez  estuviera  en  el  porche  trasero,  que  estaba  acristalado,  donde  él  había  almacenado  dos docenas  de  cajas  llenas  de  cosas.  Le  había  prometido  a  Teddy  que  iba  a  revisar  el  contenido  para  ir tirando objetos, pero nunca lo había hecho. Su máquina de café expreso era nueva, así que había muchas posibilidades de que acabara de guardar la otra máquina.
Abrí la puerta trasera y solté un silbido al notar el frío. Rápidamente, tuve escalofríos. No encendí la luz, sino que fui hacia el primer grupo de cajas. Solo encontré una colección de revistas pornográficas que hojeé con los dedos entumecidos, y que volví a guardar en su caja. Era la mayor excitación que iba a obtener en toda la noche, y no me arrepentí de haberlo hecho.
Haber creado mi propia empresa había sido estupendo para mi ego, y me proporcionaba satisfacción personal.  Sin  embargo,  había  sido  horrible  para  mi  cuenta  bancaria  y  para  mi  vida  sexual.  No  tenía tiempo  para  salir  con  nadie,  no  podía  invertir  tiempo  en  nadie,  ni  aunque  conociera  a  alguien  que mereciera  la  pena.  No  tenía  tiempo  para  flirtear,  puesto  que  como  trabajaba  por  cuenta  propia,  estaba sola la mayor parte del tiempo.
Mis otros dos trabajos, los que mantenía para poder pagar la hipoteca, no me facilitaban el hecho de conocer  a  muchos  hombres.  Se  trataba  de  hacer  fotografías  a  escolares  y  a  equipos  deportivos,  y  tenía que  viajar  bastante. Aunque  conocía  a  bastantes  padres  con  los  que  me  hubiera  gustado  acostarme,  la mayoría estaban casados. Mi trabajo en Foto Folks era divertido y estaba bien pagado, pero mis clientes casi siempre eran madres que llevaban a sus hijos a que se hicieran fotografías junto a gigantescos osos de  peluche.  Yo  estaba  en  decadencia,  pero  era  feliz.  Estaba  cansada  y  algunas  veces  estresada,  pero trabajaba en algo que me encantaba.
También estaba oficialmente falta de sexo.
—Vamos,  vamos,  Pablo,  ¿dónde  la  has  puesto?  —pregunté  en  voz  baja,  y  me  acerqué  al  final  del porche, rodeando muebles cubiertos con sábanas y unas sillas de jardín—. Ah, por fin.
La cafetera, filtros, incluso una bolsa de café en grano. Verdaderamente, nunca se deshacía de nada. Moví la cabeza, y me giré al oír que la puerta se abría a mis espaldas.
Dos siluetas aparecieron en el hueco de la puerta. Hombres. El más bajo empujó al más alto contra la pared. Oh. Lo entendí. Iba a carraspear para avisarles de que estaba allí, cuando el más alto de los dos volvió la cara hacia la luz.
¿Cómo había podido pensar que era solamente guapo, sin más? Peter Lanzani tenía un perfil que me dio ganas de llorar, aunque solo fuera porque había muy poca gente que tuviera tanta belleza y a la vez fuera tan real. Su nariz era demasiado afilada, y su mandíbula no era tan cuadrada como para llegar a la perfección. Le caía un mechón de pelo por la frente, e hizo una mueca cuando el otro hombre se puso de rodillas ante él y le bajó la cremallera del pantalón.
Yo todavía tenía tiempo de avisarlos. Tal vez ellos estuvieran borrachos, o demasiado consumidos por la lujuria como para darse cuenta de que había alguien más allí, pero yo hubiera podido detenerlos de haber querido.
—Evan —dijo Peter con su voz grave—, no tienes por qué hacerlo.
—Cállate.
Las  sombras  se  convirtieron  en  figuras  de  nuevo,  una  de  ellas  erguida  contra  la  pared,  la  otra  de rodillas. La luz de la farola de la calle no era lo suficientemente intensa como para iluminar nada, pero sí como  para  que  yo  pudiera  ver  lo  que  estaba  ocurriendo.  Yo  estaba  en  el  rincón  opuesto,  entre  las sombras; siempre y cuando me mantuviera en silencio y quieta, no se enterarían de que estaba allí. Harían lo que quisieran… y se marcharían.
Evan le bajó los pantalones hasta las rodillas a Peter. Yo no pude ver su miembro, pero no soy tan orgullosa como para negar que no lo intenté. Lo que sí vi fue la mano de Evan, acariciándolo. Peter echó la cabeza hacia atrás y la apoyó con la pared.
—Cállate y aguanta —repitió Evan.
Tal vez quisiera sonar amenazante, y sexy, pero Peter se rio y le puso la mano en la cabeza. ¿Me imaginé que le retorcía el pelo a su compañero? Era imposible verlo, pero al segundo siguiente, cuando la cabeza de Evan se inclinó hacia atrás, pensé que debía de ser por un tirón de la mano de su amante.
—¿Vas en serio? —le preguntó Peter entre risas.
El  siguiente  ruido  que  hizo  Evan  no  fue  amenazador. A    no  me  pareció  muy  excitante,  pero  para Peter debió de serlo, porque aflojó la mano lo suficiente como para que la cabeza de Evan se inclinara hacia delante. Oí el sonido suave y húmedo de una boca sobre la carne.
—Dios, qué gozada.
—Sé cómo te gusta —dijo Evan, con más suavidad en aquella ocasión, sin arrogancia.
—¿A quién no le gusta esto? —preguntó Peter; su risa se había vuelto grave, lenta, como somnolienta.
No sé si soy una pervertida por excitarme viendo a otras dos personas mantener relaciones sexuales.
Más sonidos húmedos, leves. Llegados a aquel punto, yo también estaba húmeda y excitada, y el único motivo por el que no me acaricié entre las piernas fue que me había quedado completamente inmóvil por la fascinación, y por supuesto, que no estaba viendo pornografía a escondidas, sino a hombres de verdad manteniendo relaciones sexuales.
Apreté los muslos y sentí placer. Volví a hacerlo, y me provoqué en el clítoris una presión que habría sido mucho mejor con un dedo o una lengua; sin embargo, la contracción rítmica y lenta de los músculos comenzó a crearme una tensión familiar en el cuerpo.
Pestañeé.  Me había acostumbrado a la oscuridad, y vi que Peter observaba  a  Evan  con  los  ojos brillantes. Evan sonrió al apartarse un momento del miembro de Peter. Peter le puso la mano en la cabeza a Evan de nuevo, y Evan siguió con su tarea.
Peter gimió.
Evan emitió un ruido ahogado que no fue tan agradable. Las tablas del suelo crujieron. Oí un golpe en la pared, y abrí los ojos. Entonces, vi a Peter arqueándose.
Iba a tener un orgasmo. Tuve que cerrar los ojos de nuevo y volver la cara. No podía mirar aquello, por muy excitante que fuera, por muy rarita y pervertida que fuera yo. Lo que estaba claro era que ya no tenía frío.
—No —dijo Peter, y yo abrí los ojos.
Evan se había puesto en pie. Había una pequeña distancia entre ellos, un espacio de luz entre sus dos sombras. Yo vi que Evan se adelantaba de nuevo, un poco, y que Peter se hacía a un lado.
—¿No?—Repitió Evan con incredulidad—. ¿Me dejas que te la chupe, pero no quieres darme un beso?
Cremallera. Suspiro. Peter se encogió de hombros.
—Eres un capullo, ¿lo sabes?
—Sí, ya lo sé —dijo Peter—. Pero tú también lo sabías antes de sacarme aquí fuera.
Increíblemente, Evan dio una patada en el suelo. A mí me sorprendió aquel gesto tan infantil.
—¡Te odio!
—No, no me odias.
—¡Claro que sí! —exclamó Evan. Abrió la puerta, y yo cerré los ojos para protegerme de la súbita luz—. ¡Olvídate de volver a casa!
—Tu casa no es mi casa —dijo Peter—. ¿Por qué crees que me he llevado todas mis cosas?
Ay. Aquello me dolió incluso a mí. Si yo fuera Evan, también odiaría a Peter, aunque solo fuera por su tono de arrogancia.
—Te odio, te odio. ¡No debería haberte dado otra oportunidad!
—Te dije que no lo hicieras —respondió Peter.
Evan  salió. Peter  se  quedó  allí  un  minuto  más,  hasta  que  su  respiración  agitada  se  calmó.  Yo  me mantuve inmóvil, aunque tenía el corazón acelerado. Creía que él iba a oír mis latidos, pero no fue así.
Peter entró.
Y yo descubrí que no necesitaba café para mantenerme despierta.

Continuará...
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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D 

8 comentarios:

  1. wtf. peter era gey de verdad jaja . segui me encanta ! beso

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  2. Agggggg peter gay, No lo asimilo

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  3. jajaja Peter gey .. me encanta la novela .. subi mas

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  4. Me pasa como a las demás,increíble este Peter gay ,y muy frío y despiadado ,jajajaja,pobre Evans.
    Y Lali aguantando el tirón ,.con razón se le pasó el frío y el sueño.

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  5. Amiiii soy Maria, te firme en el otro cap tambien.
    Me gusto muchoooooo, pobre Lali, Peter es gay gay jajajaja todavia no acaba de encajarme te juro, estoy tan acostumbrada a imaginarmelo con Lali... Igual, lo que me gusta de esta nove es que no tengo ni idea de como va a ser su transcurso, no me lo imagino para nada como van a acabar ni nada, estoy muy perdida jajajajaj
    Quiero mas amiga
    Besooooo
    Maria

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  6. Ahhhh, y una cosa que se me olvido
    No me pongas esa foto de Peter ahi porque ya se me olvidan las cosas y me distraigo entendes??? jajajajajaja
    TQQQ

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  7. Hooolaaaaa si soy yo la loca de siempre..jeje
    wooooow pensaba q Peter no fuese gay..pero lo es..jaja
    eeeemmm buenoo..jaja..Lali q se lo quiere comer jaja..muy rara la situacion..jaja
    bueno sabes cual es mi blog..ahi estoy..cuando subis el prox avisame..besoos..
    @pl_mialma

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  8. cabe la posibilidad de que sea bisexual? Jejej besos Naara

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