viernes, 25 de octubre de 2013

Capítulo 6


Novela: "Al desnudo"
Capitulo 6
—No trabajes demasiado, La. Es fiesta.
—¿Es que quieres que me lleve todos los regalos que te he traído?
Entonces se echó a reír con ganas y me abrazó de nuevo. Me susurró al oído:
—Acuérdate de lo que te he dicho.
La mayoría de las veces, cuando Pablo me abrazaba, yo me tomaba el abrazo como lo que era: una expresión  física  de  afecto  y  amor  entre  dos  amigos  platónicos.  Sin  embargo,  en  algunas  ocasiones percibía su olor, la colonia que yo le había regalado muchos años antes y que él nunca había dejado de usar,  aunque  ahora  pudiera  permitirse  usar  un  perfume  mucho  más  caro  y  lujoso.  Ocasiones  en  las  que sentía  la  presión  de  su  cuerpo  a  lo  largo  del  mío  y  tenía  que  cerrar  los  ojos  y  recordarme  que  debía soltarlo, y ocasiones en las que casi me resultaba imposible hacerlo.
Con esfuerzo, abrí los ojos, y me encontré con la mirada de Peter por encima del hombro de Pablo. Con aquel escrutinio como motivación, le di unas palmaditas en la espalda a Pablo y me alejé de él, con la esperanza de que no se me hubieran endurecido los pezones y se me notara a través de la camiseta, y con la esperanza de no estar tan ruborizada como creía, por el calor que notaba en la cara.
Pablo me agarró de la muñeca antes de que pudiera retirarme por completo.
—Quédate un poco más. Es domingo.
—Pablo…
Él no me soltó.
—Peter, dile a La que debería quedarse.
—Lali. Deberías quedarte —dijo Peter con una sonrisa.
Yo también sonreí, pero me di la vuelta y le clavé el dedo índice a Pablo en un costado.
—Tengo una vida, Pablo.
—¿Y qué vas a hacer hoy? ¿Meterte en ese apartamento frío y encerrarte con tus fotos? Es fotógrafa —añadió para información de Peter, y me devolvió el pinchazo en las costillas.
—Qué bueno. ¿Qué sueles fotografiar?
—¡De todo! —respondí yo por encima de mi hombro, mientras intentaba esquivar las cosquillas de Pablo.
Lo  miré  con  dureza.  La  noche  anterior  me  había  advertido  que  no  me  acercara  a Peter,  y  ahora  me estaba pidiendo que me quedara a pasar el día. Sin embargo, yo tenía que trabajar en mi estudio, que no iba a limpiarse ni a pintarse solo, y que había estado descuidando desde que me lo había comprado, seis meses antes.
—Pablo…
—Vamos, La. Peter va a hacer tortitas —dijo él.
Yo miré a Pablo. Pablo miró a Peter. Y Peter… Peter me miró a mí.
—Sí, voy a hacer tortitas. Y se me da muy bien.
Yo tuve que admitir la derrota.
—Está bien, pero antes voy a ducharme, y no me importa si se quedan sin agua caliente —le dije a Pablo, que sonrió como siempre sonreía cuando se salía con la suya.
En el piso de arriba me encontré con Teddy, que salía de su habitación.
—¿Te quedas?
—Sí. Pero solo un rato. Tengo que estar en casa esta noche.
Él se echó a reír.
—Deberías mudarte aquí, La. Así no tendrías que conducir tanto.
Yo puse los ojos en blanco.
—Tú eres igual de malo que él. Annville está a solo media hora de camino, por el amor de Dios.
—Pero es Annville.
—Pfff —dije yo, y agité una mano—. Voy a ducharme. Tengo entendido que en la cocina van a hacer tortitas.
Teddy se frotó el estómago.
—Ummm. Supongo que las hará nuestro invitado, y no nuestro amado Pablo.
Pablo jamás cocinaba.
—Sí. Eh, Teddy… —dije yo, apoyándome en el marco de la puerta de mi dormitorio—, ¿cuál es el misterio con él, de todos modos?
—¿Con Peter?
—Sí.
Teddy se encogió de hombros, y su sonrisa se hizo un poco tirante.
—Es amigo de Pablo. Necesitaba un lugar para dormir. Solo va a estar aquí unos días más. Es un chico agradable.
La respuesta quedó flotando entre nosotros, como si no debiera hablarse más de aquel tema. Y aquel tema  era  por  qué  pensaba  Pablo que  tenía  derecho  a  influir  en  mi  vida  amorosa,  en  mi  falta  de  vida amorosa, más bien. Me encogí de hombros, porque algunas preguntas no tienen respuesta.
—Voy a ducharme —dije, y Teddy me dejó para que pudiera hacerlo.
Cuarenta y cinco minutos después tenía el estómago lleno de tortitas, bacón, pavo y café del bueno, y estaba intentando patearle el trasero a Peter jugando a Dance  Dance  Revolution y fracasando estrepitosamente. Yo tenía el sentido del ritmo de Teddy, y estaba muy a la par con Pablo, pero Peter… él era una superestrella.
—Se me resbalan los pies de la plataforma de baile —me quejé entre jadeos.
—Yo  voy  a  pasar  al  nivel  avanzado  —me  dijo Peter con  un  brillo  perverso  en  la  mirada. Prácticamente  se  estaba  frotando  las  manos  y  retorciéndose  un  mostacho  imaginario—.  Tú  puedes quedarte en el básico.
No iba a rechazar aquella oferta.
—De acuerdo.
—Sabía  que  no  debería  haber  dejado  que  empezarais  a  jugar  —dijo  Pablo desde  el  sofá,  donde estaba leyendo una novela muy gruesa.
Al oír el tono afectuoso de su voz, lo miré, mientras Peter cambiaba de pantalla con el mando de la Wii.  Pablo  estaba  tapado  con  una  colcha,  y  había  vuelto  a  concentrarse  en  su  libro.  Teddy  había desaparecido;  seguramente  se  había  ido  a  jugar  a  los  Sims  a  su  dormitorio.  Y  Peter  y  yo  estábamos jugando con la Wii. Era la perfecta imagen de la felicidad de un domingo ocioso; entonces, ¿por qué de repente me sentía tan… mal?
—¿Lali?
Me giré hacia Peter y sonreí como pude.
—Sí, estoy lista.
Él ladeó la cabeza.
—¿Quieres que hagamos un descanso?
Pablo debió de percibir el tono de preocupación de Peter, porque volvió a alzar la vista.
—¿Qué pasa?
—Nada —dije yo—. Demasiadas tortitas. Venga, empecemos.
Peter se  había  quitado  los  pantalones  de  pijama  de  Hello  Kitty  y  se  había  puesto  unos  pantalones vaqueros y una camiseta de manga larga, pero seguía descalzo. Puso un pie sobre la plataforma, pero no empezó la siguiente canción.
—Bueno. Si estás segura…
—Claro. Vamos.
Sin embargo, no hubo manera de ganarlo, ni siquiera con la ventaja de jugar en niveles diferentes. Yo me había distraído con aquella inesperada tristeza, y con algo más que no sabía identificar. Mi actuación fue lamentable.
—Creo que me estás dejando ganar —dijo Peter.
Pablo soltó una carcajada desdeñosa.
—Lali nunca deja ganar a nadie. Saborea tu victoria.
Miré a Pablo con los ojos entrecerrados. Aquella broma tenía una parte de verdad que me sentó mal.
—Bueno, tengo que irme ya.
Aquello captó la atención de Pablo.
—¿Ya? Creía que te ibas a quedar a cenar. Peter dice que va a hacer chuletillas de cordero.
Peter se rio.
—Tío…
Yo lo miré.
—Ahora ya sabes cuál es el verdadero motivo por el que te deja quedarte en su casa.
Aquella broma también tenía una parte de verdad, pero a Pablo no le importó.
—No pasa nada. A mí me gusta cocinar.
—En  fin.  Estoy  segura  de  que  estarán  deliciosas,  Peter,  pero  no  puedo  quedarme.  Me  alegro  de haberte conocido —le dije, y le tendí la mano. Él me la estrechó con firmeza, y después me soltó.
Entonces, se puso en jarras.
—Puede que volvamos a vernos.
—Bueno, si vuelves a visitar a Pablo, seguro que sí —dije, y me di la vuelta para marcharme.
—En  realidad,  voy  a  quedarme  en  esta  zona.  Me  han  encargado  otro  trabajo  de  consultoría.  Es temporal.
Yo me detuve. Pablo alzó la vista de nuevo, y en aquella ocasión dejó el libro a un lado.
—No me lo habías dicho.
—Mi contacto con Hershey Foods acaba de avisarme —dijo Peter—. Tengo que quedarme aquí unos seis meses. Tal vez ocho, depende.
Pablo se irguió en el sofá.
—¿Y dónde vas a quedarte?
—Aquí no, no te preocupes —dijo Peter, riéndose—. Tengo una habitación en el Hotel Hershey para una semana, pero voy a buscar un piso de alquiler para el resto del tiempo.
El sonido del eco de mis tacones en el suelo de parquet de mi piso reverberó en mis oídos, junto al tintineo de la caja registradora.
—Yo tengo un apartamento que podría interesarte.
Entonces, los dos me miraron. Pablo arqueó las cejas. Peter me observó con expectación.
—He comprado un edificio. Una antigua estación de bomberos —le expliqué—. Vivo en el segundo piso, pero el piso bajo está vacío y amueblado, en parte.
—Me  dijiste  que  no  querías  tener  ningún  inquilino  —dijo  Pablo,  y  su  tono,  vagamente  acusador, hizo que yo frunciera el labio desdeñosamente.
Peter, por otra parte, sonrió.
—¿Dónde está tu casa, Lali?
—En Annville.
Respondí al mismo tiempo que Pablo decía:
—En mitad de ninguna parte.
—En Annville —repetí yo—. Está a veinte minutos de Hershey, a la misma distancia que desde aquí.
—Suena bien. ¿Cuándo puedo verlo?
—¿Qué te parece ahora mismo?
Peter sonrió.
—Perfecto.

Continuará...
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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D 

6 comentarios:

  1. me encantaaa .. massssssss

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  2. Viviendo bajo el mismo techo.
    Pablo me desconcierta.

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  3. Pablo le tiene muchas ganas a peter o me parece? Besos Naara

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  4. Perdoooonnb amiga soy Maria y no vi que subiste este cap hasta ahora, esta muy bueno!!! Voy a veer como ve el piso Peter, no entiendo porque Pablo es asi respecto a Peter y Lali, no entiendo... Lo unico qje se me ocurre es que le tenga ganas a Lali... Bueno voy a seguir leyendo amigaa:)

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