Novela: "Al desnudo"
Capitulo 4
Pablo se abalanzó sobre mí en la cocina, con una expresión feroz.
—¿Dónde estabas?
Yo señalé hacia el porche trasero.
—He ido a buscar tu cafetera.
Él se cruzó de brazos.
—Está ahí mismo, en la encimera.
La fiesta seguía en auge, pero yo ya había tenido suficiente. Demasiadas emociones para una sola noche. Si no hubiera tomado tanto vino me habría ido a mi casa, pese al trayecto, con tal de dormir en mi propia cama. Además, estaba bajándome la subida de adrenalina, y ya casi no podía hablar sin arrastrar las palabras.
—Ya sabes que no sé usar la nueva. Es demasiado complicada.
—¿Estás borracha?
—No. Solo cansada.
Lo abracé, y creo que le sorprendí por un segundo, por el respingo que dio. Sin embargo, después, él también me abrazó a mí, y me estrechó contra sí hasta que yo lo aparté de un empujón.
—Bueno, me voy a dormir.
—¿Ya?
—¡Estoy hecha polvo! —exclamé. Le hice cosquillas en el costado, y Pablo intentó no reírse, aunque al final se rindió—. Y de todos modos, ¿qué te ocurre? ¿Por qué has venido aquí como si se te estuviera quemando el extremo final de la escoba?
Mi broma le molestó.
—Qué graciosa eres. Te estaba buscando, nada más. Has desaparecido.
—Ya. Bueno, pues aquí estoy. No es para tanto, Pablo, por Dios.
Él me agarró de la mano y me la apretó.
—Solo quería asegurarme de que estás bien, La. ¿Te parece mal que me cerciore de que mi niña está bien?
—Hacía mucho tiempo que no me llamabas eso —dije yo, y retorcí los dedos, que él tenía atrapados en su puño. Pablo me soltó.
—Lo digo en serio, y tú lo sabes.
Si has querido a alguien demasiado tiempo como para dejar de hacerlo, sabrás cómo me sentí en aquel momento, en la cocina que Pablo compartía con otra persona, agotada y un poco borracha. No me dejé vencer por la tristeza; le di un beso en la mejilla y un azotito en el trasero, como él me hacía a mí siempre.
—Me voy a la cama.
Subí por las escaleras de atrás. Eran estrechas y empinadas, y tenían un giro brusco a mitad de camino, así que resultaba difícil utilizarlas incluso estando completamente sobrio. El sonido de la música fue aminorándose, pero las vibraciones del bajo continuaron mientras subía los escalones y atravesaba lo que Pablo y Teddy llamaban «la habitación trasera», que tenía una puerta para entrar y otra para salir, y recorría un pasillo largo y estrecho. Al igual que la escalera, aquel pasillo tenía un giro brusco a la izquierda.
Me encantaban las casas antiguas, con sus recovecos, y aquella no era una excepción. Una vez había sacado una fotografía de la vista de aquel pasillo. La luz de la ventana que había al final del corredor esbozaba sombras bajo las lámparas del techo, que no eran lo suficientemente elegantes como para ser llamadas «antiguas», solo «viejas».
Había captado una figura borrosa en una esquina, algo parecido a la forma de una mujer que llevaba un vestido largo y el pelo recogido en un moño. Tal vez un efecto de la luz o una ilusión óptica. Estaba desenfocada, y no podía distinguirla bien. Pero en noches como aquella cuando pensaba que podía tropezarme del cansancio, me imaginaba su mano ayudándome a caminar.
Llegué de la puerta a la cama en pocos pasos. Me quité la ropa y tiré sin contemplaciones al suelo todos los cojines. Palpando en la mesilla de noche, más allá de la caja de pañuelos de papel y del bálsamo labial, encontré la cajita cuadrada de tapones para los oídos que siempre tenía allí.
En medio minuto estaba en un silencio bendito, aunque de vez en cuando, el bajo de la música de abajo me hacía vibrar el estómago.
Saqué una camiseta del cajón de la mesilla de noche, me la puse y me metí bajo el grueso edredón, con la almohada extra entre las rodillas para aliviar la presión de mi dolorida espalda. No oí mi propio suspiro, aunque los latidos del corazón me resonaban en los oídos.
No pude quedarme dormida.
Durante mi segundo año de universidad compartí habitación con otras tres chicas. La residencia que yo había elegido estaba completa, y me habían ofrecido la posibilidad de alojarme en un edificio diferente, bastante más lejano a mis clases y a la cafetería, o en un salón reconvertido en dormitorio durante un semestre.
No estuvo tan mal. Al tener una habitación más grande, nos sobraba espacio, y el salón estaba en una esquina del edificio, así que en vez de tener solo la pequeña ventana que tenían el resto de las habitaciones, teníamos cuatro grandes ventanales. La desventaja era la falta absoluta de privacidad. Por supuesto, había que olvidarse de llevar a un chico a tu habitación. Incluso era imposible masturbarse sin público.
No sé cómo se las arreglarían las otras chicas. Una de ellas era cristiana y muy devota, y yo sospechaba que su postura del misionero no tenía nada que ver con el sexo. Sin embargo, yo siempre había sido muy aficionada a satisfacerme a mí misma, y aprendí el truco de masturbarme con la almohada entre las piernas, justo como la tenía en aquel momento, contrayendo lenta y constantemente los músculos hasta que estaba cerca del clímax, y frotándome al final contra la almohada. Llevaba mucho tiempo sin tener un orgasmo de aquella manera, porque vivía sola y podía desnudarme por completo y masturbarme encima de la mesa del salón si quería. Aunque no lo hiciera.
Sin embargo, no había olvidado cómo se hacía. Descarté la vergüenza que sentía en nombre del orgasmo. Después de todo, yo no los había sorprendido manteniendo relaciones sexuales, ni me había puesto a espiarlos por una cerradura. El espectáculo del porche me había sido concedido como un regalo inesperado, y yo nunca devolvía un regalo, aunque no me quedara perfectamente.
El recuerdo del gemido de Peter Lanzani me atravesó en la oscuridad y fue directamente a mi vientre, a mi clítoris. Me moví ligeramente contra la almohada. ¿Cómo debía de sentirse alguien al ser la causa de aquel gemido?
De repente, me di cuenta de que estaba muy cerca del clímax. Volví a moverme, contrayendo los músculos, y las ondas suaves y dulces del orgasmo empezaron a extenderse por dentro de mí. Volví la cara hacia la almohada y mordí la funda para amortiguar mi propio gemido. Disfruté de aquellas ondas de placer con los ojos cerrados.
De todas las imágenes que mi mente había asimilado aquella noche, su cara era la que aún seguía viendo.
________
La casa estaba silenciosa cuando me desperté. Me
estiré bajo el peso de las sábanas y el edredón. Se me habían quedado frías la
punta de la nariz y las mejillas, lo cual no era un buen pronóstico para lo que
iba a
sentir el resto
de mi cuerpo
cuando saliera de
mi cálido refugio.
La casa de
Pablo y Teddy
era antigua y se calentaba de manera irregular. Además, a mí se me había
olvidado abrir el radiador por la noche. Eso podía significar que lo único que
estaba helado era mi habitación, pero también era posible que la casa entera
pareciera una nevera. Dependía de lo que hubieran hecho con el termostato antes
de irse a la cama.Me rugió el estómago. Mi vejiga, el despertador más efectivo que he tenido en mi vida, me recordó que había bebido mucho vino. Y peor todavía, mi cabeza estaba empeñada en revisar mis actividades de la noche anterior.
¿De veras me había masturbado pensando en Peter Lanzani mientras le hacían una felación? Parecía que sí. Esperé a sentir vergüenza, o por lo menos un poco de azoramiento, pero nada. Era una completa depravada.
Aquello me impulsó a levantarme de la cama, porque nadie podía ser depravado correctamente si no tenía la vejiga vacía y el estómago lleno. Me encargué de lo primero, me lavé las manos con el agua ardiendo que salía del grifo y bajé las escaleras.
En la cocina había un calor glorioso, que salía directamente por la rejilla abierta de la caldera que estaba abajo. Dentro de veinte minutos iba a estar sudando, pero por el momento me deleité. También me deleité al ver los contenedores de plástico llenos de sobras de la comida de la fiesta, perfectamente colocados según tamaño y forma. Era cosa de Pablo. Me imaginaba que se habría quedado un buen rato trabajando antes de que Teddy pudiera obligarlo a subir a la cama.
Unas empanadillas de pollo me estaban llamando, y yo me olvidé de que quería perder uno o dos kilos. Podía ignorar la tarta de chocolate, pero no las pequeñas empanadillas agridulces. Saqué la tartera del frigorífico y me giré para ponerla sobre la mesa, y estuve a punto de chocarme con un pecho desnudo.
La tartera de empanadillas de pollo cayó al suelo y botó. Yo grité. Alto.
Peter Lanzani sonrió.
—Demonios, qué guapo eres –dije.
Él pestañeó, y su sonrisa se hizo más grande. Cruzó los brazos por encima de su precioso estómago, también desnudo.
—Gracias.
Pensé en agacharme para recoger el desayuno, pero si lo hacía me pondría a sus pies, y no estaba segura de poder aguantarlo después de lo que había visto la noche anterior. Él miró la tartera, y después a mí. Entonces se agachó a recogerla.
¿Peter a mis pies? Eso sí me parecía muy agradable.
—Gracias —dije yo. Tomé la tartera de sus manos y pasé por delante de él para meterla en el microondas. Miré hacia atrás por encima de mi hombro—. ¿Quieres un poco?
Él se rio, agitó la cabeza y dio un paso atrás. Entonces me di cuenta de algo que era más o menos divertido, más o menos extraño. ¿Peter estaba… incómodo?
Yo estaba acostumbrada a encontrarme con hombres medio desnudos en la cocina de Pablo la mañana siguiente a una fiesta; aunque, ciertamente, nunca había visto cómo le hacían una felación a ninguno de ellos, y después había usado la visión para conseguir un orgasmo, pero él no sabía nada de eso.
—Me llamo Peter. Pablo me dejó quedarme a dormir anoche.
—Yo soy Lali —dije yo, y esperé su reacción. Ni un pestañeo.
—Me alegro de conocerte, Lali.
Continuará...
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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D
Eeeeemmm jaja..bueno..jaja..
ResponderBorrarEse no todo es lo que parece me está volviendo loca pq ya quiero saber lo q pasa.ya quier aas..
@pl_mialma
no entiendo nada pero me encanta jajaj .. subi mas :*
ResponderBorrarOh inutil este blog es sexy jajaja Peter gay jajaja ok me gusta me gusta :D asi se hace nena! jajajajajajajaja oh jajaja me recuerda a alguien con otro alguien jajajajaja el capitulo anterior jajajajaj recuerdas a Juli cuando nos contaba su aventura amorosa? ok jajaja fue muy parecido jajajajaja me meo ok me callo jajajaja ohh esta the vampire diaries en este momento jajajaj Helena se fue con Damon :O dios que chico tan apasionado jajaja soy yo dios que hermoso jajajaja me voy inutil te quiero imbecil jajaja hoy estoy agresivo quien te dice que mañana no me levanto cariñoso? mmm jajaja ok chau fea! -.-
ResponderBorrarPeter nervioso?,veremos si son capaces d hablar,quizás Peter si k la vio en las sombras.
ResponderBorrarque días subis nove?
ResponderBorrarMe gusto muchoooooo amiga!!! Voy a por el otro, me esta empezando a gustar muchoooo:)
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