lunes, 21 de octubre de 2013

Capítulo 4


Novela: "Al desnudo"
Capitulo 4
Pablo se abalanzó sobre mí en la cocina, con una expresión feroz.
—¿Dónde estabas?
Yo señalé hacia el porche trasero.
—He ido a buscar tu cafetera.
Él se cruzó de brazos.
—Está ahí mismo, en la encimera.
La  fiesta  seguía  en  auge,  pero  yo  ya  había  tenido  suficiente.  Demasiadas  emociones  para  una  sola noche. Si no hubiera tomado tanto vino me habría ido a mi casa, pese al trayecto, con tal de dormir en mi propia cama. Además, estaba bajándome la subida de adrenalina, y ya casi no podía hablar sin arrastrar las palabras.
—Ya sabes que no sé usar la nueva. Es demasiado complicada.
—¿Estás borracha?
—No. Solo cansada.
Lo abracé, y creo que le sorprendí por un segundo, por el respingo que dio. Sin embargo, después, él también me abrazó a mí, y me estrechó contra sí hasta que yo lo aparté de un empujón.
—Bueno, me voy a dormir.
—¿Ya?
—¡Estoy  hecha  polvo!  —exclamé.  Le  hice  cosquillas  en  el  costado,  y  Pablo intentó  no  reírse, aunque al final se rindió—. Y de todos modos, ¿qué te ocurre? ¿Por qué has venido aquí como si se te estuviera quemando el extremo final de la escoba?
Mi broma le molestó.
—Qué graciosa eres. Te estaba buscando, nada más. Has desaparecido.
—Ya. Bueno, pues aquí estoy. No es para tanto, Pablo, por Dios.
Él me agarró de la mano y me la apretó.
—Solo quería asegurarme de que estás bien, La. ¿Te parece mal que me cerciore de que mi niña está bien?
—Hacía mucho tiempo que no me llamabas eso —dije yo, y retorcí los dedos, que él tenía atrapados en su puño. Pablo me soltó.
—Lo digo en serio, y tú lo sabes.
Si  has  querido  a  alguien  demasiado  tiempo  como  para  dejar  de  hacerlo,  sabrás  cómo  me  sentí  en aquel momento, en la cocina que Pablo compartía con otra persona, agotada y un poco borracha. No me dejé vencer por la tristeza; le di un beso en la mejilla y un azotito en el trasero, como él me hacía a mí siempre.
—Me voy a la cama.
Subí por las escaleras de atrás. Eran estrechas y empinadas, y tenían un giro brusco a mitad de camino, así que resultaba difícil utilizarlas incluso estando completamente sobrio. El sonido de la música fue aminorándose, pero las vibraciones del bajo continuaron mientras subía los escalones y atravesaba lo que Pablo y Teddy llamaban «la habitación trasera», que tenía una puerta para entrar y otra para salir, y recorría un pasillo largo y estrecho. Al igual que la escalera, aquel pasillo tenía un giro brusco a la izquierda.
Me encantaban las casas antiguas, con sus recovecos, y aquella no era una excepción. Una vez había sacado  una  fotografía  de  la  vista  de  aquel  pasillo.  La  luz  de  la  ventana  que  había  al  final  del  corredor esbozaba sombras bajo las lámparas del techo, que no eran lo suficientemente elegantes como para ser llamadas «antiguas», solo «viejas».
Había captado una figura borrosa en una esquina, algo parecido a la forma de una mujer que llevaba un vestido largo y el pelo recogido en un moño. Tal vez un efecto de la luz o una ilusión óptica. Estaba desenfocada,  y  no  podía  distinguirla  bien.  Pero  en  noches  como  aquella  cuando  pensaba  que  podía tropezarme del cansancio, me imaginaba su mano ayudándome a caminar.
Llegué de la puerta a la cama en pocos pasos. Me quité la ropa y tiré sin contemplaciones al suelo todos  los  cojines.  Palpando  en  la  mesilla  de  noche,  más  allá  de  la  caja  de  pañuelos  de  papel  y  del bálsamo labial, encontré la cajita cuadrada de tapones para los oídos que siempre tenía allí.
En  medio  minuto  estaba  en  un  silencio  bendito,  aunque  de  vez  en  cuando,  el  bajo  de  la  música  de abajo me hacía vibrar el estómago.
Saqué una camiseta del cajón de la mesilla de noche, me la puse y me metí bajo el grueso edredón, con la almohada extra entre las rodillas para aliviar la presión de mi dolorida espalda. No oí mi propio suspiro, aunque los latidos del corazón me resonaban en los oídos.
No pude quedarme dormida.
Durante mi segundo año de universidad compartí habitación con otras tres chicas. La residencia que yo  había  elegido  estaba  completa,  y  me  habían  ofrecido  la  posibilidad  de  alojarme  en  un  edificio diferente,  bastante  más  lejano  a  mis  clases  y  a  la  cafetería,  o  en  un  salón  reconvertido  en  dormitorio durante un semestre.
No estuvo tan mal. Al tener una habitación más grande, nos sobraba espacio, y el salón estaba en una esquina  del  edificio,  así  que  en  vez  de  tener  solo  la  pequeña  ventana  que  tenían  el  resto  de  las habitaciones, teníamos cuatro grandes ventanales. La desventaja era la falta absoluta de privacidad. Por supuesto, había que olvidarse de llevar a un chico a tu habitación. Incluso era imposible masturbarse sin público.
No sé cómo se las arreglarían las otras chicas. Una de ellas era cristiana y muy devota, y yo sospechaba que su postura del misionero no tenía nada que ver con el sexo. Sin embargo, yo siempre había sido muy aficionada a satisfacerme a mí misma, y aprendí el truco de masturbarme con la almohada entre las piernas, justo como la tenía en aquel momento, contrayendo lenta y constantemente los músculos hasta que estaba cerca del clímax, y frotándome al final contra la almohada. Llevaba mucho tiempo sin tener un orgasmo de aquella manera, porque vivía sola y podía desnudarme por completo y masturbarme encima de la mesa del salón si quería. Aunque no lo hiciera.
Sin  embargo,  no  había  olvidado  cómo  se  hacía.  Descarté  la  vergüenza  que  sentía  en  nombre  del orgasmo.  Después  de  todo,  yo  no  los  había  sorprendido  manteniendo  relaciones  sexuales,  ni  me  había puesto a espiarlos por una cerradura. El espectáculo del porche me había sido concedido como un regalo inesperado, y yo nunca devolvía un regalo, aunque no me quedara perfectamente.
El recuerdo del gemido de Peter Lanzani me atravesó en la oscuridad y fue directamente a mi vientre, a mi clítoris. Me moví ligeramente contra la almohada. ¿Cómo debía de sentirse alguien al ser la causa de aquel gemido?
De repente,  me  di  cuenta  de  que  estaba  muy  cerca  del  clímax.  Volví  a  moverme,  contrayendo  los músculos, y las ondas suaves y  dulces  del  orgasmo  empezaron  a  extenderse  por  dentro  de  mí.  Volví  la cara hacia la almohada y mordí la funda para amortiguar mi propio gemido. Disfruté de aquellas ondas de placer con los ojos cerrados.
De  todas  las  imágenes  que  mi  mente  había  asimilado  aquella  noche,  su  cara  era  la  que  aún  seguía viendo.
________
La casa estaba silenciosa cuando me desperté. Me estiré bajo el peso de las sábanas y el edredón. Se me habían quedado frías la punta de la nariz y las mejillas, lo cual no era un buen pronóstico para lo que iba  a  sentir  el  resto  de  mi  cuerpo  cuando  saliera  de  mi  cálido  refugio.  La  casa  de  Pablo  y  Teddy  era antigua y se calentaba de manera irregular. Además, a mí se me había olvidado abrir el radiador por la noche. Eso podía significar que lo único que estaba helado era mi habitación, pero también era posible que la casa entera pareciera una nevera. Dependía de lo que hubieran hecho con el termostato antes de irse a la cama.
Me rugió el estómago. Mi vejiga, el despertador más efectivo que he tenido en mi vida, me recordó que había bebido mucho vino. Y peor todavía, mi cabeza estaba empeñada en revisar mis actividades de la noche anterior.
¿De veras me había masturbado pensando en Peter Lanzani mientras le hacían una felación? Parecía que sí. Esperé a sentir vergüenza, o por lo menos un poco de azoramiento, pero nada. Era una completa depravada.
Aquello me impulsó a levantarme de la cama, porque nadie podía ser depravado correctamente si no tenía  la  vejiga  vacía  y  el  estómago  lleno.  Me  encargué  de  lo  primero,  me  lavé  las  manos  con  el  agua ardiendo que salía del grifo y bajé las escaleras.
En la cocina había un calor glorioso, que salía directamente por la rejilla abierta de la caldera que estaba abajo. Dentro de veinte minutos iba a estar sudando, pero por el momento me deleité. También me deleité  al  ver  los  contenedores  de  plástico  llenos  de  sobras  de  la  comida  de  la  fiesta,  perfectamente colocados según tamaño y forma. Era cosa de Pablo. Me imaginaba que se habría quedado un buen rato trabajando antes de que Teddy pudiera obligarlo a subir a la cama.
Unas  empanadillas  de  pollo  me  estaban  llamando,  y  yo  me  olvidé  de  que  quería  perder  uno  o  dos kilos. Podía ignorar la tarta de chocolate, pero no las pequeñas empanadillas agridulces. Saqué la tartera del frigorífico y me giré para ponerla sobre la mesa, y estuve a punto de chocarme con un pecho desnudo.
La tartera de empanadillas de pollo cayó al suelo y botó. Yo grité. Alto.
Peter Lanzani sonrió.
—Demonios, qué guapo eres –dije.
Él pestañeó, y su sonrisa se hizo más grande. Cruzó los brazos por encima de su precioso estómago, también desnudo.
—Gracias.
Pensé  en  agacharme  para  recoger  el  desayuno,  pero  si  lo  hacía  me  pondría  a  sus  pies,  y  no  estaba segura de poder aguantarlo después de lo que había visto la noche anterior. Él miró la tartera, y después a mí. Entonces se agachó a recogerla.
¿Peter a mis pies? Eso sí me parecía muy agradable.
—Gracias  —dije  yo.  Tomé  la  tartera  de  sus  manos  y  pasé  por  delante  de  él  para  meterla  en  el microondas. Miré hacia atrás por encima de mi hombro—. ¿Quieres un poco?
Él  se  rio,  agitó  la  cabeza  y  dio  un  paso  atrás.  Entonces  me  di  cuenta  de  algo  que  era  más  o  menos divertido, más o menos extraño. ¿Peter estaba… incómodo?
Yo  estaba  acostumbrada  a  encontrarme  con  hombres  medio  desnudos  en  la  cocina  de  Pablo la mañana  siguiente  a  una  fiesta;  aunque,  ciertamente,  nunca  había  visto  cómo  le  hacían  una  felación  a ninguno de ellos, y después había usado la visión para conseguir un orgasmo, pero él no sabía nada de eso.
—Me llamo Peter. Pablo me dejó quedarme a dormir anoche.
—Yo soy Lali —dije yo, y esperé su reacción. Ni un pestañeo.
—Me alegro de conocerte, Lali.

Continuará...
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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D 

6 comentarios:

  1. Eeeeemmm jaja..bueno..jaja..
    Ese no todo es lo que parece me está volviendo loca pq ya quiero saber lo q pasa.ya quier aas..
    @pl_mialma

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  2. no entiendo nada pero me encanta jajaj .. subi mas :*

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  3. Oh inutil este blog es sexy jajaja Peter gay jajaja ok me gusta me gusta :D asi se hace nena! jajajajajajajaja oh jajaja me recuerda a alguien con otro alguien jajajajaja el capitulo anterior jajajajaj recuerdas a Juli cuando nos contaba su aventura amorosa? ok jajaja fue muy parecido jajajajaja me meo ok me callo jajajaja ohh esta the vampire diaries en este momento jajajaj Helena se fue con Damon :O dios que chico tan apasionado jajaja soy yo dios que hermoso jajajaja me voy inutil te quiero imbecil jajaja hoy estoy agresivo quien te dice que mañana no me levanto cariñoso? mmm jajaja ok chau fea! -.-

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  4. Peter nervioso?,veremos si son capaces d hablar,quizás Peter si k la vio en las sombras.

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  5. Me gusto muchoooooo amiga!!! Voy a por el otro, me esta empezando a gustar muchoooo:)

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Amor y Paz :D
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