Capitulo 9
Peter
era alto, pero no grande. Era delgado, pero ocupaba mucho espacio. Estiró un
brazo y tocó el techo, y las líneas de su cuerpo cambiaron. Se le bajó una
cadera y se le dobló una rodilla. Una vez más, me lo imaginé en un catálogo.
Tenía una cara con la que podría convencer a cualquiera de que comprara cosas
que no podía permitirse y que no necesitaba.
—Bueno,
será mejor que vuelva ya —dijo, después de unos instantes.
—¿Tienes
muchas cajas que deshacer? —le pregunté, mientras me seguía por las escaleras.
—Ummm…
No. No tengo muchas cosas.
—Pero
tienes un coche nuevo. Lo he visto aparcado detrás.
Peter
se rio.
—Sí.
Es como un abejorro. ¿Qué puedo decir? Mi primer empalme fue con los transformers.
—Bueno,
supongo que eso es mejor que con Rainbow Brite. O con los pitufos.
Nos
reímos, y él volvió a echar un vistazo por mi apartamento. La distribución era
distinta a la del suyo; había más espacio abierto y los techos eran más altos,
además del loft. También tenía más luz.
—Es
muy bonito.
—Gracias. No
es mérito mío.
Cuando lo compré,
los apartamentos ya
estaban hechos. ¿Te
gustaría tomar un té? Acabo de comprar chai.
—Sí,
me encantaría.
Dejé
que se pusiera cómodo mientras yo calentaba el agua y guardaba la compra. No
dudaba que iba a sentirse como en casa, y como yo era bastante reservada en
cuanto a mi privacidad, me sorprendió que no me importara. Cuando salí de la
cocina con un par de tazas de té humeante, él ya había hecho un tour por mi
apartamento.
—¿Todas estas
fotos las has
hecho tú? —preguntó Peter. Tomó
la taza sin
apartar la mirada
de las fotografías que yo tenía
enmarcadas y colgadas en la pared.
—Sí.
Las observamos
juntos. Él dio un sorbo
al té. Después
estuvo tanto rato
callado que yo
me puse nerviosa. Como
si quisiera hablar.
Tenía que hablar.
Me mordí la
lengua; no quería
preguntarle qué le parecían.
—Esa
—dijo, y señaló una foto en la que aparecíamos Pablo y yo, y que estaba colgada
en la parte más alejada de la pared—. Esa no la hiciste tú.
—Ah.
No, esa no.
La había
colgado allí porque
era una de
mis favoritas, una imagen de
cuando éramos felices. Parecíamos una pareja normal.
—Supongo
que debería quitarla.
Entonces,
él me miró.
—¿Por
qué?
—Bueno,
porque… es mentira. Esa foto no es real. Nunca lo fue.
Peter
me dio la taza y yo la tomé automáticamente. Cuando descolgó la fotografía a mí
se me escapó un inesperado sonido de protesta. Él me miró y dio un solo paso
hacia la mesa del comedor. Puso allí la foto, boca abajo.
—Ya
está. ¿Te sientes mejor?
—No
—dije yo, aunque me reí un poco—. Pero gracias.
—Eh,
¿tienes plan para esta noche? Sé que es viernes. Seguramente tendrás algo que
hacer.
Yo
tenía que trabajar en el primer turno de la mañana siguiente en Foto Folks.
—No,
en realidad no.
—He
alquilado unas películas. Y, como soy un poco bobo, no me acordaba de que todavía
no tengo televisión.
—Ah,
así que quieres utilizar la mía, ¿no es eso?
—Me
avergüenza decir que sí, pero es la verdad.
Yo
tomé un sorbo de té mientras fingía que pensaba en ello.
—¿Qué
has alquilado?
—La
última película de los transformers. Y Harold y Maude.
—Vaya,
es lógico. Son dos películas muy del estilo —dije yo con una carcajada—. Pero
no he visto Transformers, y hace mucho que no veo Harold y Maude.
Está bien. Te dejo que uses mi televisión.
—Yo
invito a la pizza, ¿te parece bien?
—Es
un buen plan.
Quedamos
para más tarde, y Peter apareció a las seis de la tarde con una enorme pizza de
la pizzería del final de mi calle en una mano, y con varios DVD en la otra. Yo
me había limitado a cambiarme de ropa
y me había
puesto la de
quedarme en casa
los viernes por
la noche, unos
pantalones cómodos de algodón
y una camiseta,
pero él se
había duchado y
afeitado, y entró
por la puerta
en una maravillosa nube de ajo y colonia. Me
pregunté si tal vez no debería haberme esforzado más.
—¿Cena
a la luz de las velas? —me preguntó, mientras dejaba la pizza en la mesa.
—¿Eh?
Ah… no. No son para crear ambiente —dije.
Encender velas
era algo que yo hacía
los viernes por
la noche cuando
estaba en casa.
Era una costumbre de
la niñez; mi
madre encendía velas
los viernes, aunque
no hiciera casi
nada más para prepararse para el sabbat. Muy distinto
al momento presente, en el que toda su vida giraba en torno a él.
Peter
me miró con desconcierto.
—¿Eres
judía?
No
debería haberme sorprendido por el hecho de que lo dedujera; había viajado por
todo el mundo, y debía de haber conocido a bastantes judíos por el camino.
—En
realidad no. Más o menos.
—Bueeeno…
Yo me
eché a reír un poco azorada.
—Es
complicado.
—No
te preocupes. No es asunto mío —dijo él, y miró las velas—. De todos modos, son
muy bonitas.
—Gracias
—dije. Me las había regalado mi madre, aunque yo nunca le había dicho que las
usaba—. ¿Qué te apetece beber?
—Agua,
por favor.
—¿Seguro?
Tengo vino tinto. Y es de botella, no de tetrabrick.
Él
negó amablemente con la cabeza.
—No,
muchas gracias.
—¿Y
te importa si yo bebo un poco?
Mi
pregunta le sorprendió.
—No,
claro que no. Es tu casa.
Él
había sido tan considerado como para no presionarme con el asunto de la
religión, así que yo hice lo mismo con el alcohol. Repartimos la pizza en los
platos y comimos frente a la televisión, mientras los transformers destrozaban
muchas cosas y
Harold se enamoraba
de Maude. Nos
reímos mucho, y hablamos durante las películas. Estábamos
sentados en los extremos del sofá, pero nuestros pies estaban en el centro, y
se tocaban a menudo.
Fue
la noche más agradable que había pasado desde hacía mucho tiempo, y se lo dije.
—Vamos,
vamos —dijo Peter, agitando la mano.
—¡Te
lo digo en serio!
—Bueno,
está bien. Me alegro.
Después
de unas copas de vino, yo me sentía lánguida y relajada.
—Es muy
agradable estar contigo, Peter. No hay presión. No hay tiranteces.
Él se
quedó en silencio
durante unos segundos,
mientras los créditos
de la película
pasaban por la pantalla.
—Gracias.
También es agradable estar contigo.
Yo
bostecé, tapándome la boca con la mano.
—Pero
es tarde, y mañana tengo que madrugar.
—¿Trabajo?
—Sí.
Acuérdate de mí mientras estés acurrucado debajo de las mantas, por la mañana.
Él se
rio y se levantó, y me tendió la mano para ayudarme a hacer lo mismo.
—Oh,
ten por seguro que lo haré.
Habíamos
entrelazado los dedos, pero él me soltó en aquel momento. Sacó el DVD del
reproductor y lo guardó en su funda. Me pilló mirándolo al darse la vuelta.
—Deberíamos
repetir esto —dije—. Ha sido muy divertido.
No estaba
borracha, pero estaba
cansada y un
poco confusa. No
podía entender su
sonrisa, ni su mirada… En ellas había algo que parecía
diversión. Y algo más allá de eso, algo que estaba demasiado profundo como para
descifrarlo.
—Sí,
me gustaría. Buenas noches, Lali —dijo Peter, pero no se dirigió hacia la
puerta.
Aquel era
el momento de
la noche en
que yo habría
inclinado la cara
para recibir un
beso. Sin embargo, los dos nos
echamos a reír al mismo tiempo, y Peter se alejó. Si de verdad había habido
alguna tensión, se disipó.
—Buenas
noches, Lali. Hasta otro día.
—Buenas
noches —dije yo, mientras él salía—. Hasta mañana.
La
puerta se cerró. Yo metí en la nevera lo que había sobrado de pizza, y después
me di una ducha caliente para no
tener que madrugar
tanto a la
mañana siguiente. Normalmente,
el vapor y
el agua me relajaban mucho, y cuando me acostaba, me
quedaba dormida enseguida. Sin embargo, aquella noche no.
Me pasé
las manos enjabonadas
por la piel.
Tenía los pezones
endurecidos, y un
dolor entre las piernas. No iba a provocarme un orgasmo
pensando en Peter, en su cuerpo largo y delgado… en el sonido de sus gemidos.
No me iba a pasar las manos por el pecho y los muslos pensando que eran las
suyas. No iba a tenderme en la cama con las piernas separadas, acariciándome
para llegar al éxtasis pensando que era él quien lo hacía.
Bueno,
sí. Era imposible evitarlo. Era guapo y sexy, y lo más cercano a una cita que
yo había tenido desde hacía meses. Si no había salido apenas con hombres era
por decisión mía, puesto que muchos me lo pedían, pero pocos me impresionaban.
Y a Peter no le gustaban las mujeres. Yo misma lo había visto, y Pablo me lo
había advertido.
Sin embargo,
mi cuerpo reaccionaba
al pensar en
él, por mucho
que mi mente
me dijera que me
estaba equivocando, y que era algo estúpido y sin sentido. Mi cabeza intentaba
imponer el sentido común, pero a mi cuerpo no le importaba. Deslicé los dedos
en mi interior, en la carne resbaladiza y caliente, y sentí una contracción de
los músculos internos mientras llegaba al orgasmo.
Al final,
pensé una vez
más en su
voz, y en mis recuerdos,
su gruñido de
placer se fundió convenientemente con mi nombre. Y,
mientras giraba en la espiral de calor y placer, deseé con todas mis fuerzas
oír el sonido de su voz al oído.
Continuará...
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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D
GRACIAS por los comentarios de ayer :D se que algunos dirán que no es mucho pero para este blog es demasiado asi que muchas gracias :D
me gustooo! quero laliter hot pronto! :D
ResponderBorrarmás más más más maraton!!!
ResponderBorrarME ENCANTA :)
ResponderBorrarMe encanta ,están construyendo una hermosa relación conociéndose sin prisas.
ResponderBorrarQuiero noche hot laliter!!
ResponderBorrarUna cosa esta es una novela que vos te inventas o una adaptacion de una novela que existe??
acción laliter! Jajaja besos Naara
ResponderBorrarWowowowowo..meeee reeee encaaantoooooo....ameee esteee caap..ya quieroo maas..
ResponderBorrar@pl_mialma