martes, 29 de octubre de 2013

Capítulo 9

Novela: "Al desnudo"
Capitulo 9
Peter era alto, pero no grande. Era delgado, pero ocupaba mucho espacio. Estiró un brazo y tocó el techo, y las líneas de su cuerpo cambiaron. Se le bajó una cadera y se le dobló una rodilla. Una vez más, me lo imaginé en un catálogo. Tenía una cara con la que podría convencer a cualquiera de que comprara cosas que no podía permitirse y que no necesitaba.
—Bueno, será mejor que vuelva ya —dijo, después de unos instantes.
—¿Tienes muchas cajas que deshacer? —le pregunté, mientras me seguía por las escaleras.
—Ummm… No. No tengo muchas cosas.
—Pero tienes un coche nuevo. Lo he visto aparcado detrás.
Peter se rio.
—Sí. Es como un abejorro. ¿Qué puedo decir? Mi primer empalme fue con los transformers.
—Bueno, supongo que eso es mejor que con Rainbow Brite. O con los pitufos.
Nos reímos, y él volvió a echar un vistazo por mi apartamento. La distribución era distinta a la del suyo; había más espacio abierto y los techos eran más altos, además del loft. También tenía más luz.
—Es muy bonito.
—Gracias.  No  es  mérito  mío.  Cuando  lo  compré,  los  apartamentos  ya  estaban  hechos.  ¿Te  gustaría tomar un té? Acabo de comprar chai.
—Sí, me encantaría.
Dejé que se pusiera cómodo mientras yo calentaba el agua y guardaba la compra. No dudaba que iba a sentirse como en casa, y como yo era bastante reservada en cuanto a mi privacidad, me sorprendió que no me importara. Cuando salí de la cocina con un par de tazas de té humeante, él ya había hecho un tour por mi apartamento.
—¿Todas  estas  fotos  las  has  hecho  tú?  —preguntó Peter.  Tomó  la  taza  sin  apartar  la  mirada  de  las fotografías que yo tenía enmarcadas y colgadas en la pared.
—Sí.
Las  observamos  juntos.  Él  dio  un  sorbo  al  té.  Después  estuvo  tanto  rato  callado  que  yo  me  puse nerviosa.  Como  si  quisiera  hablar.  Tenía  que  hablar.  Me  mordí  la  lengua;  no  quería  preguntarle  qué  le parecían.
—Esa —dijo, y señaló una foto en la que aparecíamos Pablo y yo, y que estaba colgada en la parte más alejada de la pared—. Esa no la hiciste tú.
—Ah. No, esa no.
La  había  colgado  allí  porque  era  una  de  mis  favoritas,  una  imagen  de  cuando  éramos  felices. Parecíamos una pareja normal.
—Supongo que debería quitarla.
Entonces, él me miró.
—¿Por qué?
—Bueno, porque… es mentira. Esa foto no es real. Nunca lo fue.
Peter me dio la taza y yo la tomé automáticamente. Cuando descolgó la fotografía a mí se me escapó un inesperado sonido de protesta. Él me miró y dio un solo paso hacia la mesa del comedor. Puso allí la foto, boca abajo.
—Ya está. ¿Te sientes mejor?
—No —dije yo, aunque me reí un poco—. Pero gracias.
—Eh, ¿tienes plan para esta noche? Sé que es viernes. Seguramente tendrás algo que hacer.


Yo tenía que trabajar en el primer turno de la mañana siguiente en Foto Folks.
—No, en realidad no.
—He alquilado unas películas. Y, como soy un poco bobo, no me acordaba de que todavía no tengo televisión.
—Ah, así que quieres utilizar la mía, ¿no es eso?
—Me avergüenza decir que sí, pero es la verdad.
Yo tomé un sorbo de té mientras fingía que pensaba en ello.
—¿Qué has alquilado?
—La última película de los transformers. Y Harold y Maude.
—Vaya, es lógico. Son dos películas muy del estilo —dije yo con una carcajada—. Pero no he visto Transformers, y hace mucho que no veo Harold y Maude. Está bien. Te dejo que uses mi televisión.
—Yo invito a la pizza, ¿te parece bien?
—Es un buen plan.
Quedamos para más tarde, y Peter apareció a las seis de la tarde con una enorme pizza de la pizzería del final de mi calle en una mano, y con varios DVD en la otra. Yo me había limitado a cambiarme de ropa  y  me  había  puesto  la  de  quedarme  en  casa  los  viernes  por  la  noche,  unos  pantalones  cómodos  de algodón  y  una  camiseta,  pero  él  se  había  duchado  y  afeitado,  y  entró  por  la  puerta  en  una  maravillosa nube de ajo y colonia. Me pregunté si tal vez no debería haberme esforzado más.
—¿Cena a la luz de las velas? —me preguntó, mientras dejaba la pizza en la mesa.
—¿Eh? Ah… no. No son para crear ambiente —dije.
Encender  velas  era  algo  que  yo  hacía  los  viernes  por  la  noche  cuando  estaba  en  casa.  Era  una costumbre  de  la  niñez;  mi  madre  encendía  velas  los  viernes,  aunque  no  hiciera  casi  nada  más  para prepararse para el sabbat. Muy distinto al momento presente, en el que toda su vida giraba en torno a él.
Peter me miró con desconcierto.
—¿Eres judía?
No debería haberme sorprendido por el hecho de que lo dedujera; había viajado por todo el mundo, y debía de haber conocido a bastantes judíos por el camino.
—En realidad no. Más o menos.
—Bueeeno…
Yo me eché a reír un poco azorada.
—Es complicado.
—No te preocupes. No es asunto mío —dijo él, y miró las velas—. De todos modos, son muy bonitas.
—Gracias —dije. Me las había regalado mi madre, aunque yo nunca le había dicho que las usaba—. ¿Qué te apetece beber?
—Agua, por favor.
—¿Seguro? Tengo vino tinto. Y es de botella, no de tetrabrick.
Él negó amablemente con la cabeza.
—No, muchas gracias.
—¿Y te importa si yo bebo un poco?
Mi pregunta le sorprendió.


—No, claro que no. Es tu casa.
Él había sido tan considerado como para no presionarme con el asunto de la religión, así que yo hice lo mismo con el alcohol. Repartimos la pizza en los platos y comimos frente a la televisión, mientras los transformers  destrozaban  muchas  cosas  y  Harold  se  enamoraba  de  Maude.  Nos  reímos  mucho,  y hablamos durante las películas. Estábamos sentados en los extremos del sofá, pero nuestros pies estaban en el centro, y se tocaban a menudo.
Fue la noche más agradable que había pasado desde hacía mucho tiempo, y se lo dije.
—Vamos, vamos —dijo Peter, agitando la mano.
—¡Te lo digo en serio!
—Bueno, está bien. Me alegro.
Después de unas copas de vino, yo me sentía lánguida y relajada.
—Es muy agradable estar contigo, Peter. No hay presión. No hay tiranteces.
Él  se  quedó  en  silencio  durante  unos  segundos,  mientras  los  créditos  de  la  película  pasaban  por  la pantalla.
—Gracias. También es agradable estar contigo.
Yo bostecé, tapándome la boca con la mano.
—Pero es tarde, y mañana tengo que madrugar.
—¿Trabajo?
—Sí. Acuérdate de mí mientras estés acurrucado debajo de las mantas, por la mañana.
Él se rio y se levantó, y me tendió la mano para ayudarme a hacer lo mismo.
—Oh, ten por seguro que lo haré.
Habíamos entrelazado los dedos, pero él me soltó en aquel momento. Sacó el DVD del reproductor y lo guardó en su funda. Me pilló mirándolo al darse la vuelta.
—Deberíamos repetir esto —dije—. Ha sido muy divertido.
No  estaba  borracha,  pero  estaba  cansada  y  un  poco  confusa.  No  podía  entender  su  sonrisa,  ni  su mirada… En ellas había algo que parecía diversión. Y algo más allá de eso, algo que estaba demasiado profundo como para descifrarlo.
—Sí, me gustaría. Buenas noches, Lali —dijo Peter, pero no se dirigió hacia la puerta.
Aquel  era  el  momento  de  la  noche  en  que  yo  habría  inclinado  la  cara  para  recibir  un  beso.  Sin embargo, los dos nos echamos a reír al mismo tiempo, y Peter se alejó. Si de verdad había habido alguna tensión, se disipó.
—Buenas noches, Lali. Hasta otro día.
—Buenas noches —dije yo, mientras él salía—. Hasta mañana.
La puerta se cerró. Yo metí en la nevera lo que había sobrado de pizza, y después me di una ducha caliente  para  no  tener  que  madrugar  tanto  a  la  mañana  siguiente.  Normalmente,  el  vapor  y  el  agua  me relajaban mucho, y cuando me acostaba, me quedaba dormida enseguida. Sin embargo, aquella noche no.
Me  pasé  las  manos  enjabonadas  por  la  piel.  Tenía  los  pezones  endurecidos,  y  un  dolor  entre  las piernas. No iba a provocarme un orgasmo pensando en Peter, en su cuerpo largo y delgado… en el sonido de sus gemidos. No me iba a pasar las manos por el pecho y los muslos pensando que eran las suyas. No iba a tenderme en la cama con las piernas separadas, acariciándome para llegar al éxtasis pensando que era él quien lo hacía.
Bueno, sí. Era imposible evitarlo. Era guapo y sexy, y lo más cercano a una cita que yo había tenido desde hacía meses. Si no había salido apenas con hombres era por decisión mía, puesto que muchos me lo pedían, pero pocos me impresionaban. Y a Peter no le gustaban las mujeres. Yo misma lo había visto, y Pablo me lo había advertido.
Sin  embargo,  mi  cuerpo  reaccionaba  al  pensar  en  él,  por  mucho  que  mi  mente  me  dijera  que  me estaba equivocando, y que era algo estúpido y sin sentido. Mi cabeza intentaba imponer el sentido común, pero a mi cuerpo no le importaba. Deslicé los dedos en mi interior, en la carne resbaladiza y caliente, y sentí una contracción de los músculos internos mientras llegaba al orgasmo.

Al  final,  pensé  una  vez  más  en  su  voz,  y  en  mis  recuerdos,  su  gruñido  de  placer  se  fundió convenientemente con mi nombre. Y, mientras giraba en la espiral de calor y placer, deseé con todas mis fuerzas oír el sonido de su voz al oído.

Continuará...

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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D 

GRACIAS por los  comentarios de ayer :D se que algunos dirán que no es mucho pero para este blog es demasiado asi que muchas gracias :D

7 comentarios:

  1. me gustooo! quero laliter hot pronto! :D

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  2. más más más más maraton!!!

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  3. Me encanta ,están construyendo una hermosa relación conociéndose sin prisas.

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  4. Quiero noche hot laliter!!
    Una cosa esta es una novela que vos te inventas o una adaptacion de una novela que existe??

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  5. acción laliter! Jajaja besos Naara

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  6. Wowowowowo..meeee reeee encaaantoooooo....ameee esteee caap..ya quieroo maas..
    @pl_mialma

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Amor y Paz :D
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