jueves, 26 de diciembre de 2013

Capítulo 28

Novela: "Al desnudo"
Capitulo 28
Era una buena época para trabajar en un estudio de fotografía cuya principal clientela eran familias con  niños.  La  mayoría  de  la  gente  había  llevado  a  sus  hijos  para  que  los  retrataran  en  octubre  y noviembre. Aquellos meses también eran los más ajetreados con respecto a las sesiones de fotografía del colegio. En octubre y noviembre yo había trabajado mucho, había conducido muchos kilómetros al día y había  llegado  a  casa  muy  tarde  después  del  trabajo.  Ahora,  sin  embargo,  podía  sentarme  un  poco  y relajarme.
O eso creía yo. El centro comercial no estaba tan abarrotado como durante las fiestas, pero parecía que mucha gente había decidido usar sus tarjetas-regalo. Y, debido a una campaña publicitaria que había hecho Foto Folks en otoño, había muchas mujeres que iban al estudio con vales para hacerse gratis una sesión fotográfica glamorosa.
Cuando llegué para cubrir mi turno, todas las sillas de la sala de espera y de la sala de maquillaje estaban ocupadas. Habían empezado a apuntar a la gente en una lista y a repartir buscas, como hacían en los restaurantes muy populares. Tres de los cuatro compartimentos que había al fondo del estudio para tomar  fotos  estaban  ocupados,  y  el  cuarto  acababa  de  dejarlo  libre  una  mujer  que  llevaba  una  boa  de plumas y una tiara.
—Vaya, vaya —murmuré.
Mindy, la peluquera y maquilladora, acababa de terminar con una clienta y estaba junto a la máquina de café con una taza.
—Y me lo dices a mí. No he parado desde que abrimos.
Una mujer pasó junto a nosotras. Llevaba una fea chaqueta roja de cuero sintético, con cremalleras. De cintura para arriba era todo glamour. Iba peinada, llevaba pestañas postizas y los labios pintados de rojo. De cintura abajo era menonita. Llevaba el consabido vestido de flores, calcetines blancos y zapatillas deportivas.
— ¿Qué…?
—Va a hacerse unas fotos para su marido.
—Pero eso… ¿no va contra…? Ellos no…
Mindy llenó su taza y le puso azúcar y leche.
—No lo sé. Ella llegó, eligió esa chaqueta del perchero y me dijo cómo quería que la peinara y la maquillara. Yo no voy a discutir.
Yo tampoco. No podía decirle a la gente que iba al estudio cómo debía vestirse, ni cuánta sombra de
ojos debía ponerse.
—Hola. Me llamo Lali —dije cuando entré al cubículo.
—Gretchen.
—Bien, Gretchen, ¿tienes alguna idea en concreto?
Yo ajusté la cámara mientras hablábamos. Gretchen sí tenía una idea bastante bien definida de lo que quería, y me la describió, incluyendo el uso del ventilador eléctrico para que pareciera que el viento le estaba agitando el pelo.
—Mi cuñada Helen vino antes de Navidad e hizo lo mismo —explicó Gretchen—. Yo quiero lo que le hicieron a ella.


Que yo no pensara hacer nada semejante no significaba que no entendiera el atractivo de aquello. Por
su  apariencia,  Gretchen  no  debía  de  llevar  una  vida  muy  glamorosa,  y  si  yo  podía  conseguir  que  se sintiera guapa durante media hora, y darle unas fotografías que pudiera mirar durante el resto de su vida, lo haría.
—Bueno, deja que te vea aquí, en este taburete —le dije, y la situé delante de la mesa, con los codos apoyados en ella, y la barbilla en una mano. La clásica pose de glamur—. Voy a encender el ventilador.
Gretchen y yo trabajamos mucho. Ella se inclinó, se estiró y mantuvo la pose cuando fue necesario.
Su expresión no cambió mucho; en algunas de las fotos parecía que estaba medio aterrorizada, y en otras somnolienta, pero en los momentos de descanso se reía, así que yo sabía que se lo estaba pasando bien.
Sin embargo, ya se nos estaba acabando el tiempo de la sesión cuando tomé la foto que iba a ser la mejor de todo el lote.
—Mira esta —le dije—. Es estupenda. Esta es la mejor.
—¿De verdad? —preguntó Gretchen esperanzadamente—. ¿Son bonitas?
—Preciosas  —le  aseguré—.  Ve  a  cambiarte  y  reúnete  conmigo  en  esa  sala  de  ahí,  la  que  tiene  la puerta a la izquierda. Allí podrás ver todas las fotos y elegir las que quieras.
En  Foto  Folks  utilizábamos  cámaras  digitales;  la  fotografía  tradicional  con  película  había  quedado obsoleta salvo para los aficionados. En la sala que yo le había indicado a Gretchen, los clientes veían las fotos en una pantalla grande y elegían un paquete. Podían marcharse con ellas bajo el brazo en menos de una hora, si querían esperar. La mayoría esperaban. Era muy distinto a lo que hacíamos cuando yo estaba en el instituto y trabajaba para un fotógrafo local. Entonces, los clientes de una sesión fotográfica tenían que esperar más de dos semanas antes de tener las copias en la mano.
Yo  puse  la  tarjeta  de  memoria  en  el  reproductor.  Ya  había  abierto  el  programa  de  pedidos  en  el ordenador para introducir en él la información de Gretchen. Ella entró en la sala sin la chaqueta roja y con la cara lavada. Yo abrí los archivos y le mostré todas las fotos una a una.
Gretchen no dijo casi nada hasta que llegamos a la última. En aquella se estaba riendo; tenía la cara un poco girara y los párpados entrecerrados.
No era como las demás, que tenían algo forzado y artificial que me avergonzaba, aunque supiera que era lo que ella me había pedido.
—Creo que esta es la mejor —dije.
Gretchen la observó durante un largo momento, en silencio.
—No me gusta.
Yo me esperaba unos elogios efusivos, y ya tenía el cursor sobre el botón de «Añadir al pedido». De hecho, lo apreté impulsivamente.
—Ohh.
Ella negó con la cabeza.
—Esa no parezco yo.
En  aquella  fotografía  se  parecía  más  a  ella  misma  que  en  cualquiera  de  las  demás,  pero  no  iba  a discutírselo.
—De acuerdo. Podemos elegir otros retratos.
—Espera, por favor.
Gretchen me tocó la mano sobre el ratón para evitar que yo cerrara la imagen que había elegido.


La observó durante mucho tiempo, más del que yo debería haberle permitido. Sabía que había otros clientes esperando, y Foto Folks basaba los pluses no solo en el número de retratos que se vendían, sino también en el número de clientes atendidos. Sin embargo, no estaba haciendo aquello solo por mí, sino por mis compañeros, que dependían de mí para que su trabajo resultara lo suficientemente bueno en las fotos como para que el cliente las comprara.
—No. No parezco yo. Me gusta la foto en la que estoy con la mano en la barbilla —dijo, y no hubo forma de convencerla de otra cosa.
Gretchen dejó la salita después de hacer un pedido de unos cien dólares en fotos y fundas. Yo me hice la  idea  de  que  iba  a  intercambiárselas  con  sus  amigas,  como  hacían  en  el  colegio  los  niños  a  quienes también fotografiaba.
—Me alegro mucho de que Helen me recomendara que te eligiera a ti —dijo Gretchen mientras yo la acompañaba a la salida de la tienda—. ¡Yo se lo voy a decir a todas mis amigas!
—Muchas gracias.
Se marchó muy contenta, y yo consideré que había hecho bien mi trabajo. Era mi turno de tomar un café, pero cuando estaba junto a la máquina, Mindy me tocó el hombro.
—Tienes un cliente especial.
Me giré.
—Teddy.
—Eh, hola.
A  mí  se  me  hizo  un  nudo  en  la  garganta. Al  contrario  que  todas  las  otras  veces  que  lo  había  visto,
Teddy  no  intentó  darme  un  abrazo.  Nos  quedamos  en  silencio  delante  de  Mindy,  que  nos  observaba boquiabierta. La sonrisa de Teddy debería haberme reconfortado, pero no lo consiguió.
—Esperaba encontrarte trabajando hoy.
—La mayoría de los días estoy trabajando.
—Sí —dijo él, y suspiró—. Mira, Lali, Pablo me ha contado… lo que ocurrió.
Aquel no era un lugar privado, y yo no podía mantener aquella conversación con Teddy allí. Fruncí el ceño.
—¿De veras?
—Por supuesto que sí —dijo él, con tristeza—. ¿En qué estabas pensando?
Teddy  siempre  había  sido  muy  amable  conmigo,  incluso  cuando  no  tenía  por  qué  serlo,  pero  esa amabilidad pasada no le daba derecho a reprocharme nada.
—No estaba pensando en nada. Ya le dije a Pablo que lo sentía. No sé qué más quieres que diga, Teddy. ¿Te ha enviado Pablo de mensajero, o qué?
Teddy se quedó asombrado por el tono de mi contestación.
—Está muy enfadado.
Los maquilladores y los clientes se movían a nuestro alrededor. Algunos nos miraban con curiosidad. Yo miré hacia mi cubículo; Mindy había llevado allí a mi próximo cliente.
—Tengo que volver a trabajar.
—Creo que si le pidieras disculpas…
—¿Sabes una cosa? —le pregunté con tirantez—. Esto no es asunto tuyo, Teddy.
Él abrió la boca para responder, pero no le di la oportunidad de hacerlo. Seguí hablando en voz baja para mantener nuestra conversación en privado.


—Si quiere que me arrastre por el suelo, no va a tener esa suerte. No voy a rogarle que me perdone, Teddy. Ya lo he hecho por muchas cosas que no eran culpa mía, y no voy a hacerlo una vez más.
Teddy se irguió.
—Bueno. No sé qué decir.
—No puedes decir nada, porque no sabes nada. En realidad, no sabes la verdad. Tú crees que sabes
lo  que  ocurrió  entre  Pablo y  yo,  pero  solo  sabes  lo  que  él  te  ha  contado,  y  estoy  segura  de  que  se describió a sí mismo con mucha indulgencia, ¿no? Se puso a sí mismo por las nubes, porque eso es lo que le gusta pensar de las cosas. No se le da bien asumir culpas.
Era obvio que Teddy lo sabía, porque vivía con Pablo y lo quería.
—Creo que lo conozco lo suficientemente bien como para…
—No sabes nada de nosotros —repetí yo—. Solo sabes lo que él te ha contado, y yo ya he oído su versión de la historia.
—¿Estás diciendo que Pablo es un mentiroso?
—Estoy diciendo que su versión de la historia es muy diferente a la mía.
—Lali, yo nunca he intentado apartarte de la vida de Pablo…
—Y  te  quiero  por  eso,  Teddy,  de  verdad.  Pero  esto  es  algo  entre  Pablo y  yo.  Sé  lo  que  quiere.
Quiere algo más que una disculpa. Quiere una declaración de lealtad, quiere que me humille ante él solo para poder conservar el privilegio de su amistad. ¿Tengo razón?
Teddy bajó la mirada. Estaba muy incómodo.
—No lo sé.
—Ahora tengo que volver al trabajo —dije, y negué con la cabeza cuando Teddy intentó hablar una vez  más—.  Te  agradezco  que  hayas  venido  a  intentar  arreglar  la  situación,  de  veras,  pero  esto  no  es asunto tuyo. Es algo entre Pablo y yo, Teddy. Y no estoy segura de querer resolverlo todavía.
—Pero, Lali…

—Esto no es asunto tuyo.

Continuará...

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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D 

10 comentarios:

  1. no me gusta pablo para nada .. laliterrrrr!! massss

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  2. Amo no saber que elije Peter jajaja es muy hermosa esta novela, odio a Pablo pero lo demas lo amoo! quiero mas

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  3. HOLAAAAAAAAAAAAA HERMOSA MIA!! , Feliz navidad nenucha, me pase no tengo idea porque, creo que por lo aburrida que estoy si que siiii :) y emm voy a empezar a leer desde cero esta novela aunque se que me va a encantar, Te quiero nenucha mia, nos vemos mañana o en algun momento de hoy, Ramon me dijo que tiene ganas de que nos juntemos a comer, yo voto por que si nos juntemos nenuu... NO TENGO CREDITO EN MI CHELU, podes conectarte asi hablamos? porque no puedo mandarte ¬¬ la pagina de personal no anda U.U NECESITO CONTARTE ALGO... se que de aca lo veras besitoss TE AMOOOO LINDAA!!
    tu amor Dafne :)

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  4. Pablo está endiosado,k le baje un poco a su ego.

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  5. Seguila y porfavor qe en el ptro capitulo aya mas laliter :)

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  6. Hola felices fiestas!! Pública más por fa besos Naara

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  7. Hola, volvi con una novela nueva, agradeceria si te pasas. Si te intereza podriamos intercambiarnos y ponernos en lista de leidos. Te espero por http://resistelaliter.blogspot.com.ar/

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  8. QUIERO MAAAAAAASSSSSS!!!!
    Me encanta!
    Mira el otro blog si????
    te quiero amigaaa

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Amor y Paz :D
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