Capitulo 25
—¿Que si quiero un novio?
¿Es que te estás ofreciendo?
—Me gustas. Eres guapa…
Se me saltó una carcajada.
—Lo eres. Y tienes talento.
Y eres divertida. Nunca había conocido a una mujer a la que le gustara
Harold y Maude.
—Ni siquiera hemos salido
juntos —le dije.
—Pero podemos hacerlo, si
quieres. Podemos tener citas.
—Ummm… Quizá podamos
empezar con eso.
Él se rio.
—De acuerdo.
—Vaya, ahora sí que es raro
—comenté yo.
—Ya te he dicho que no
tiene por qué serlo.
—Es que hace mucho tiempo
que no tengo novio, eso es todo.
—También hace mucho tiempo
que yo no tengo novia. Seguramente, más que tú —dijo Peter. Después se puso en
pie de un salto y me ordenó—: No te muevas de ahí.
Desapareció por la puerta
del dormitorio que no utilizaba y salió un momento después, con una flor de
tela deshilachada que tenía el tallo de plástico. Se puso de rodillas ante mí,
con la mano en el corazón, y me la ofreció.
—Lali, ¿quieres hacerme el honor
de ser mi novia? ¿O de no ser mi
novia, o de
como quieras llamarlo?
Yo me reí con ganas y tomé
la flor.
—¿De dónde has sacado esto?
—Estaba sobre la encimera
del baño cuando me mudé aquí. ¿Lo ves? Es el destino.
—Es asquerosa —dije.
—Eh, las flores de verdad
tienen bichos. Alégrate de que no te haya regalado una rosa infestada de pulgón,
o algo así. Eso sí habría sido asqueroso.
Yo no podía mantenerme
seria con él. Tiré la flor a un lado y extendí los brazos para que él se me acercara.
—Esto es una locura.
—Es culpa
tuya —me susurró
al oído, antes
de besarme el
cuello en mi
punto débil, que
él había descubierto enseguida.
Sé que él tuvo que notar
cómo se me aceleró el pulso cuando me pasó los labios por la garganta. Sé que
oyó mi jadeo cuando me mordisqueó ahí, y estoy segura de que notó el tirón de
mis dedos en su pelo cuando me clavó los dientes.
Me desabotonó la camisa y
la abrió, y me descubrió el pecho. Entonces bajó los labios por mi piel, hasta
que se detuvo a succionarme uno de los pezones, y después el otro. Yo me hundí
en los cojines, con los brazos por encima de la cabeza, y me abandoné a él.
—Es demasiado difícil
resistirse a ti —murmuré.
Sentí su risa en la piel.
—Ya lo sé.
Noté que su miembro se
hinchaba dentro de la seda. Él se movió, y el resto de su calor me presionó la
piel. Yo soy una persona alta, curvilínea y rotunda, y, sin embargo, allí, en
brazos de Peter, me sentía pequeña y menuda.
—No me había dado cuenta de
lo grande que eres —dije, contra sus labios.
—No me sorprende, teniendo
en cuenta el tamaño de tu consolador.
Yo le di unas palmaditas en
el pecho.
—¡Nunca he usado eso!
Él se rio y me tendió en el
futón.
—Ya…
Entonces, yo bajé la mano y
agarré su miembro cubierto de seda. Lo acaricié, y oí que Peter siseaba.
—Además, no me refería a
eso —añadí.
Él empujó hacia mi mano, y
escondió la cara en mi cuello, para morderme y succionarme suavemente.
—Mejor, porque mi ego no
puede aguantarlo todo.
Yo solté un resoplido, y
cerré los dedos a su alrededor con un poco más de fuerza.
—Algo me dice que tu ego
puede soportar mucho.
Entonces, él me miró. No
estaba sonriendo; sus ojos tenían un brillo intenso.
—¿Lo ves? —me dijo—. Ya me
conoces.
Yo puse la mano en su
hombro para empujarlo cuando él intentó besarme de nuevo. Peter se detuvo.
—Lo dices como si fuera muy
difícil conocerte.
Su mirada se suavizó.
—No quiero serlo.
Entonces, yo posé ambas
manos en sus mejillas y estudié todas las líneas de su rostro.
—¿No quieres ser un hombre
internacionalmente misterioso?
—No, en realidad no.
Contigo no.
El calor se apoderó de mí,
de pies a cabeza. Lo atraje hacia mí con delicadeza y lo besé. Fue un beso ligero,
pequeño, pero que se hizo enorme por lo que él había dicho.
No quería
estropear aquel momento
hablando. Sé cuándo
es mejor callar.
Respondí con mis
ojos y con mis caricias. Con otro
beso. Nuestros cuerpos se movieron con un ritmo perfecto.
Peter se tumbó
boca arriba, y
yo me senté
a horcajadas sobre
él. Lo desnudé
por completo, y él alcanzó
un preservativo con su largo brazo, y me lo tendió para que yo se lo pusiera.
No me
quité su camisa,
ni siquiera cuando
él entró en
mi cuerpo. Me
aferré con los
muslos a sus caderas, y la camisa se abrió y dejó ante
su vista mis senos y mi vientre; las curvas que nunca conseguiría quitarme, por
muchas dietas que hiciera.
Él deslizó la mano entre
nosotros y presionó mi clítoris con el dedo pulgar.
—¿Así?
A mí me encantó que me lo
preguntara, y más que eso, que lo recordara. Había tenido amantes que no sabían
lo que me gustaba ni siquiera después de que nos hubiéramos acostado una docena
de veces.
—Sí.
Con la otra mano me agarró
el trasero y me lo estrujó.
—Muévete un poco hacia
delante.
Yo obedecí,
y sentí tanto
placer que se
me escapó un
jadeo. Lo único
que tenía que
hacer era moverme un poco,
ligeramente, y su miembro se deslizaba con facilidad dentro y fuera de mí,
mientras mi clítoris se frotaba contra su nudillo, y algunas veces contra su
vientre. Perfecto. Mágico. Cerré los ojos e incliné la cabeza. El placer me
anegó de nuevo, cuando hacía una hora había dicho que estaba saciada.
Aquella vez tardamos más
que las anteriores. Nos movimos más despacio. El tiempo se hizo líquido a nuestro
alrededor, y yo me derretí con él
—Sí —murmuró él, cuando yo
comencé a tener los primeros temblores—. Demonios, sí…
Abrí los
ojos y lo
miré a la
cara, que estaba
tensa de deseo.
Entonces, sus párpados
temblaron, y comenzó a acometerme
con más fuerza. Mi orgasmo comenzó con unas ondas largas, y aunque no emití ningún
sonido, él se dio cuenta. Gruñó. Aminoró su ritmo. El futón se movió debajo de
nosotros.
Me tomó la mano y entrelazó
sus dedos con los míos. Llegamos juntos al orgasmo, con un jadeo y un suspiro.
No supe quién hacía qué ruido, pero los dos lo hicimos al mismo tiempo.
Después, ambos nos quedamos
abrazados en el colchón, en un lío de brazos y piernas, estremecidos, sin
aliento.
—Oh, Dios mío.
—Vamos, no digas nada de
eso solo para que me sienta mejor.
—Yo no digo las cosas solo
para que la gente se sienta mejor —respondí.
—Yo tampoco.
Su tono de voz tenía algo
que hizo que yo me girara a mirarlo. Peter estaba observando el techo. Se humedeció
los labios una vez, y después otra. Pestañeó rápidamente, como si se le hubiera
metido algo en los ojos.
—Decirle a la gente lo que
quiere oír solo para que se sientan mejor no es mejor que mentir —dijo, como si
fuera un comentario intrascendente.
Me miró.
No dijimos nada
durante unos segundos,
y entonces yo
rodé hacia él
y lo besé.
Él me devolvió el beso.
—Así que, si te pregunto si
unos vaqueros me hacen el trasero gordo, y es verdad, ¿no me dirás que no? —le
pregunté, mientras escribía mi nombre en su pecho con el dedo índice.
Peter se rio y me apretó la
mano contra sí.
—No diré nada.
—Entonces, yo sabré que los
vaqueros me hacen el trasero gordo —le dije.
—Sí —dijo Peter, y me besó
de nuevo—. Pero también sabrás que no te he mentido.Continuará...
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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D
extrane esta novee!!! muy hot y tierno cap! me encantaaaaaaaa! massssssssssssss
ResponderBorrarEstán muy bien juntos
ResponderBorrarMaaaaaaaaaaaaaas....
ResponderBorrarAngy... =)
subí más por fa hace mucho que no subir besos Naara
ResponderBorrarmás más más maratón!!!
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