domingo, 15 de diciembre de 2013

Capitulo 26

Novela: "Al desnudo"
Capitulo 26
—Tienes una idea muy morbosa de lo que es romántico —dijo Sarah, con la boca llena de sushi.
—Y tú estás muy mona con el arroz cayéndote de la boca.
Ella se rio, y me señaló con los palillos.
— ¿Ese tío te dice que tienes el trasero gordo, y a ti se te cae la baba? Morboso.
—No me dijo que tuviera el trasero gordo —repliqué yo.
De hecho, Peter se había pasado los quince minutos siguientes diciéndome lo mucho que le gustaba mi trasero. Y mi delantera. Y el resto de las partes de mi cuerpo.
Sarah se encogió de hombros y mojó un pedacito de atún en el wasabi.
—Bah, no me hagas caso. Es que me da envidia que tú te des esos revolcones tan buenos y yo esté sola en casa, con mi mano.
—Pobrecita. ¿No tienes consolador?
—Se  me  han  acabado  las  pilas  —respondió  mi  amiga  con  una  sonrisa.  Después  se  encogió  de hombros otra vez—. Los novios que funcionan con pilas no te llevan a comer sushi.
—Yo soy la que te saca a comer sushi —observé.
Sarah lamió sus palillos de forma seductora.
— ¿Hay alguna posibilidad de que tenga suerte?
A mí se me escapó una carcajada tan fuerte que los demás comensales se volvieron a mirarnos.
—Ummm… No.
— ¿Por qué? ¿Porque te has vuelto loca por el señor Peter Pene Gigante y Mágico? ¿Qué te ha hecho? ¿Te ha dado su anillo de graduación?
—No seas envidiosa.
Ella se rio y me robó un pedazo de rollito de salmón y aguacate del plato.
—No puedo evitarlo. Tengo envidia. Ojalá yo tuviera lo mismo que tú.
— ¿Qué pasó con ese tipo de la tienda de motos con el que tuviste un rollo?
Ella me clavó una de sus típicas miradas, con la ceja arqueada, el labio fruncido, a punto de gruñir.
—No le gustaban los conejitos.
Yo me detuve con un poco de sushi a medio camino de mi boca.
— ¿Y qué? ¿Desde cuándo tienes tú un conejo de mascota?
—Yo  no  tengo  ningún  conejo,  pero  no  puedo  enamorarme  completamente  de  un  tío  que  odia  los conejitos.  Es  que  es  algo  tan…  malo.  ¿Quién  odia  a  los  conejitos?  Además,  el  sexo  era  aburrido,  en realidad. ¿Sabes —añadió, señalándome de nuevo con los palillos— que la última vez que tuve un buen revolcón fue con un tío con el que no voy a acostarme nunca más?
— ¿Quién era?
—Ah —dijo ella, encogiéndose de hombros—. Un tío que tú no conoces.
—Vaya, eso no es justo. ¿Por qué lo sacas a relucir si nunca me has hablado de él? ¿Y cómo sabes que no te vas a acostar más con él si las relaciones sexuales fueron tan buenas?
Sarah se echó a reír y cabeceó.
—Oh, Dios Santo, ¿Joe? No. De ninguna manera. Sería el peor novio que puedo imaginarme.
—Aaah… Así que estás buscando novio, ¿eh?
Ella arqueó una ceja de nuevo.
—Tía,  ¿dónde  has  estado  últimamente?  Por  supuesto  que  estoy  buscando  novio.  Lo  quiero  todo. Quiero una alianza. Quiero niños. Todo eso.
— ¿De verdad? ¿Y por qué ahora, de repente?
—No, de repente no. Lo único que ocurre es que ahora soy más libre para admitirlo. No quiero estar en una residencia geriátrica cuando mis hijos lleguen a la universidad, ¿sabes?
—Sí, te entiendo. Y soy mayor que tú, así que cállate.
—Sí —dijo Sarah—, pero tienes novio.
Al oír sus palabras, sonreí sin poder evitarlo. Intenté contener la sonrisa, pero ella la vio. Empujó mi plato con los palillos, pero sonrió también.
—Te gusta —me dijo socarronamente.
— ¿Cómo no me va a gustar? Es muy guapo y tiene trabajo, pero aunque no lo tuviera, tiene dinero. Viste bien. Besa bien. De todos modos, solo llevamos un par de días. Es demasiado pronto para pensar nada.
—No olvides que además es bueno en la cama —añadió ella, y sirvió té en nuestras tazas—. ¿Vas a pedir comida para llevar?
—Sí —dije, y saqué la carta de su soporte para elegir—. Es muy bueno en la cama.
—Bueno, pues ahí lo tienes. Todos los requisitos para una buena relación.
Yo suspiré y seleccioné lo que iba a pedir: tres rollitos de sushi y un par de sashimis.
—Sí… bueno, ya sabes. Eso de tener novio no me ha salido tan bien en el pasado.
—Pfff. Eso no fue culpa tuya. Ahora, lo de no haber vuelto a tener novio desde entonces sí, es culpa tuya.
—Yo sí he tenido…
—Ya. Un par de tíos con los que te has acostado, y alguna cita. Pero novio, no.
—Sí, bueno… No sé si quiero que él sea mi novio. Estoy escarmentada.
Sarah no bromeó en aquella ocasión.
—No puedes dejar que lo que te sucedió con Pablo te asuste para siempre, Lali.
—Peter se acuesta con tíos —dije en voz baja, para que nadie más pudiera oírlo—. Vi  a  un  tío hacerle una felación en la fiesta de Chrismukkah de Patrick.
— ¿Qué? —Chilló Sarah, sin darse cuenta—. ¿Qué dices? ¡Eso no me lo habías contado!
Yo me encogí de hombros con incomodidad.
—A él no le he dicho que lo vi. Estaba oscuro, y ellos no sabían que yo estaba allí.
Sarah se quedó callada un segundo.
— ¿Y fue excitante? Seguro que lo fue.
—Sarah —dije—, concéntrate.
—Lo siento. Cariño, eso solo significa que tu novio tiene una pequeña parte gay. Eso no tiene nada de malo. Tú misma me has dicho que en la cama es maravilloso, y que tú le gustas mucho.
— ¿Y si no es solo un poco gay? —pregunté con ansiedad.
—Cariño, ha conseguido que tuvieras unos orgasmos de campeonato. Un gay no consigue eso. Quiero decir que un hombre completamente gay no puede conseguirlo.
—Pablo…
Ella me cortó.
—Con Pablo las cosas nunca fueron así. A menos que me mintieras, y no creo que lo hicieras. No olvides que he compartido contigo muchas noches de margaritas.
Aquello era cierto.
—No. Con Pablo, las cosas nunca fueron así.
—El sexo era inexistente, y él te mintió. Me parece que esas dos cosas no suceden con Peter.
Yo repasé mentalmente todo lo que él me había dicho, sus matices…
—No, bueno, no me ha mentido exactamente, pero…
— ¿Le has preguntado si le gustan los tíos?
—No.
— ¿Y vas a preguntárselo?
—No lo sé. ¿Qué hago si me dice que sí?
—Lali, nenita, cariño. Cielito…
Yo me eché a reír.
—Para.
—Muñequita… —dijo Sarah, y también empezó a reírse.
—En serio. ¿Qué hago si me dice que sí?
—Pues supongo que lo mismo que has estado haciendo hasta ahora. Ya sabes que a él no le importa que otro tipo le haga una felación. Lo cual, a propósito, seguro que fue muy excitante.
Yo terminé mi té y esperé a que el camarero me entregara la caja del pedido que había hecho y me diera la cuenta. Después, respondí.
—Sí, lo fue. Pero eso ocurrió antes de que yo supiera que me iba a acostar con él. Ahora es distinto. Supongo  que  me  gusta  demasiado.  Además,  Pablo dice  que  se  acostó  con  él.  Ha  estado  intentando alejarme de Peter…
—Espera —dijo ella, alzando una mano—. ¿Se lo has contado a Pablo antes que a mí?
—Él  se  puso  furioso  porque  Peter  y  yo  habíamos  quedado  unas  cuantas  veces,  y  porque  nos  vio besarnos en Nochevieja…
—¿Cómo?  ¡Espera!  —Repitió  Sarah,  y  frunció  el  ceño—.  ¡Eso  tampoco  me  lo  habías  contado!  ¡Me has estado ocultando cosas!
—¡Y tú no me contaste que te habías acostado con un tipo estupendo en la cama!
Ella soltó un resoplido.
—Está bien. Es cierto. No importa. Entonces, ¿no le has dicho a Peter que le has visto pasarlo muy bien, y que Pablo te contó que se habían acostado juntos?
—No.
—Pues será mejor que lo hagas. Si él lo admite, entonces todo estará más claro entre vosotros. Si no lo admite, sabrás que es un mentiroso, y tendrás que alejarte de él.
—No quiero que sea un mentiroso —dije.
—Cielito,  es  normal  que  no  quieras.  Pero  pregúntaselo.  Te  sentirás  mejor.  Hazlo  como  cuando  te quitas un esparadrapo: un tirón, sin pensarlo, y después se terminó.
—Bueno,  debería  irme  —dije  entonces,  mirando  el  reloj—.  Tengo  que  adelantar  un  poco  de  mi propio trabajo, porque el resto de la semana tengo que estar en el otro.
—Foto  Folks,  fotos  de  vuestras  madres.  Fotos  de  vuestros  padres  —canturreó  Sarah. Aquel  era  el tema musical de los anuncios de la empresa—. Fotos de señoras gordas con tiara, ¡fotos que harán que te desmayes!
—Muy bien cantado, gracias —dije yo—. Te estás burlando de mi medio de vida.
—No lo será para siempre. Dentro de pocos meses no necesitarás trabajar en ese sitio. Lo presiento. Tendrás tantos negocios que no podrás hacerte cargo de todos ellos.
—Que Dios te oiga —dije yo, mientras me levantaba y contaba el dinero para pagar la cuenta.
Sarah me miró con extrañeza.
—¿Has estado hablando con tu madre?
No había hablado con mi madre desde hacía mucho tiempo. Sin embargo, últimamente había pensado mucho en ella, en pequeños detalles. En cosas extrañas, como el pepperoni de la pizza.
—No. Debería llamarla. Pablo intentó que me sintiera culpable por no hacerlo, y que la llamara, pero…
—Oh, que le den a Pablo —dijo  Sarah  malhumoradamente—. Lali, sé que lo quieres, pero ese chico tiene que dejarte en paz.
Yo pestañeé de la sorpresa que me causó su vehemencia.
—¿Qué te pasa con él?
Ella se puso en pie y tomó el abrigo y el bolso del respaldo de su silla.

Continuara...

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Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D 

5 comentarios:

Amor y Paz :D
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