domingo, 16 de febrero de 2014

Capítulo 51

Holaa quedan 3 capítulos más :D
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Novela: "Al desnudo"
Capitulo 51
Yo tuve ganas de levantarme y enseñarle el colgante que me había regalado mi madre, y proclamar
que  era  judía,  solo  para  comprobar  si  eso  le  enfadaba.  Sin  embargo,  le  vi  la  cara  a Peter.  Él  tenía  una expresión  de  ira,  y  me  di  cuenta  de  que  si  proclamaba  quién  era  yo,  lo  que  era  en  realidad,  solo conseguiría causarle problemas. Seguramente, John diría algo increíblemente grosero y, por la expresión de Peter, pensé que tal vez se levantara y le diera un puñetazo en mitad de la cara a su padre.
—El puré de patatas está delicioso, señora Lanzani —dije, con tanta serenidad como pude.
Hubo un suspiro de alivio colectivo, pero John no debió de darse cuenta. Siguió con su retahíla de quejas contra la sociedad, y en aquella ocasión añadió chistes sobre distintos grupos étnicos. Al menos, no  utilizó  palabras  desdeñosas  para  designar  las  razas,  y  menos  la  raza  negra,  aunque  creo  que  todos estábamos esperando lo peor. Finalmente, no fue un chiste sobre negros lo que originó la reacción más fuerte, sino un chiste sobre gais. Estábamos tomando tarta de manzana con helado de postre. John ya se había comido un buen pedazo y había comenzado con el segundo.
El primer chiste sobre homosexuales lo deslizó entre quejas sobre el precio de la gasolina y sobre los impuestos del tabaco. A la segunda, yo miré a Peter. Él tenía la vista fija en el plato, en el helado que se deshacía sobre la tarta intacta. Tenía el pelo sobre la frente, y yo no le veía los ojos.
Nadie se había reído de ninguno de los chistes, pero John continuaba. La tercera broma fue sobre el matrimonio homosexual. Entonces, yo respondí.
—A mí no me parece gracioso.
Se hizo un silencio  sepulcral,  salvo  por  el  gritito  de  la  señora  Lanzani. Yo  no  alcé  la  vista  para mirar a Peter. Seguí mirando al señor Lanzani a la cara.
Él me observó fijamente, mientras yo me preguntaba por quién estaba haciendo todos aquellos chistes. Sus ojos brillaban con una inteligencia oscura y desagradable. Pensaba que tenía derecho a sentir lo que sentía acerca de los negros, los homosexuales, los extranjeros y los inmigrantes. No se daba cuenta de que él era otro estereotipo más, como aquellos que estaba denigrando con su lamentable sentido del humor.
—Bueno, bueno —dijo por fin, con una sonrisa desdeñosa—. Supongo que a mí tampoco me parecen graciosos los mariquitas.
Y lo dejó así.
En casa de los Lanzani eran las mujeres las que limpiaban después de la cena, mientras los hombres se retiraban al sótano a ver la televisión. Peter se quedó en el salón hasta que una de sus hermanas lo echó.
—Vamos, vete —le dijo sin miramientos—. Queremos conocer a tu Lali.
—¿Estarás bien? —me susurró al oído mientras me besaba.
—Sí —le dije—. No te preocupes.
—Lo siento —me respondió.
Estaba derrotado, agotado y pálido. Apenas había comido.
Yo le acaricié la mejilla.
—Cariño, hay todo tipo de gente en el mundo, y algunos son idiotas.
Él sonrió al oírlo, y volvió a besarme.
—Te quiero.
—Ya lo sé —dije yo. Lo empujé suavemente hacia el sótano—. Ve a estar con tu padre.


—Como  si  me  apeteciera  —dijo  él  con  una  expresión  sombría.  Sin  embargo,  se  marchó  hacia  las escaleras.
Lejos de su marido, Jolene Lanzani demostró que tenía sentido del humor, aunque no contara muchos chistes. Tenía una risa agradable. Dejó que sus hijas la sentaran en una butaca a jugar con sus nietos mientras ellas terminaban de recoger y limpiar. Yo participé en la limpieza, y averigüé que, aunque las hermanas de Peter hubieran sido muy ligeras de cascos en el instituto, eran buenas madres y buenas hijas.
Y querían a su hermano. Me contaron muchas cosas de él. Me dijeron que Peter siempre las ayudaba cuando necesitaban algo; dinero, un consejo, un viaje en coche.  Él  se  había  ido  de  casa  cuando  eran pequeñas,  pero  todavía  seguía  siendo  parte  de  sus  vidas.  Sus  historias  encajaban  a  la  perfección  en  el retrato del hombre a quien yo quería, y al mismo tiempo, me mostraban otra imagen de él.
Me disculpé para ir al baño, el único de la casa, que estaba en el piso de arriba. Cuando salí, John estaba esperando. Me aparté para dejarle pasar, pero él me bloqueó el paso.
A mí se me aceleró el corazón, pero no quise que se diera cuenta de que me intimidaba.
—Disculpe.
—Entonces, ¿vas a casarte con nuestro hijo?
—Esos son nuestros planes. Sí.
—¿En una iglesia?
Yo miré al padre de Peter, cuyos ojos se habían clavado en el colgante de mi cuello.
—Todavía no lo hemos decidido.
Me recorrió de pies a cabeza con la mirada.
—¿Sabes? No puedo decir que me sorprenda que te haya elegido a ti, La. Eres muy guapa para ser negra. Yo también he probado a un par de negras durante mi vida, aunque no se lo digas a Jolene.
Yo sentí el sabor amargo de la bilis en la boca, pero mantuve la cabeza alta.
—Disculpe.
Él no se movió.
—¿Eres negra del todo?
—¿Cómo?
—Que  si  eres  negra  del  todo  —me  repitió  él,  como  si  yo  fuera  idiota  o  sorda—.  Te  lo  pregunto porque tienes rasgos blancos. Y no eres tan oscura, ¿sabes?
Entonces miré fijamente a aquel hombre.
—Quiero a su hijo, y su hijo me quiere a mí. No tiene nada que ver con el color de la piel, asqueroso racista. Y ahora, déjeme pasar antes de que le dé una patada en las pelotas.
John pestañeó, y después sonrió, pero siguió sin moverse.
—Malhablada, ¿eh?
Yo me acerqué a él.
—Apártese de mi camino.
Él señaló mi colgante con el dedo índice.
—Bueno, ¿van a casarse en la iglesia, sí o no?
Pasé junto a él sin responder. John me siguió escaleras abajo. Peter estaba riéndose con Tanya. Era el momento en que yo lo había visto más relajado desde que habíamos llegado. Me sonrió, pero la sonrisa se le borró de los labios rápidamente.


—No me des la espalda —me espetó John.
La habitación quedó en silencio. Seguro que todos habían oído aquel tono de voz más veces, a juzgar por  sus  reacciones.  Johanna  se  quedó  pálida,  e  incluso  los  adolescentes  levantaron  la  vista  de  sus videojuegos y sus teléfonos móviles. Peter dio un paso hacia delante.
—Gracias  por  la  cena,  señora Lanzani—dije  yo  con  nitidez—.  Creo que es hora  de  que  nos vayamos.
—Chica, no me dejes con la palabra en la boca cuando te estoy hablando. Te he hecho una pregunta.
—Y yo ya he respondido —dije con calma, aunque me temblaran las rodillas—. Todavía no hemos hablado sobre ello, y, sinceramente, creo que es algo que nos atañe solo a Peter y a mí, no a usted.
—¿Qué ocurre? —inquirió Peter.
—Le  he  preguntado  a  tu  novia  si se van a  casar  en  la  iglesia,  y  no  me  ha  contestado.  Solo  quiero saberlo —dijo John—. ¿Es que un hombre no tiene derecho a saber si su hijo va a hacer las cosas bien o mal? ¿O es que debería darme por satisfecho con que te cases?
—¿Quieres decir que debes darte por satisfecho porque no sea un marica?
John se echó a reír.
—Ningún hijo mío es un chupapollas.
Yo miré a Peter para intentar transmitirle fuerzas, pero aquella no era mi lucha. Él miró a su padre con frialdad.
—Nos marchamos ya. Les avisaremos cuándo es la boda, pero no esperes que sea en una iglesia — dijo, y me miró—. Vamos, nena, salgamos de aquí.
Pensé que John iba a gritarnos, pero nadie dijo ni una palabra mientras nos marchábamos. Nadie nos dijo adiós. Nos fuimos en silencio, hasta que entramos al coche.
Entonces, Peter se desahogó.
—¡Es un cabrón y un desgraciado!
Arrancó  el  coche,  y  salimos  a  la  calle,  entre  el  tráfico.  Él  agarraba  con  tanta  fuerza  el  volante  que tenía los nudillos blancos. Yo no dije nada; dejé que se desahogara. No le hice notar que estaba hablando de forma muy parecida a su padre.
No se calló hasta que llegamos al aparcamiento del hotel. Allí apagó el motor y tomó aire. No me miró.
—Lo siento, Lali. Lo siento muchísimo.
—Cariño, a mí no me importa que tu padre sea un imbécil. De verdad.
Me miró.
—Estaba provocándome.
—Sí, ya lo sé.
Yo vacilé, pensando en la conversación que habíamos mantenido John Lanzani y yo junto a la puerta del baño, y me pregunté qué ocurriría si le contaba a Peter las otras cosas que había dicho su padre.
—Debería habérselo dicho —murmuró.
Le puse la mano en el hombro y se lo acaricié.
—¿El qué?
Peter cabeceó.
—No sé. Que tiene razón. Que soy un chupapollas.
—Tú no eres eso.
Aparté la mano y la posé en mi regazo. Él tenía la respiración entrecortada, y su aliento llenaba el aire del coche, pero yo no tenía nada que decir. No podía consolarlo. Aquello era un puente poco firme sobre un


abismo muy profundo.
Él me miró de reojo.
—Pero te quiero. Quiero casarme contigo. Eso es lo que importa.
Sus palabras me animaron un poco.
—Sí, eso es lo que importa. Por lo menos a mí.
Peter asintió.
—Bien. Muy bien. Y que le den a ese viejo. Es un cabrón. Lo odio.
Se le quebró la voz. Yo volví a acariciarle el hombro, sin saber qué hacer. Peter cabeceó, exhaló un suspiro y se pasó las manos por la cara. Me sonrió, pero la sonrisa no le llegó a los ojos.
—Pero le has pegado un buen corte, de todos modos, ¿no?
A mí se me escapó una carcajada áspera.
—Me he encontrado con idiotas más veces, Peter.
—Lo siento.
—Cariño,  no  lo  sientas.  Yo  me  alegro  de  que  hayamos  ido.  Me  alegro  de  haber  conocido  a  tus hermanas y a tu madre, y a tus sobrinos. Tú no puedes evitar que tu padre sea así.
—Bueno, ahora ya sabes cuál es una de las razones por las que nunca vengo a casa.
—¿De verdad? —bromeé yo, para intentar aliviar la tensión—. Con esa razón, ¿quién necesita otras?
Él no respondió, y me pregunté si había más motivos por los que no volvía nunca a casa, aparte de su padre homófobo e intolerante.
Entonces, Peter me besó con dulzura y con suavidad, y no me molesté en preguntarle nada más.

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-Maria: Amiga, gracias por siempre comentar y estar ahí para mi. Eres una gran persona, una gran lectora y una excelente amiga! Te quiero mucho!!
-Chari: Si digamos que nunca aceptó a Peter por como es -.- cabrón ah jajajajajaj
-Angie: Muchas gracias :D me encantan tus tiernos comentarios jajaja mmm no se si yo hubiese salido corriendo del padre de Peter pero si se merecía una buena trompada jajajajajaja
-Ari: No se dice pesado se dice INSOPORTABLE jajajaja di la verdad :P muchas gracias
-Anónimo: Me dices tu nombre? jajajaja bienvenida nueva lectora :D Ya descubrirás que oculta Peter jajajajaja no desesperes!
-El mundo de las novelas de Lali y Peter: Holaa, muchas gracias por comentar! Y me alegro mucho que te guste la novela.
-Anónimos y Vsyasabs_Laliter: Gracias por comentar!

Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D 

6 comentarios:

  1. El padre d3 peter es insoportable hp
    Mmmaaassssss

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  2. Hola !!! Ahhhh nooo que cabrón !!! Por dios odio al papa de peter que le pasa??? Todo no que le dijo a lali ! Yo le hubiera pegado una cachetada o algo ! ... Aghhh
    Ya se va a acabar?? Awee me encanta la nove :) ya quiero leer otro cap ...

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  3. Wpuuu q hdp el papa de peter lo peor es q deben existir personas asi
    Re desubicado
    Me encanta la nove
    Maasss

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  4. Hola ♡♡♡♡♡♡♡ esperaba que subiera siempre entraba a ver gracias por subirrrr que malo el papa de peterrr

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  5. Es un retrogado.Homofobico,racista,soberbio ,intransigente ,cabeza d serrin.
    Un tipo d las cavernas es mas amable k el.

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Amor y Paz :D
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