_____________________________
Novela: "Al desnudo"
Capitulo 51
Yo tuve ganas de levantarme
y enseñarle el colgante que me había regalado mi madre, y proclamar
que era
judía, solo para
comprobar si eso
le enfadaba. Sin embargo, le
vi la cara a
Peter. Él tenía
una expresión de ira,
y me di
cuenta de que
si proclamaba quién
era yo, lo
que era en
realidad, solo conseguiría
causarle problemas. Seguramente, John diría algo increíblemente grosero y, por
la expresión de Peter, pensé que tal vez se levantara y le diera un puñetazo en
mitad de la cara a su padre.
—El puré de patatas está
delicioso, señora Lanzani —dije, con tanta serenidad como pude.
Hubo un suspiro de alivio
colectivo, pero John no debió de darse cuenta. Siguió con su retahíla de quejas
contra la sociedad, y en aquella ocasión añadió chistes sobre distintos grupos
étnicos. Al menos, no utilizó palabras
desdeñosas para designar
las razas, y
menos la raza
negra, aunque creo
que todos estábamos esperando lo
peor. Finalmente, no fue un chiste sobre negros lo que originó la reacción más fuerte,
sino un chiste sobre gais. Estábamos tomando tarta de manzana con helado de
postre. John ya se había comido un buen pedazo y había comenzado con el
segundo.
El primer chiste sobre
homosexuales lo deslizó entre quejas sobre el precio de la gasolina y sobre los
impuestos del tabaco. A la segunda, yo miré a Peter. Él tenía la vista fija en
el plato, en el helado que se deshacía sobre la tarta intacta. Tenía el pelo
sobre la frente, y yo no le veía los ojos.
Nadie se había reído de
ninguno de los chistes, pero John continuaba. La tercera broma fue sobre el matrimonio
homosexual. Entonces, yo respondí.
—A mí no me parece
gracioso.
Se hizo un silencio sepulcral,
salvo por el
gritito de la
señora Lanzani. Yo no
alcé la vista
para mirar a Peter. Seguí mirando al señor Lanzani a la cara.
Él me observó fijamente,
mientras yo me preguntaba por quién estaba haciendo todos aquellos chistes. Sus
ojos brillaban con una inteligencia oscura y desagradable. Pensaba que tenía
derecho a sentir lo que sentía acerca de los negros, los homosexuales, los
extranjeros y los inmigrantes. No se daba cuenta de que él era otro estereotipo
más, como aquellos que estaba denigrando con su lamentable sentido del humor.
—Bueno, bueno —dijo por
fin, con una sonrisa desdeñosa—. Supongo que a mí tampoco me parecen graciosos
los mariquitas.
Y lo dejó así.
En casa de los Lanzani eran
las mujeres las que limpiaban después de la cena, mientras los hombres se
retiraban al sótano a ver la televisión. Peter se quedó en el salón hasta que
una de sus hermanas lo echó.
—Vamos, vete —le dijo sin miramientos—.
Queremos conocer a tu Lali.
—¿Estarás bien? —me susurró
al oído mientras me besaba.
—Sí —le dije—. No te
preocupes.
—Lo siento —me respondió.
Estaba derrotado, agotado y
pálido. Apenas había comido.
Yo le acaricié la mejilla.
—Cariño, hay todo tipo de
gente en el mundo, y algunos son idiotas.
Él sonrió al oírlo, y
volvió a besarme.
—Te quiero.
—Ya lo sé —dije yo. Lo
empujé suavemente hacia el sótano—. Ve a estar con tu padre.
—Como si
me apeteciera —dijo
él con una
expresión sombría. Sin
embargo, se marchó
hacia las escaleras.
Lejos de su marido, Jolene Lanzani
demostró que tenía sentido del humor, aunque no contara muchos chistes. Tenía
una risa agradable. Dejó que sus hijas la sentaran en una butaca a jugar con
sus nietos mientras ellas terminaban de recoger y limpiar. Yo participé en la
limpieza, y averigüé que, aunque las hermanas de Peter hubieran sido muy
ligeras de cascos en el instituto, eran buenas madres y buenas hijas.
Y querían a su hermano. Me
contaron muchas cosas de él. Me dijeron que Peter siempre las ayudaba cuando
necesitaban algo; dinero, un consejo, un viaje en coche. Él
se había ido
de casa cuando
eran pequeñas, pero todavía
seguía siendo parte
de sus vidas.
Sus historias encajaban
a la perfección
en el retrato del hombre a quien
yo quería, y al mismo tiempo, me mostraban otra imagen de él.
Me disculpé para ir al
baño, el único de la casa, que estaba en el piso de arriba. Cuando salí, John estaba
esperando. Me aparté para dejarle pasar, pero él me bloqueó el paso.
A mí se me aceleró el
corazón, pero no quise que se diera cuenta de que me intimidaba.
—Disculpe.
—Entonces, ¿vas a casarte
con nuestro hijo?
—Esos son nuestros planes.
Sí.
—¿En una iglesia?
Yo miré al padre de Peter,
cuyos ojos se habían clavado en el colgante de mi cuello.
—Todavía no lo hemos
decidido.
Me recorrió de pies a
cabeza con la mirada.
—¿Sabes? No puedo decir que
me sorprenda que te haya elegido a ti, La. Eres muy guapa para ser negra. Yo
también he probado a un par de negras durante mi vida, aunque no se lo digas a
Jolene.
Yo sentí el sabor amargo de
la bilis en la boca, pero mantuve la cabeza alta.
—Disculpe.
Él no se movió.
—¿Eres negra del todo?
—¿Cómo?
—Que si
eres negra del
todo —me repitió
él, como si yo
fuera idiota o
sorda—. Te lo
pregunto porque tienes rasgos blancos. Y no eres tan oscura, ¿sabes?
Entonces miré fijamente a
aquel hombre.
—Quiero a su hijo, y su
hijo me quiere a mí. No tiene nada que ver con el color de la piel, asqueroso racista.
Y ahora, déjeme pasar antes de que le dé una patada en las pelotas.
John pestañeó, y después
sonrió, pero siguió sin moverse.
—Malhablada, ¿eh?
Yo me acerqué a él.
—Apártese de mi camino.
Él señaló mi colgante con
el dedo índice.
—Bueno, ¿van a casarse en
la iglesia, sí o no?
Pasé junto a él sin
responder. John me siguió escaleras abajo. Peter estaba riéndose con Tanya. Era
el momento en que yo lo había visto más relajado desde que habíamos llegado. Me
sonrió, pero la sonrisa se le borró de los labios rápidamente.
—No me des la espalda —me
espetó John.
La habitación quedó en
silencio. Seguro que todos habían oído aquel tono de voz más veces, a juzgar por sus
reacciones. Johanna se
quedó pálida, e
incluso los adolescentes
levantaron la vista
de sus videojuegos y sus
teléfonos móviles. Peter dio un paso hacia delante.
—Gracias por
la cena, señora Lanzani—dije yo
con nitidez—. Creo que es hora de
que nos vayamos.
—Chica, no me dejes con la
palabra en la boca cuando te estoy hablando. Te he hecho una pregunta.
—Y yo ya he respondido
—dije con calma, aunque me temblaran las rodillas—. Todavía no hemos hablado
sobre ello, y, sinceramente, creo que es algo que nos atañe solo a Peter y a
mí, no a usted.
—¿Qué ocurre? —inquirió
Peter.
—Le he preguntado a
tu novia si se van a
casar en la
iglesia, y no
me ha contestado.
Solo quiero saberlo —dijo John—.
¿Es que un hombre no tiene derecho a saber si su hijo va a hacer las cosas bien
o mal? ¿O es que debería darme por satisfecho con que te cases?
—¿Quieres decir que debes
darte por satisfecho porque no sea un marica?
John se echó a reír.
—Ningún hijo mío es un chupapollas.
Yo miré a Peter para
intentar transmitirle fuerzas, pero aquella no era mi lucha. Él miró a su padre
con frialdad.
—Nos marchamos ya. Les
avisaremos cuándo es la boda, pero no esperes que sea en una iglesia — dijo, y
me miró—. Vamos, nena, salgamos de aquí.
Pensé que John iba a
gritarnos, pero nadie dijo ni una palabra mientras nos marchábamos. Nadie nos dijo
adiós. Nos fuimos en silencio, hasta que entramos al coche.
Entonces, Peter se
desahogó.
—¡Es un cabrón y un
desgraciado!
Arrancó el
coche, y salimos
a la calle,
entre el tráfico.
Él agarraba con
tanta fuerza el
volante que tenía los nudillos
blancos. Yo no dije nada; dejé que se desahogara. No le hice notar que estaba
hablando de forma muy parecida a su padre.
No se calló hasta que
llegamos al aparcamiento del hotel. Allí apagó el motor y tomó aire. No me miró.
—Lo siento, Lali. Lo siento
muchísimo.
—Cariño, a mí no me importa
que tu padre sea un imbécil. De verdad.
Me miró.
—Estaba provocándome.
—Sí, ya lo sé.
Yo vacilé, pensando en la
conversación que habíamos mantenido John Lanzani y yo junto a la puerta del
baño, y me pregunté qué ocurriría si le contaba a Peter las otras cosas que
había dicho su padre.
—Debería habérselo dicho
—murmuró.
Le puse la mano en el
hombro y se lo acaricié.
—¿El qué?
Peter cabeceó.
—No sé. Que tiene razón.
Que soy un chupapollas.
—Tú no eres eso.
Aparté la mano y la posé en
mi regazo. Él tenía la respiración entrecortada, y su aliento llenaba el aire
del coche, pero yo no tenía nada que decir. No podía consolarlo. Aquello era un
puente poco firme sobre un
abismo muy profundo.
Él me miró de reojo.
—Pero te quiero. Quiero
casarme contigo. Eso es lo que importa.
Sus palabras me animaron un
poco.
—Sí, eso es lo que importa.
Por lo menos a mí.
Peter asintió.
—Bien. Muy bien. Y que le
den a ese viejo. Es un cabrón. Lo odio.
Se le quebró la voz. Yo
volví a acariciarle el hombro, sin saber qué hacer. Peter cabeceó, exhaló un suspiro
y se pasó las manos por la cara. Me sonrió, pero la sonrisa no le llegó a los
ojos.
—Pero le has pegado un buen
corte, de todos modos, ¿no?
A mí se me escapó una
carcajada áspera.
—Me he encontrado con
idiotas más veces, Peter.
—Lo siento.
—Cariño, no
lo sientas. Yo me alegro
de que hayamos
ido. Me alegro
de haber conocido
a tus hermanas y a tu madre, y a
tus sobrinos. Tú no puedes evitar que tu padre sea así.
—Bueno, ahora ya sabes cuál
es una de las razones por las que nunca vengo a casa.
—¿De verdad? —bromeé yo,
para intentar aliviar la tensión—. Con esa razón, ¿quién necesita otras?
Él no respondió, y me
pregunté si había más motivos por los que no volvía nunca a casa, aparte de su padre
homófobo e intolerante.
Entonces, Peter me besó con
dulzura y con suavidad, y no me molesté en preguntarle nada más.__________________________________
-Maria: Amiga, gracias por siempre comentar y estar ahí para mi. Eres una gran persona, una gran lectora y una excelente amiga! Te quiero mucho!!
-Chari: Si digamos que nunca aceptó a Peter por como es -.- cabrón ah jajajajajaj
-Angie: Muchas gracias :D me encantan tus tiernos comentarios jajaja mmm no se si yo hubiese salido corriendo del padre de Peter pero si se merecía una buena trompada jajajajajaja
-Ari: No se dice pesado se dice INSOPORTABLE jajajaja di la verdad :P muchas gracias
-Anónimo: Me dices tu nombre? jajajaja bienvenida nueva lectora :D Ya descubrirás que oculta Peter jajajajaja no desesperes!
-El mundo de las novelas de Lali y Peter: Holaa, muchas gracias por comentar! Y me alegro mucho que te guste la novela.
-Anónimos y Vsyasabs_Laliter: Gracias por comentar!
Hola chicas soy Cielo de http://casijuegosca.blogspot.com.ar Espero que les guste la novela! :D
El padre d3 peter es insoportable hp
ResponderBorrarMmmaaassssss
Hola !!! Ahhhh nooo que cabrón !!! Por dios odio al papa de peter que le pasa??? Todo no que le dijo a lali ! Yo le hubiera pegado una cachetada o algo ! ... Aghhh
ResponderBorrarYa se va a acabar?? Awee me encanta la nove :) ya quiero leer otro cap ...
Wpuuu q hdp el papa de peter lo peor es q deben existir personas asi
ResponderBorrarRe desubicado
Me encanta la nove
Maasss
masssssssssssssssssss
ResponderBorrarHola ♡♡♡♡♡♡♡ esperaba que subiera siempre entraba a ver gracias por subirrrr que malo el papa de peterrr
ResponderBorrarEs un retrogado.Homofobico,racista,soberbio ,intransigente ,cabeza d serrin.
ResponderBorrarUn tipo d las cavernas es mas amable k el.