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Novela: "Al desnudo"
Capitulo 52
La mañana del lunes, el
Memorial Day, amaneció soleada y cálida. Al despertarme, oí de nuevo el agua correr en
el baño, pero
en aquella ocasión, Peter salió a
la habitación con
una sonrisa. Yo me acurruqué
en la cama. Nos habíamos quedado despiertos hasta muy tarde, haciendo las cosas
que la gente suele hacer en las habitaciones de hotel, y haciendo algunas de
aquellas cosas dos veces.
—¡Vamos, perezosa! —exclamó
él, y apartó las sábanas, dejando mi cuerpo expuesto al frío del aire acondicionado.
—Cinco minutos más.
—Vamos, Lali. Nos vamos a
perder la fiesta.
Aparté la almohada de mi
cara y lo miré. Se había repeinado hacia atrás, se había afeitado y se había puesto
colonia. Todavía tenía gotas de agua brillantes en las pestañas.
—Estás muy alegre para ser
un tipo que ha dormido tan pocas horas.
Me besó, aunque yo mantuve
los labios cerrados para contener mi aliento mañanero.
—Tú, por otra parte…
Le pellizqué un pezón, y se
echó a reír mientras me agarraba de la muñeca.
—Ten cuidado con lo que
dices.
—Amor mío, eres un ángel de
la mañana.
Yo refunfuñé durante unos
segundos más, y después me incorporé.
—Si me quisieras, me
traerías un café de Starbucks a la cama.
Peter arqueó una ceja.
—¿De verdad?
—De verdad.
Entonces, él se inclinó
hacia mí. Yo me vi reflejada en sus ojos grises.
—Vuelvo dentro de cinco
minutos.
Sonreí.
—Así me gusta. Un servicio
rápido.
Peter se echó a reír
mientras se ponía unos vaqueros y una camiseta.
—Levanta el trasero de la
cama, Lali.
Cuando él se marchó de la
habitación, obedecí. Fui al baño y me di una ducha. Después me envolví en una
toalla y me lavé los dientes, y, finalmente, mirándome al espejo entre una nube
de vapor, tuve que admitir que estaba más nerviosa por la perspectiva de
conocer a los amigos de Peter que la de conocer a su familia.
Al salir
del baño, me
encontré con que
Peter ya había
vuelto, con un
par de cafés
y un par de
magdalenas grandes. También había sacado mi ropa y la había colocado sobre la
cama; bragas, sujetador, vestido e incluso unas sandalias, que estaban en el
suelo.
—¿Qué es esto? —le
pregunté. Tomé el café y di un sorbito.
—Quiero que te pongas esto
—dijo.
Yo observé el atuendo.
—Es un poco arreglado para
una barbacoa.
—Pero estás tan buena con
ese vestido…
Era un vestido de color
azul claro con flores bordadas en rojo y en dorado. Tenía manga corta y me llegaba
por las rodillas. Me lo había puesto muy pocas veces, pero me gustaba cómo me
quedaba con el color de mi piel y mis ojos. También me gustaban las sandalias.
Eran planas, de tiras. Yo había pensado en ponerme unos pantalones y una
camisa.
—¿Estás seguro? —le
pregunté—. No es una fiesta elegante, ¿no?
—Lo dudo, pero, ¿qué
importa? Vas a estar preciosa.
—¿Es que quieres presumir
de mí?
—Pues claro —respondió—.
¿Quién no iba a querer?
Me eché a reír y comencé a
ponerme la ropa interior. Después me metí el cuello del vestido por la cabeza y
noté que la tela suave me acariciaba la piel. Cuando giré sobre mí misma, la
falda flotó en el aire.
—Maravillosa —dijo
Peter, como si
estuviera admirando una
pintura o un
jarrón, en vez de
admirarme a mí. Lo miré fijamente, para hacerle una advertencia, pero él no se
dio cuenta.
—¿Cuánto hace que no ves a
tu amigo? —le pregunté, sin darle importancia, mientras pasaba al baño para
maquillarme.
—Un par de años —dijo Peter.
Se quitó la camiseta y sacó su camisa rosa de la maleta.
Yo lo vi a través de la
puerta del baño, mientras me pintaba. Se atusó el pelo. Se puso la camisa. Se la
abotonó, y después se desabrochó algunos botones. Eligió un cinturón, lo pasó
por las trabillas de la cintura del pantalón y se abrochó la hebilla. Se metió
la camisa por el pantalón.
Me dio la impresión de que
él también estaba más nervioso por ir a ver a sus amigos que a su familia.
Yo me
puse aceite perfumado
en los pequeños
rizos de las
sienes y me
recogí el pelo
en un moño suelto.
Me pinté los
ojos y me
apliqué brillo en
los labios. Cuando
terminé de arreglarme,
él todavía estaba mirándose al
espejo del armario de la habitación.
Me acerqué a él y lo agarré
de los hombros para que se girara hacia mí. Lo miré a los ojos y lo besé,
no porque entendiera su nerviosismo,
exactamente, sino porque no tenía
por qué conocer
sus razones.
Solo tenía que saber
apoyarlo.
Apoyó su frente en la mía y
cerró los ojos. No dijimos nada. Cuando volvió a abrirlos, estaba mejor.
Me abrazó
y sentí sus
brazos fuertes a
mi alrededor, como
si nunca pudiera
suceder nada malo
entre nosotros.
—Vamos —dijo.
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Los Kinney
vivían en la
casa más pequeña
de una hilera
de viviendas enormes
y caras que
había frente al lago. Su pequeño jardín daba a la orilla del agua, y eso
debía de ser muy agradable en verano.
Desde allí
se divisaba, al
otro lado del
lago, el parque
de atracciones. Gran
parte del patio
estaba ocupado por una barbacoa excavada en el suelo, y en cuanto salí
del coche percibí el olor a carne asada.
Y oí la música y las risas.
Ruidos de fiesta. Sonidos de verano. De repente, sentí vergüenza por no llevar
nada, ni siquiera unas pastas que podríamos haber comprado por el camino. Peter
me aseguró que
no tenía importancia, pero
yo necesitaba algo que
sujetar entre las
manos mientras él
me guiaba por el
camino de gravilla
hacia una cocina
alegre y brillante.
Se me había
olvidado la cámara,
y eso era suficiente prueba de lo nerviosa que
estaba.
—Jamie, tío, ¡cuántas ganas
tenía de verte!
Yo nunca había oído a Peter
hablar con tanto cariño a alguien. El hombre que debía de ser Jamie se
giró desde
la isla de
la cocina, donde
estaba preparando una
bandeja de hamburguesas.
Mi primera impresión fue que era
guapo, mucho más guapo que Peter. Tenía los ojos azules y las cejas más oscuras
que su pelo rubio, y los rasgos de la cara perfectamente alineados. Mi segunda
impresión fue que podían ser hermanos, por la forma en que sus caras, que eran
bien distintas, adoptaban expresiones idénticas.
¿Y mi tercera impresión?
Que Jamie, el amigo de Peter,
su mejor amigo desde el instituto, no me esperaba en absoluto.
No fue el color de mi piel,
sino mi presencia, lo que le hizo dar un paso atrás. Su enorme sonrisa se transformó en
una mueca tan
breve que desapareció
antes de que
yo pudiera analizarla.
Volvió a acercarse al instante,
como si nunca hubiera retrocedido por la impresión. Entonces, le tendió los
brazos a Peter.
Yo fui
como una voyeur
observando su abrazo,
que duró un
poco demasiado, y
que se interrumpió con brusquedad.
Jamie estaba sonrojado
cuando se separaron,
dándose palmadas en
los hombros y puñetazos en los bíceps como si fueran
adolescentes. Yo no podía ver los ojos de Peter.
—Esta es Lali
—dijo él, tomándome
de la mano
para acercarme—. Mi
prometida —me pasó
el brazo por los hombros, y añadió—: Lali, este es Jamie, mi mejor
amigo.
—Lali —dijo Jamie
con solemnidad—. ¿Cómo
demonios ha conseguido
este desgraciado engañarte para
que le digas que sí?
Y entonces, todo fue bien,
por lo menos a mi entender. Lo que hubiera pasado entre ellos quedó ahí.
Jamie me
estrechó la mano
amablemente y volvió
a darle palmadas
en el hombro
a Peter, mientras intercambiaban
insultos afectuosos.
—Ha venido todo el mundo
—dijo Jamie—. Vengan, vamos al jardín a saludar.
—¿Todo el mundo? —preguntó Peter.
Jamie se echó a reír y le
dio otra palmada en el hombro.
—Sí, hasta mi madre.
Procura darle un abrazo.
Peter me miró.
—Su madre me adora.
—Exacto.
Yo me reí.
—¿Cómo no lo va a adorar?
Jamie volvió a mirarme con
solemnidad.
—Exacto —repitió—, ¿cómo no
lo va a adorar?
Fuera, en el porche
trasero, había pequeños grupos de invitados con platos de comida en la mano,
que nos saludaron. Todos
conocían a Peter. Ninguno
se quedó tan
sorprendido como Jamie
de que yo estuviera allí, ni de que fuera la
prometida de Peter. También me dio la impresión de que aquella gente conocía a
Peter, pero no tan bien como Jamie.
—Allí está
Anne —dijo Jamie,
desde detrás de
nosotros, mientras Peter y
yo bajábamos el
corto tramo de escaleras y pisábamos el patio—. Está chapoteando con
Cam.
La mano de Peter se tensó
dentro de la mía.
—Voy a presentarte a la
mujer de Jamie.
Anne Kinney no estaba
prestándole atención a nada más que a su hijo, que daba patadas y salpicaba en la
orilla del lago.
Ella llevaba unos
pantalones vaqueros desgastados,
que podían haber
sido de su
marido, remangados
hasta la mitad
de la pantorrilla,
y sujetos a
la cintura con
un pañuelo de
colores.
Tenía el pelo rojizo
recogido en una trenza que le colgaba por la espalda, y su camisa de cuadros
estaba húmeda por los chapoteos de su hijo.
—Ve con
la abuelita —le
dijo mientras nos
acercábamos, y el
pequeño echó a
correr en dirección contraria, hacia una mujer mayor
que llevaba un sombrero de ala ancha para protegerse del sol, y que le tendió
los brazos.
—Anne.
Ella se giró lentamente al
oír la voz de Peter, como si tuviera todo el tiempo del mundo, y, cuando lo vio,
sonrió.
—Hola, Peter.
Al contrario que su marido,
Anne no se quedó sorprendida al conocerme. Se secó las manos en los pantalones
y nos miró a Peter y a mí. Arqueó una ceja.
—Esta es Lali —dijo Peter—.
Mi… Vamos a casarnos.
—Enhorabuena —dijo Anne.
Parecía que
lo decía con
sinceridad. No hizo
ademán de abrazarlo,
como había hecho
Jamie.
Tampoco le tendió la mano.
No tocó a Peter en absoluto.
—Lali —me
dijo amablemente—, ¿te ha dado
mi marido algo
de comer o
de beber? ¿No?
Vaya anfitrión. Vamos, te pondré un plato antes de que la plaga de
langostas a la que llama familia se lo coma todo.
Y con aquellas palabras, me
tomó del codo y me llevó hacia la casa.
—No te
preocupes por Peter. Estará
con James —dijo
con resignación—. Esos
dos juntos son
una fuerza de la naturaleza. Es mejor apartarse de su camino.
En la cocina, sacó de la
nevera unas botellas frías de Coca Cola y me dio una. Ella abrió la suya y dio
un sorbo. Yo hice lo mismo, en silencio. No había hablado demasiado.
—Ha sido muy agradable que Peter
te trajera —dijo Anne en voz baja.
Fuera, la música seguía
sonando y la fiesta continuaba. La gente se reía. Yo oí el ruido de un motor y el llanto
de un niño.
Miré por las
ventanas, que daban
al porche. Veía a
Peter y
a Jamie juntos,
en la barandilla, con una cerveza
cada uno. El viento le apartó el pelo a Peter de la cara. Se estaba riendo. ¿Lo
había visto alguna vez riéndose así? ¿Lo había visto alguna vez inclinándose
hacia otra persona como yo pensaba que solo se inclinaba hacia mí?
—¿Son amigos desde hace
mucho tiempo? —le pregunté, por fin.
—Sí, desde el primer año de
instituto —respondió Anne, y miró por la ventana también—. Son muy, muy amigos.
__________________________________-Alexandra Cuevas: La verdad que sí, no es muy agradable el padre de Peter jajajaja
-Angie: Hola! La verdad amo la palabra CABRON jajaja y a el le queda perfecto -.- yo tambien le hubiese pegado jajajaja es que es tentador pegarle por su comportamiento :P es cabrón!
-Vsyasabs_Laliter: Y si hay padres así -.- viste? así como que odian a sus hijos y a otras personas -.- yo odio a los padres con hijos gays y que odian a sus propios hijos por elegir diferente a ellos -.- CADA UNO ELIGE LO QUE QUIERE -.- jajajajajjaa los odio ahhh
-Anonimo: Gracias por tu comentario (corazoncitos) te dire así xq siempre pones corazones jajajaja disculpa que tarde en subir es solo que andube de vacaciones :P
-Chari: :O NUNCA TE VI TAN ENOJADA jajajaja y ame tus palabras parecen sacadas de diccionario como: distintas formas de llamar al padre de peter ahhhh jajajajajaja
Hola!! Soy Cielo de: http://casijuegosca.blogspot.com.ar/ Espero que les guste la novela!